Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

jueves, 17 de abril de 2008

El nuevo


No me gusta el nuevo, no, no me gusta…
Joaquín no puede evitar un mohín de disgusto ante tal pensamiento.
- ¿Qué te pasa? – le pregunta su mujer, que hace rato le observa de reojo. Le conoce demasiado bien y sabe que algo le ronda por la cabeza.
- ¿A mí? ¿Qué quieres que me pase? – contesta él disimulando.
- Nada, nada, eso es lo que quiero, que no te pase nada, pero andas haciendo caras raras. Mira, por ahí entra Rafael, hazle un sitio, anda, que están todas las mesas ocupadas.
- ¡Lo qué me faltaba! – contesta él, entre dientes.
- No se qué te ocurre con ese hombre, es educado y amable, mejor que muchos de los que andan por aquí y a ti parece que hasta te molesta verle.
Mientras, a Rafael le han hecho hueco en una mesa ocupada por cuatro mujeres que juegan una partida de cartas.
- ¡Hala! mejor, a ver si lo aburren esas viejas brujas y se va a dar un paseito.
- Pero mira qué eres, cada día estás más insoportable, eres un viejo gruñón.
- Sí, claro, es mejor el nuevo ese, haciéndose el elegante, total porque lleva ese viejo pañuelo anudado al cuello en plan señorito, y se pone la americana para venir a cenar… ¡tonterías! Me apuesto lo que sea a que no tiene dónde caerse muerto.
- Pero ¡qué sabrás tú lo que tiene o lo que no! ¿desde cuando te preocupas de las vidas ajenas? Pues sí, mira, yo creo que es elegante, se le da un aire a ese cantante ¡ay! ¿cómo se llamaba? esta cabeza mía cada vez va peor… sí, hombre, ese… Gardel, Carlos Gardel.
- ¡Qué mas quisiera! Anda, anda, no me hagas reír… ¡qué tonterías dices, Pepita!
- Bueno, mira, está visto que contigo no se puede hablar, cuando se te mete una manía entre ceja y ceja, no hay nada que hacer. Yo me voy a acostar que no me encuentro demasiado bien, creo que he cogido frío en el paseo de esta mañana ¿te quedas tú un rato más?
- No, no, me voy contigo, aquí hay poco que ver.
Joaquín coge del brazo a Pepita que anda apoyada en su bastón y después de dar las buenas noches se dirigen a su habitación. Ella se ha puesto el camisón y se sienta sobre la cama mientras su marido, en el sofá, parece sumergido en la lectura de un libro.
- Pepita ¿te gusta el nuevo?
- ¡Jajajajaja! Pero ¿qué dices ahora? ¿qué significa eso de si me gusta?
- Pues eso, si te gusta como hombre.
- ¡Ay! Joaquín ¿qué cosas tienes?
- Aún no me has contestado.
- Ya te lo he dicho antes, me parece un hombre educado y simpático. Y sí, todavía está de buen ver. Va siempre arreglado y limpio, no se abandona como otros. Bueno, ya ves que las tiene a todas medio bobas con sus galanterías. Esas cosas nos gustan a las mujeres, aunque ya no seamos jóvenes, Joaquín, y parece que a algunos hombres se os olvida y al mismo tiempo que cumplís años os vais volviendo más y más bruscos, parece que andéis enfadados con la vida. La vejez no tiene remedio, Joaquín, no vale la pena andar amargado por ahí, echando de menos lo que ya no podremos recuperar.
- O sea, que él es un tío cojonudo y yo soy un gruñón antipático.
- ¡Hala, hala! exagerao, eso es lo que eres, un exagerao.
Él, enfurruñado, finge concentrarse en la lectura.
- ¿Sabes lo que echo de menos? – le dice la mujer desde la cama.
- ¿El sexo? – contesta él, rapidamente.
- ¡Jajajajaja! hoy estás chistoso, no, verás…
- ¿Chistoso? A mí aún me apetece, de vez en cuando…
- Echo de menos que me cantes como antes ¿te acuerdas? Me encantaba aquella canción del Titi ¿cómo era? aquella del muñeco de fallas ¿por qué no me la cantas ahora? anda, Joaqui, un trocito sólo… anda…
- ¿Me vas a dejar que te toque luego las tetas?
- ¡Serás descarado!... bueno, ya veremos.
- No, ya veremos, no, que luego no me dejas.
- Anda, canta y no te hagas de rogar.

