Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

sábado, 26 de diciembre de 2009

Anuncio


Cambio las cinco próximas Nochebuenas (mínimo obligatorio para poder realizar la transacción) con cena familiar y excesos gastronómicos incluidos, por una noche de despropósitos, verduras al microondas, sanas perversiones y otros placeres de la carne. Regalo, además, árbol de navidad con espumillón, luces parpadeantes y bolas de colores. Realizado el acuerdo entre ambas partes, no se admiten reclamaciones.


jueves, 24 de diciembre de 2009

Estamos en paz (Cuento de Navidad)


Deja las cosas sobre la cama y enciende la radio. Cuando salió de casa de la señora aún no habían cantado el gordo, parece que se hace esperar. Sigue escuchando la cantinela de la pedrea, así que todavía hay esperanza. Se saca de la cintura la bolsita que lleva siempre atada en la goma de la enagua, donde guarda lo que ha cobrado del trabajo de toda la semana y la papeleta que compró en los ultramarinos del señor Jesús. Díos sabe cuánto le costó ahorrar cada centavo. Mira otra vez el número que ya sabe de memoria y por enésima vez mira al cielo. Aunque sus ojos sólo puedan ver el techo desconchado, las manchas de humedad y la bombilla colgando solitaria, espera que alguien allá arriba la escuche. Si tuviese un poco de suerte, sólo un poco – piensa – todo sería distinto.

Se queda pensativa mientras busca con la mirada algún rincón donde esconder los regalos para los niños. Saca de una bolsa la muñeca de trapo que cosió para Julia con retales que le dio la señora, y para Martín tiene un precioso abrigo que le quedó pequeño al señorito, y una cartera para los libros. Quizá tenga que arreglárselo un poco, el niño está algo pequeño para su edad, pero ya se las apañará ella para que pueda usarlo. Se alegra de que no estén en casa, su cuñada se los llevó esa mañana al mercadillo.

Los niños de San Ildefonso siguen cantando números y premios. Si se pudiese ir de aquella casa, si pudiese salir de este cuartucho miserable donde apenas caben los tres, si pudiese perder de vista a esa … Sabe que debe estarle agradecida por acogerlos en su casa, cuando tuvo que marcharse del pueblo, después de que aquél cabrón la abandonase. Allí no podía alimentar a sus hijos, nadie necesitaba una chacha. Pero bien que se lo estaba cobrando, tenía criada gratis. No tenía compasión, no le importaba que ella viniese muerta después de trabajar todo el día y tuviese que ponerse a limpiar la casa mientras ella se pasaba las horas sentada escuchando la radio. Casi no tenía tiempo para estar con los críos.

Se sobresalta al oír el timbre. Ya están aquí, son ellos. Va hacia la puerta secándose las manos en el delantal. Cuando la abre, una bilis amarga le sube a la garganta. Ha vuelto. El hijo puta está allí, frente a ella. Se miran a los ojos un instante y justo en el momento en que percibe que él va a dar un paso, le cierra la puerta en las narices. El corazón bombea al mismo ritmo que los puños de él en la madera. Pilar, abre la puerta, déjame entrar –le dice – no seas tonta. ¿Qué coño hace aquí? ¿A qué ha vuelto? ¿Es esto lo que entiendes por unas navidades un poco más felices? – piensa mirando una vez más al techo.

Alguien está subiendo la escalera. Se oyen murmullos, cuchicheos. Pilar, soy Juana, abre la puerta. Está Martín aquí ¿lo has visto?, no es el mismo, ya lo verás, está arrepentido. Anda, abre, los niños necesitan a su padre, verás que bien estamos todos juntos, es Navidad, abre Pilar, no me obligues a llamar a la Guardia Civil para que echen la puerta abajo, es tu marido y tiene sus derechos. Sí, piensa Pilar, el mismo derecho que tenía a apalearme, a dejarme medio muerta cuando andaba preñada de Julia, mi pequeña. El mismo derecho que tenía a dejarnos tirados en la más puta miseria.

Lo oye. Se abre paso entre las voces de Martín y Juana. Lo ha oído, es su número. Le da voz a la radio, el locutor repite el número de nuevo. Me ha tocado, Dios mío, me ha tocado, pero él ha vuelto. Pilar ¿estás ahí?, no te lo digo más, abre la puerta. Me ha prometido que no te vuelve a poner la mano encima. Oye los lloros de Julia, está asustada. Los niños no pueden ver el miedo reflejado en sus ojos, debe tranquilizarse. Abre la puerta.

Julia corre a abrazarse a sus piernas y estira luego sus bracitos para que la coja, ella no sabe nada de su infierno, aún no había nacido cuando el hijo puta se largó. El pequeño Martín intenta disimular su miedo a duras penas, le traiciona el ligero temblor que sólo ella percibe. Le coge de la mano y se la aprieta.

Mientras prepara la comida siente sus ojos clavados en la espalda. Intenta parecer tranquila cuando pone sobre la mesa la botella de vino y un par de vasos. A su cuñada también le gusta beber con la comida. Quizá con un poco de suerte, la terminen. Antes, con la disculpa de quitarles los zapatos a los críos, cogió de un rincón de su armario unas pastillas que le dio la señora un día que se quejó de no poder pegar ojo por las noches. Echó cuatro o cinco en la botella.

Juana se ha quedado dormida en la silla, al calor de la estufa que hay bajo la mesa camilla. Mientras lava los platos y recoge la cocina, le sirve otro vaso a Martín, que intenta meterle la mano por debajo de la falda cuando la tiene a tiro. Ella le esquiva, y dirige la mirada hacia los niños. Ojalá él entienda que es mejor dejarlo para luego. Le ve levantarse y dirigirse al baño. Se apoya en las paredes del pasillo. Cuando vuelve los ojos se le cierran. Mientras le observa echarse en el sofá, nota como se le acelera el corazón. Duérmete ya, cabrón, grita en silencio.

Hace frío en la calle. Camina de prisa con Martín agarrado a su mano y la pequeña en brazos, aún dormida. No lleva más que una vieja caja de cartón donde guarda los pocos papeles importantes que posee, y la bolsita atada a la cintura. Se sientan en un banco, en un pequeño parque, hasta que Julia se despierte, está rendida de andar con ella en brazos. Más tarde entran en una chocolatería a merendar. Hoy se va a permitir ese lujo, un chocolate caliente y unos churros. Los pequeños sonríen con la boca manchada de ese brebaje dulce.

El pequeño Martín estira de su madre, no entiende por qué vuelven, por qué su madre camina hacia la casa sonriendo. Están a dos manzanas cuando Pilar se para y se sienta con sus hijos bajo la marquesina de un parada de autobús que ahí allí mismo. Parece ensimismada. Se oye de pronto un gran estruendo y los niños se agarran a ella, asustados. Algunos transeúntes corren hacía el lugar de donde parece que ha venido el ruido. Parece una explosión. Pilar se pone en pie y camina despacio hacia allí. Una columna de humo se levanta hacia el cielo. Se oye una sirena de bomberos. Donde estaba su casa, sólo queda un montón de escombros. Un trozo de su armario es pasto de las llamas. Ha sido un escape de gas, oye decir a un hombre.

Ojalá os pudráis en el infierno, piensa Pilar, mientras da media vuelta y se aleja de allí. Buscará una pensión para pasar la noche. Y mañana temprano irá al banco a cobrar su papeleta. Feliz Navidad, dice bajito mirando una vez más al cielo. No me tengas en cuenta lo de dejar el gas abierto, y yo tampoco te echaré en cara la vida miserable que llevé hasta ahora. Estamos en paz.


martes, 22 de diciembre de 2009

Ahora que estamos solos


Otra vez he caído en la tentación ¿qué le vamos a hacer? Me gusta torturar a amigos y familiares. No sabéis la cara que ponen cuando en lugar de regalarles eso con lo que están soñando desde hace meses y que van dejando caer (como quien no quiere la cosa) entre charla y charla, aparezco yo, toda ufana, y les doy mi libro recién salido del horno, con dedicatoria incluida. Intentan disimular, parecer halagados por mi regalo, pero se que en el fondo (y por lo bajini) están echándome maldiciones ¡qué se jodan! Se lo tienen merecido por darme ánimos. Así que estas Navidades ya saben lo que les toca.



La edición de este nuevo libro de cuentos "Ahora que estamos solos" no sería la misma si no hubiese contado con la colaboración, consejo y apoyo de las tres personas que más quiero (a parte de mi familia): Inés, Juan y Tania (por riguroso orden alfabético). En realidad, mi vida, no sería la misma sin ellos. Gracias, una vez más, por estar siempre ahí, siempre a mi lado. Os quiero.

Pues bien, eso es todo, amigos... sed felices.







miércoles, 16 de diciembre de 2009


Estaba limpiando unos "sepionets" para la cena (un bicho parecido a la sepia, pero más pequeño) y entonces me acordé. El primer día que le vi, acabábamos de conocernos, nos dio por hablar de cefalópodos. No sólo de ellos, también creo que salieron a relucir otros seres de especies parecidas. Disfrutamos de un buen rato de divertida charla a costa de estos bichos, extraños, diferentes, que parecen venir de otra galaxia. Y mientras hablábamos de pulpos, calamares, sepias, mejillones (primos hermanos de los cefalópodos), observaba su risa, sus ojos chispeantes, como un niño dejando volar su fantasía. Y pensé: si este hombre derrocha la misma imaginación en la cama, tiene que ser la caña.
Me equivoqué.
En la cama era... normalito, pero hay que ver lo que daba de sí, en la ducha, en el suelo, en una silla... pura fantasía.
Desde entonces, cada vez que intento comerme un cefalópodo, me da la risa tonta, y al momento un ligero cosquilleo me sube por las piernas... ¿tiene sexo un cefalópodo?... voy a echar mano de la wikipedia y os lo cuento.

martes, 15 de diciembre de 2009

Siempre igual


(Imagen: "Siempre igual" de Sebastián Moreno Coronel)

Pasé la noche persiguiendo a un hombre desnudo. Me sentía excitada, traviesa y desvergonzada. Él corría como alma que lleva el diablo, quizá no quería que le alcanzase. Sólo fue un pensamiento fugaz, una esperanza. Siempre se dejan atrapar, siempre se dejan. A lo mejor estaba equivocada. Mientras le perseguía pensaba que alcanzarle era lo único que me importaba, como llegar a la meta, como encontrar un tesoro enterrado durante siglos, como poseer por fin aquello que me pertenecía. Y al mismo tiempo, no hacerlo era lo único que deseaba.