“Oyéndote bebía la locura
del fuego de tus piropos
y yo no comprendía
que me estabas matando poquito a poco”

- Ven, ven, siéntate aquí a mi lado

“Como a un muñeco de falla
me quemaste, me quemaste
y al despuntar la mañana
me dejaste, me dejaste.
Y Valencia vio mi pena,
pedir por tus pecaos
y a la Virgen santa y buena
de los Desamparaos.
Me olvidaste, me olvidaste
y aunque mi pena se vaya
me quemaste, me quemaste,
como a un muñeco de falla”

- Qué bien cantas, Joaqui.
- Va, tonta, ahora ya casi no tengo voz... ¿me vas a dejar…?
- Pues, oye, Rafael también canta muy bien.
Joaquín se levanta de la cama como un resorte.
- Y tú ¿cómo lo sabes?
- Pues porque lo oí cantar ¡no te digo!... el otro día, no se, el lunes me parece que fue, sí el lunes ¿te acuerdas que fuiste con Antonio a la visita médica? Nos cantó una canción a Isabelita y a mí.
- Le va a cantar a su padre… ¿será cabrón?
- Pero, Joaqui, no te pongas así, no seas tonto ¿qué querías? ¿qué me marchase para no escucharlo?
- Se va a enterar ese, se va a enterar…
- Joaquín, Joaquín ¿dónde vas ahora?...
El hombre sale de la habitación. ¿Qué se habrá creído ese desgraciado? A su mujer sólo le canta él, pues sí señor, si ya sabía que el nuevo iba a traer problemas. Pero ahora mismo va a poner las cosas claras, sí señor, se lo va a dejar bien clarito. Ni se le ocurra acercarse a su Pepita, ni se le ocurra… faltaría más.
Se para ante la puerta de la habitación de Rafael. Carraspea. Saca pecho. Estira sus cansados huesos intentando ponerse bien tieso. Golpea con los nudillos y espera un poco, sin recibir respuesta. Gira el pomo y la puerta se abre. Joaquín entra despacio intentando no hacer ruido. La habitación está vacía. Sobre la cama, pulcramente doblado, un pijama de hombre. Y a su lado, preparado para usar, un pañal para adultos.
Joaquín está ensimismado mirándolo cuando Rafael entra por la puerta.
- Perdón - dice el recién llegado - ¿me estabas buscando?
Joaquín vacila un instante.
- Sí, sí, pensaba que ya estabas aquí, lo siento, la puerta estaba abierta.
- No pasa nada, hombre ¿querías algo?
- Verás, yo venía… venía a decirte… que se me ha ocurrido algo. Me han dicho que cantas muy bien, y yo no lo hago mal del todo. He pensado que podíamos organizar un karaoke una tarde de éstas ¿qué te parece si se lo proponemos a la monitora?
Rafael no sale de su asombro. Tenía la impresión de que no le caía bien a aquel hombre que siempre le miraba con el ceño fruncido y mirada aviesa.
- Bueno, yo… no se, sí, puede ser una buena idea, pero ¿se atreverán los otros a cantar?
- Claro, hombre, ya verás, empezamos nosotros para romper el hielo y seguro que nos salen espontáneos por todas partes. No se hable más, mañana empezamos a organizarlo. Me voy a dormir, buenas noches.
- Buenas noches, qué descanses.
Joaquín cierra la puerta tras él y sonríe satisfecho.
Al fin y al cabo no es más que otro pobre viejo con problemas de incontinencia, piensa. Y hablando de incontinencia, tengo que cambiarme el dichoso pañal o Pepita me tirará de la cama de una patada diciendo que huelo a perro meao… ¡qué mujer!
- Pepita, Pepita ¿no te habrás dormido? Me dijiste que podría tocarte las tetas… ¡Pepita! No te hagas la dormida que no me lo creo… ¡Pepita!
(Marzo 2008)




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola des.
Este relato me gusta mucho, pero... ¿no lo publicaste antes?

Un abrazo.

Des dijo...

Hola Pau, sí lo publiqué en el Cajón Desastre, fue uno de los últimos.
Aqui estoy colgando nuevos y rescatando algunos de los que tengo allí, por si algún día desaparece.
Un beso.