En la oscuridad escuchaba su respiración acompasada, delante de mí. Y las pisadas de sus pies desnudos sobre la tierra. A veces, una ráfaga de luz, como si los faros de un coche le alumbrasen, proyectaba su sombra en movimiento. Vislumbraba entonces, un trozo de sus piernas, o sus brazos, un círculo en su espalda, o una nalga tensa y reluciente. Aceleraba el paso al ritmo de mi corazón.

Silencio. Ya no son tan largas sus zancadas, está bajando el ritmo. Ya se para. Frente a mí, con los brazos colgando a lo largo del cuerpo, inmóvil, espera que le atrape. Y no quiero, ya no me interesa.

Tomo el camino de regreso. Vuelvo. Vuelvo a las andadas.





martes, 8 de diciembre de 2009

TEATRO: El congelador



Acabo de ver un nuevo capítulo de la serie de Canal 9 "Unió Musical Da Capo" y a cuyo principal protagonista, sin desmerecimiento de los buenos actores que le acompañan, Sergio Caballero, acompañado de Abel Zamora, tuve la suerte de admirar hace unos días, en la obra de teatro que pretendo comentar en este post.

EL CONGELADOR, de la compañía Oscura Teatre. Comedia dramática.

Esta compañía de teatro nace de la unión del actor y guionista Abel Zamora, y el también actor y director Sergio Caballero.

A raíz de un atraco perpetrado en una carniceria, el dueño de ésta y su empleado acaban encerrados en un congelador. Según transcurre el tiempo se va haciendo patente el final que a ambos les espera, se congelan las esperanzas de que alguien se preocupe por ellos, dos almas solitarias en un sábado cualquiera. Y ante esta situación dramática afloran toda clase de sentimientos: odio, ternura, sinceridad, rabia, sueños y esperanzas que jamás se harán realidad. A pesar de su dramatismo los diálogos están salpicados de un humor irónico que hace brotar en el público no pocas carcajadas.

Estos dos grandes actores llevan al público de la risa a la angustia, del miedo a la esperanza, durante la hora y pico que dura la representación. Una fantástica interpretación de una situación que puede parecer absurda y que acaba transformándose en una cruel realidad.

Mi más profunda admiración y enhorabuena a esta gran pareja de actores: Abel Zamora y Sergio Caballero. Gracias.


viernes, 4 de diciembre de 2009

Vidafaro - Final (AUTOR: ICONOCLASTA)


Yo cazador

Encontré una actividad para integrarme en la sociedad bolcariana; aunque fue Roniqueus quien la propuso: cazador.

Había una gran demanda de carne para consumo bolcariano en aquella región. A veces pasaban semanas sin ver a una de aquellas gigantescas naves aterrizando en lo que en principio creí que era una desmesurada autopista. A veces habían averías o bien, no se había dado bien la temporada de caza, no había granjas.

Para los bolcarianos el dramor era ternera de 1ª.

Para ellos, los bolcarianos y su sensibilidad, resulta casi imposible matar a un dramor, un extraño animal de carne muy apreciada. Cuadrúpedos, pelaje blanco y negro, de entre 80 y 90 kg de peso. Son semejantes a los jabalís en forma, y mortíferos.

Ante un ataque sus garras se convierten en cuatro cuchillas afiladas y largas, sus labios casi insertados a la fuerza en una cara chata y rosada son idénticos a los humanos, como sus malditos ojos; sus incisivos son enormes, como los de los rumiantes pero; cuando sus labios se encogen para mostrar agresividad dejan al descubierto unos colmillos de babuíno que dan pavor. Premolares y molares afilados y en forma de sierra. Son capaces de triturar madera.

Se alimentan principalmente de gorsna, aunque si pueden matar a un bolcariano y devorarlo, también lo harán. Son astutos y hay tantos que no es popular entre los bolcarianos salir al bosque si no van armados y preparados.

La cuestión es que si un dramor cae mal herido, los bolcarianos serían casi incapaces de matarlo si no se encuentran bien entrenados para tal fin.

Incluso para mí, un ser sin capacidades emotivas en ausencia de un bolcariano, se me hace difícil rematar a un dramor agonizante.

Cuando un dramor agoniza, da comienzo a una letanía que es igual sea cual sea el individuo, la pieza:

-No me mates, cúrame; estoy sufriendo. No quiero acabar así. Tengo compañera e hijos.- decían con una voz gutural y ronca moviendo aquellos obscenos labios humanos, babeando.

Si uno mira sus ojos, no sabría distinguirlos de un humano o bolcariano por su intensidad. Por su inteligencia.

Esto no lo puede soportar un bolcariano, así de repente. Los cazadores bolcarianos precisan de más de un año de entrenamiento para dominar sus emociones ante estos animales.

Si uno se acerca a un dramor llevado por la piedad, éste lo degollará de un zarpazo o le abrirá el paquete intestinal. Y morirá oyendo la risa del dramor, una risa jadeante y nasal, sarcástica. E intentará devorarlo hasta que las fuerzas se lo impidan.

En su vida normal y en libertad, los dramor sólo emiten una especie de bramido, como el de los ciervos en celo y jamás pronuncian una sola palabra bolcariana.

Casi nunca llego a oír sus ruegos de agonía, soy muy bueno apuntando con el fusil LSB1, dispara cápsulas de mercurio indeformables impulsadas por una pequeña explosión de hidrógeno que se crea en la cámara del fusil. Si las encuentro las puedo usar indefinidamente.

El Serpiente Verde me sirve de transporte.

Durante 3 días a la semana cazo y despiezo estos animales. Euni, después de su actividad de maestra me ayuda a dispensar la carne a quien lo desea. Le encanta hacerlo, a mí también, el saludo bolcariano me llena de calma y paz. A veces me encuentro sólo en el bosque deseando encontrar a un bolcariano al que saludar, al que apreciar.

He comenzado a entrenar a Jormen, el cual ha sido cautivado por la admiración que sienten los habitantes de la colonia por mi trabajo.

Le disparé a un dramor justo en un pulmón para que su muerte fuera lenta y Jormen conociera su letanía de muerte.

Y huyó llorando, llamando a Euni. Me llamó malvado.

Con el tiempo, aprenderá a obviar aquella letanía. Y será un cazador como yo en pocos años.

Y amo a Euni.

Y no pienso apenas ya en los terráqueos, tan sólo de forma anecdótica y despistada.

En Bolcar hay asesinatos y ofensas que se resuelven con simples peleas o con venganzas. El robo no es habitual y cuando se realiza alguno, al ladrón se le puede despojar de todo lo que tiene; aquí las leyes son sólo costumbres y lo único regulado es el censo de individuos y el control ambiental.

Las violaciones, que las hay, se pagan con la muerte, hay una jaula transparente en casa de Jadis, un bolcariano grande y afable, que se dedica a resolver este tipo de ofensas.

Al bolcariano violador se le clavan las manos a un poste y se le corta de un hachazo la punta de los pies. Se abrirá una puerta y dos dramor hambrientos lo devorarán empezando por los pies. No es habitual que estos animales usen sus mortíferas garras si no es para defenderse, así que al violador le espera un tormento de varias horas antes de entrar en shock.

Pero todos estos episodios de violencia y robo son muy raros, la gente muere sin saber cuando ni cómo y no se molestan demasiado en envidiar a otros. Viven su vida intensamente.

Es toda una filosofía adaptada, una vida extraña y sin vistas de futuro. Tan apasionada como cruel en su final.

Y es algo a lo que jamás conseguiré acostumbrarme. No me acostumbraré a ver morir a un amigo en su propia casa, en plena conversación. No puedo mantener una cara seria y grave ante la muerte de un bolcariano. A veces grito tanto que alguien avisa a Euni para que me venga a consolar. Y ella me obliga a mirar sus ojos, a besar sus labios y olvidar aquel cuerpo que se ha enfriado tan rápidamente.

Algo me corroe las entrañas cuando una madre bolcariana grita por su pequeño muerto. Me tengo que sujetar el vientre arrodillado.

Y todo ese sentimiento, a pesar del dolor, me llena, me hace sentir vivo y más hombre.

Pero ese dolor se acumula...

Soy feliz aquí, a pesar de que mis dientes se han teñido de verde y mis lágrimas son ahora más oscuras como la orina pero sin olor. Nunca serán negras como las bolcarianas.

Lidris, un médico, me dijo que es algo normal debido a la alimentación. Me han implantado una membrana artificial para poder disfrutar de la música. Incluso puedo entender los sonidos de los receptores de televisión.

Todo ha adquirido una deliciosa cotidianeidad.

No quiero que nada cambie.

A veces observo a Euni leer o realizar cualquier actividad y mi mundo interior se vuelve líquido y tranquilo. Suave. Jormen mi hijo me llena de un estúpido orgullo; sólo cuando Jormen muera cumpliré mi palabra y fecundaré a Euni, nuestro hijo nacerá bolcariano. De alguna forma mi mensaje genético quedará anulado en el vientre de ella.

Ha sido todo tan extraño y tan rápido que este diario me servirá para recordar todos y cada uno de los momentos vividos, hasta este mismo instante en lo que todo ha adquirido una tranquila uniformidad. Donde todo fluye tranquilo y mis sentimientos se desarrollan libres con mis amados y amigos bolcarianos.

Ya no siento necesidad de escribir en el diario. Ya no es necesario. Lo tengo todo ya.

La vida en Bolcar

De alguna forma, a pesar de los cinco años que llevaba Néstor viviendo en Bolcar, no ha sentido el paso de los años, no ha envejecido, ni arruga alguna se dibuja en su rostro.

Néstor sentía cierta inquietud por ello.

Néstor temía a veces vivir demasiado tiempo.

Jormen ya había alcanzado su desarrollo de adulto y sobrepasaba en altura a Néstor en unos cuantos centímetros.

Salían a cazar juntos y se separaban para cada uno acechar a una presa distinta. Sólo lamentaron la pérdida del dedo meñique de Jormen, que fue dolorosamente arrancado y devorado por un dramor agonizante.

A veces Euni y Néstor se burlan de Jormen llamándole el sinmeñique tontín.

Jormen los llama “cabrones mamones sin corazón” y los invita a que se vayan a “follar” y lo dejen tranquilo; se ríen todos a mandíbula batiente.

A pesar de saber que en cualquier momento morirán.

Euni y Néstor, como otros muchos días salieron a pasear por la Plaza Cósmica, a pedir unos bloques de música Jinga que estaban de moda. Y cuando comenzaron los astros a moverse, Néstor apretó la mano de Euni y se sentaron en uno de los bancos. En silencio. Mirando al cielo, sobrecogidos por el decorado estelar.

Néstor sentía una especie de angustia que lo elevaba a un nivel de conciencia superior cuando los planetas cambiaban la faz de Bolcar. Le encogía el estómago y parte de él parecía subir a las dos lunas que ocuparon el cénit en breves minutos.

Ella murió allí, a su lado. Sentada. Néstor pensó en un principio que ella usaba su hombro de apoyo, como tantas otras veces. Pero Néstor percibió la mano de Euni por el rabillo del ojo, una mano que intentó decirle algo durante un microsegundo.

Néstor lanzaba alaridos como un animal, mirando las lunas bolcarianas. Con Euni fría entre sus brazos, pidiéndole a los astros que le devolvieran la vida. Néstor parecía proferir los sonidos de los dramor agonizantes.

Lágrimas de una amarillo ambarino se deslizaban por sus mejillas.

Jormen se acercó a su padre y le abrazó, lloró con él unos minutos. Se separó de su padre y caminó por entre la silenciosa gente, la gente que aguantaba incluso la respiración ante aquella desgarradora desolación de Néstor. Los funerarios, tristes, esperaban pacientes a que Néstor dejara el cadáver en el suelo.

Jormen encontró a una joven entre la gente, se abrazaron ambos y el joven dejó de llorar. La mano de la bolcariana sujetaba la de Jormen con fuerza, dándole coraje y consuelo.

Algunos bolcarianos comenzarón a recoger las negras lágrimas de sus rostros con el dorso de las manos.

Jormen se acercó a su padre.

- Déjala Néstor. No la llores más, no aquí. Ve a casa y ámala, añórala tranquilo; sin llorar.

La joven pasó su mano por encima de la de Néstor, acariciándola con su peculiar saludo y por unos segundos una especie de consuelo se apoderó de él.

Y volvió a gritar desconsolado:

-¡Euni ha muerto! ¡Ha muerto mi vida!

Y las lágrimas de Jormen brotaron de nuevo, negras como la muerte. Y Néstor comprendió el dolor que le estaba produciendo.

Se abrazó a él dejando a Euni en el suelo y lloró por unos segundos en su hombro, apretando en él la boca para frenar los lamentos que salían de su interior.

Los funerarios realizaron su trabajo y Néstor marchó solo a casa; sin mirar la recogida del cadáver.

La gente retomó su ritmo y algunos rozaban la mano de Néstor al pasar junto a él. Algunos niños se abrazaban a sus largas piernas y él se sintió mejor. Les sonreía agradecido a pesar de que su corazón estaba dolorosamente desgarrado. Y agradeció en su interior todo aquel cariño que estaba recibiendo.

Cuando llegó a casa, todo olía a Euni y recordó sus palabras al conocerla. Recordó que debía encontrar otra mujer a la que amar.

Pero no podía, ahora no. Había tanto dolor y amor en su interior que se encontraba colapsado.

Y él se meció en el amor tranquilo que sentía por Euni, en sus besos, en sus orgasmos, en su sonrisa, en sus bromas...

En sus enfados por pequeñas cosas que al final los hacía reír.

Y su alma pareció relajarse, toda aquella agua que se deshacía por dentro, que convertía sus entrañas en algo viscoso, se fue diluyendo tranquilamente.

Y en poco tiempo volvió a la plaza. Se sentó en el banco y dirigió los ojos a las lunas. Las sensaciones de amor empezaron a desvanecerse para dar paso a una indiferencia que se apoderaba de su cerebro ausente de emociones cariñosas. La pena y el dolor se fueron convirtiendo en simples recuerdos. Y aquella transformación, el retorno a una mente fría y cínica lo asustó. No quería volver a ser aquel humano cínico sin interés por nadie.

El poderoso deseo de sentir amor le hizo levantar y aproximarse a una mujer bolcariana que lo observaba atentamente.

Cuando Néstor se acercó a ella la abrazó. Ella se separó y asintió con la cabeza.

- Soy Néstor, compañero de la muerta Euni. Tengo un hijo que ya tiene compañera. ¿Quieres amarme?

- Soy Zira y necesito amarte.- le dijo la bolcariana de ojos rojos.

Y se fundieron en un abrazo y un beso profundo, el amor corrió por el cuerpo de Néstor como una descarga eléctrica y a pesar de renacer otra vez todo aquel dolor por la muerte de Euni, amó a Zira con idéntica devoción. Ayudándose de ese amor para combatir la cancerígena pena de haber perdido a Euni.

Zira quiso vivir en el hogar de Néstor y dejar su vivienda a Jormen y su compañera.

Así no era necesario que les acomodara otra vivienda Roniqueus.

Néstor no sabía si sería capaz de aguantar otra desaparición. Le pesaba día a día en la mente, como un tumor. Tenía un miedo atroz a que Zira muriera. Le costaba un sacrificio enorme pensar sólo en la vida, vivir sin tener en cuenta la muerte, aquellas muertes. Cuando salía a cazar su mente se encontraba partida y deseaba estar con Zira, la echaba de menos. Temía su muerte.

Jormen decidió no separarse de su padre en las cacerías; comprendía que el amor de Néstor hacia Zira no apagaba el dolor de la muerte de Euni. Eso no ocurría con los bolcarianos.

- No es bueno que estés solo ahora Néstor.

Pero Néstor temía que un día Jormen se tornara frío de repente.

Néstor temía la sobrecogedora y fría muerte de los bolcarianos.

E intentó vivir con esa desazón, se esforzó por acostumbrarse al miedo. A veces leía el diario de su llegada a Bolcar, y de su adaptación al nuevo medio.

Y a pesar de toda esa carga de dolor que ahora arrastraba, jamás volvería a La Tierra, jamás abandonaría a Zira ni a Jormen. Jamás se arrepintió de los muertos en La Tierra.

Su cerebro no era bolcariano, no podía obviar aquella vida de ruletas rusas. Su mente era increíblemente sensible ante aquellos seres.

Tan sensible que sería incapaz de matar a uno de ellos si de ello dependiera la vida del resto de la colonia. Aunque ese ser llorara años enteros, no podría convertir su pena en ira.

Había un exceso de dolor en la mente de Néstor que no encontraba sitio hacia donde expandirse y comenzó a tener dolores de cabeza fuertes y continuos.

Sólo los abrazos de Zira calmaban esa presión, sólo la calidez de un roce bolcariano podían aliviar esa tensión interior.

En uno de esos espantosos dolores de cabeza, acudió al domicilio del doctor Lidris. Éste le aseguró que no era grave, que su mente se acostumbraría y le recetó una especie de hierba llamada chala, aquello le proporcionaría un alivio instantáneo.

- Néstor, según los análisis de ADN que te he realizado, no sufrirás enfermedad alguna. Tu esperanza de vida se sitúa en los 150 años. Posiblemente nos verás morir a todos, condenado hombre con suerte.

- No podré aguantar esto tanto tiempo, Lidris. Será excesivo, amigo mío.- le respondió Néstor abatido.

Lidris tragó saliva y le acarició la mano.

Néstor marchó tremendamente cansado a cazar. Solo.

Un tiro no suficientemente certero dejó malherido a un dramor.

- No me mates. Cúrame. Estoy sufriendo. Tengo familia.- el dramor vocalizaba con voz gutural y agónica cada palabra. Sus ojos verdes estaban inyectados en sangre y no se correspondía ese brillo cruel con las palabras de piedad que vocalizaba. Las membranosas orejas del dramor se movían espasmódicamente, como las alas rotas de un pájaro que intenta volar.

Néstor apuntó a su cabeza.

- No me mates...

Néstor no pudo disparar porque unas lágrimas emborronaban su visión. Las oscuras lágrimas...

Y bajó el fusil.

Y el dramor saltó hacia él, sus garras mortales hicieron cuatro grandes cortes paralelos en su cuello, seccionando la carótida. Un pequeño surtidor enviaba su propia sangre al rostro y de ahí entraba en sus labios, dulzona y acre.

Y mientras se ahogaba con su propia sangre, el dramor moría triturando su pie derecho. Néstor no lo sentía. No movía el pie.

- Zira, mi vida, muero amándote. Jormen hijo mío, me alegro de haber muerto antes que tú.

Me muero amandoos.

- 150 años... ¡Ja!.- deliraba mirando los ojos ya muertos del dramor muerto que se hallaba entre los restos de su pie. Muriendo.

Jormen encontró a su padre a las 5 horas de su muerte.

Y allí en el bosque, sin que nadie le viera lloró durante más de una hora.

Cuando su llanto se asemejó al canto de las ballenas, oyó las voces de agonía de al menos 8 dramor que se encontraban por las cercanías. Y prosiguió su llanto hasta que su frecuencia deshizo los cerebros de los animales.

Cargó el cadáver de Néstor en el Serpiente Verde y lo entregó él mismo a la funeraria.

Acudió a la casa de su madre y aguantó con entereza el llanto de Zira, la consoló hasta que sus brazos le dolieron de abrazarla.

Hasta que ella rozó su mano en señal de agradecimiento.

Cuando aún pesaroso llegó a su casa su compañera Tiris le recibió con el cadáver de su hijo de 3 meses frío entre los brazos.

Y abrazó el frío cadáver intentando darle su calor. Cambiar su vida por la de su pequeño hijo.

Lo dejó en el suelo y secó las negras lágrimas de Tiris. Y la abrazó con fuerza, amándola, hasta que ella comprendió que no debía morir de pena. Y Jormen tragó durante todo el proceso el dolor de la muerte de su hijo, la de su padre. Como una píldora amarga y dolorosa; como cristal molido.

Tiris vio súplicas de vida para ella en los ojos de su amado Jormen, le suplicaba que no muriera. Los grises ojos de Jormen, la confortaron. Y la fecundó de nuevo. Allí, olvidando todo aquella pena y convirtiéndola en amor. Como tristes alquimistas transmutadores de plomo en oro.

Es la vida en Bolcar.

Fin.

Espero que hayáis disfrutado de esta historia. Una vez más, gracias querido Ico por prestármela.





miércoles, 2 de diciembre de 2009

Vidafaro VI (AUTOR; ICONOCLASTA)


Imagen: ACGA (Cristal Rasgado)

El representante de la colonia: Roniqueus


- Néstor vamos a desayunar, el trivel ya está a punto.

Me dio unos pantalones de Lorton, su difunto compañero de vida. Y salimos al salón, allí en la mesa esperaban unos vasos humeantes que era el desayuno. Era té y una especie de galletas que sabían a lechuga. Ese extraño almuerzo me agradó al paladar y sació mi hambre. En el receptor se veía un programa informativo y el Serpiente Verde volvió a aparecer.

- ¿Qué ocurre con él, Euni? ¿Soy bien recibido?

- Eres famoso Néstor, hacía más de 50 trilidios (6 siglos) que no llegaba ningún extranjero a Bolcar.

- Tu vehículo será guardado y puesto a tu disposición hacia el mediodía. Hoy se presentará ante ti el representante de la colonia para darte la bienvenida y preguntarte de los motivos y deseos de tu visita a Bolcar.

- ¿Y cómo nos encontrará el representante?

- Néstor, nos unimos en el parque ante más 500 personas que nos observaban atentamente. Incluso él podría haber estado allí. Nos conocemos unos cuantos y unos cuantos conocemos a los que conocen a otros. ¿No funciona así en La Tierra?

- Euni, en La Tierra nadie mira a nadie.

Ella acarició mi mano.

En la televisión un bolcariano bailaba y movía los labios.

Euni mecía la cabeza al ritmo de una música que yo no conseguía captar, tan sólo un conjunto de sonidos sin melodía alguna. Y eché de menos la música.

Aún estábamos sorbiendo los últimos restos de té cuando llamaron a la puerta.

Euni abrazó a un hombre de mediana altura y de ojos rosados. Estaba muy delgado pero; unos músculos finos y estriados dejaban ver un vigor importante; estoy seguro de que éste debió nacer para correr en los 1000 m. lisos.

- Néstor, él es Roniqueus nuestro representante.- anunció Euni sonriente.

Avancé hasta él e inició el saludo bolcariano de presentación, el abrazo que yo tímidamente deseaba realizar con aquellos seres y así sentir esa increíble e inquietante sensación de calidez y aprecio. Todas esas sensaciones que en La Tierra me era imposible sentir.

- Bienvenido amigo Néstor, amado de Euni. Padre de Jormen.- y sus brazos me rodearon al tiempo que yo le rodeaba a él.

- Encantado de conocerte, Roniqueus.

- Sabíamos de tu venida desde que partiste de la Tierra, nuestros satélites se hallan en puntos estratégicos del hiperespacio y controlamos las transmisiones.

- Conocemos las intenciones de los terráqueos, quereís nuestros metales preciosos, los cuales tarde o temprano descubrirás. ¿Piensas exterminarnos por ellos? Hemos descubierto tu sensibilidad hacia nosotros, sabemos de tu amor por Euni. ¿Vas a matarnos a pesar de ello?.- Su rostro adoptó una mirada ofensiva y hostil, me miró fijamente al cerebro, noté su mirada en mi córtex.

Quedé callado, helado. De repente quise llorar ante lo que tuve en mente hacer. Si hubiera encontrado algún metal precioso habría llegado a la ciudad y sin bajar del Serpiente Verde hubiera creado un holocausto nuclear.

Comencé a sentirme como si lo hubiera hecho.

- No voy a mataros Roniqueus. Incluso he comenzado a olvidar el por qué me encuentro entre vosotros.

- Lo sabíamos.- y me abrazó de nuevo.

- Hemos inutilizado las armas nucleares y los artefactos explosivos; tememos accidentes. Las armas de mano y caza están intactas y puedes hacer uso de ellas cuando te plazca. Pero queda un problema: ¿Qué pasará con tu silencio? ¿Cómo lo tratará Barcelonamarenostrum Confederada?.- sus ojos me observaban atentamente, no parpadeó verticalmente ni un solo instante pendiente de mis reacciones.

- Enviarán otra nave si no obtienen respuesta en 5 días. Y esta vez con 3 tripulantes. No bajarán de la nave, no harán contacto con nadie; ni siquiera les preocupará la atmósfera. Encontraran una partícula de metal precioso y procederán a la destrucción.

-¿Y por qué no lo habéis hecho desde un principio?

- Es una cuestión de respeto a los científicos, a los investigadores. Yo soy la única toma de contacto entre vosotros y ellos. Esperan que les explique lo que he visto, que envíe los informes y análisis propios de un protocolo para una nueva forma de vida descubierta. Esto es un proceso de transmisión manual, secundario. No como la transmisión de alerta de metales preciosos que es automática, en el momento en que se detecta cualquiera de los metales o minerales listados el proceso es imparable. Incluso yo muerto, el proceso se haría mediante control remoto.

- ¿Qué podría provocar la indiferencia hacia Bolcar?

- Lo contrario de la causa de su destrucción: ausencia de metales y minerales preciosos y mi inmersión en el hiperespacio rumbo a La Tierra; la entrega del informe a los investigadores... En fin todo aquello que pudiera demostrar que aquí no hay nada de valor.

- Habéis destruido 14 planetas y 4 de ellos con vida inteligente.¿Tanta riqueza precisáis?

- Verás Roniqueus, casi todos los humanos tienen carencia de emociones, de ciertas emociones dijéramos, piadosas. Nuestros cerebros mutaron a consecuencia de modificaciones transgénicas en algunos alimentos, concretamente en los tomates. El nivel de inteligencia aumentó en la misma medida que nuestra agresividad. Los políticos sólo pueden ganarse al pueblo regalándole riquezas y descubrimientos.

- Néstor, si nosotros llegáramos a transformar nuestra serenidad en ira, vuestro planeta desaparecerá del universo. Tenemos un nivel superior a vosotros. No tenéis la más mínima posibilidad de sobrevivir a un ataque nuestro. Así que ahora está en tus manos, por decirlo de una forma amable: ¿Vuelves a La Tierra y los engañas después de que hayamos falsificado una señal de hallazgo negativo de metales?

O bien, podrías quedarte con nosotros y asistir a una lección que daremos a La Tierra, algo que no olvidarán en milenios.

- A mi no me importan los terráqueos, amo a Euni y Jormen, sois vosotros los únicos que me han permitido hasta ahora sentir este tipo de emoción. Y no pienso volver allí.

- ¿Podrás soportar la destrucción de vida animal (humana e irracional) en todo el continente africano? ¿Podrás soportar como 975 millones de seres humanos van a deshacerse literalmente durante 3 minutos y que su agonía será horrible?.

- Lo podré soportar pero; ¿cómo conseguiréis eso? ¿Por qué África?.

- Conseguiremos el holocausto gracias a una bacteria que creamos hace apenas un par de años. La liberaremos cuando tu nave se estrelle en África; y será África la que sufra las consecuencias porque es el continente más rico y la cuna de la civilización humana. Donde nació el primer homínido según vosotros. Será un golpe psicológico total.

- Tras la extinción africana, liberaremos una bacteria inocua que eliminará la bacteria licuadora. Si observamos que se insiste en la prospección metalífera planetaria, acabaremos con la raza humana en apenas 2 semanas.

A mí me daba igual, son unos cabrones los terráqueos, tanto como yo.

- Nos hemos de poner en movimiento, haré unos informes atmosféricos y biológicos sobre Bolcar. Conduciré el Serpiente Verde por donde digáis, ya que preciso realizar 5 horas más de análisis en continuo para que de un mensaje negativo de metales preciosos.- hablé tranquilo y decididamente.

Sin pensar por un segundo en los seres que iban a morir; es la gracia de carecer de Sentimientos.

El proceso resultó ser francamente sencillo. Conduje el Serpiente Verde por la ruta que ellos me indicaron, conducía yo solo, era preciso que no hubiera otra señal vital en el vehículo.

Al cabo de 5 horas una señal en el ordenador, me aconsejaba la redacción de informes y tomas de muestras biológicas antes de retornar a la nave y emprender el regreso a La Tierra. El resultado de la búsqueda era negativo.

Realicé informes durante 3 días, trabajé a toda máquina compartiendo momentos íntimos con Euni. Amándola. Admirando a mi hijo Jormen.

Se insertaron en el ordenador videos en los que yo me comunicaba con La Tierra y daba a entender que había algún tipo de problema en la nave.

La nave espacial fue cargada con 120 contenedores que portaban la bacteria licuadora.

El gobierno bolcariano lanzó satélites y sondas hacia el hiperespacio camino a La Tierra para monitorizar el proceso. En uno de ellos se cargaron 10 contenedores con la bacteria neutralizante, la que se encargaría de frenar el proceso de licuación una vez se hubiera extinguido la vida animal en África.

A los 21 días de mi llegada a Bolcar, llegaron las primeras imágenes de La Tierra. Gente que aullaba de dolor caminando y dejando un reguero de si mismos sin saber que hacer, sufriendo esa licuación de los tejidos que comenzaba por los pies. Seres que se abrazaban a otros y sus cuerpos se mezclaban de forma horrorosa, se despegaban dejando sus huesos al aire, dejando tejido de más en el compañero al que se abrazaban según el estado de licuefacción de cada uno.

Hombres, mujeres y niños de gelatina enrojecida.

Bolcar se sintió conmocionado por las imágenes recibidas, pero todos eran conscientes de que estaba en juego sus vidas. A mí no me afectaba mucho; sinceramente, apenas nada. Y me indignaba ver a Euni y Jormen atónitos y tristes ante las imágenes de dolor que sucedían en aquel planeta tan lejano como hostil, me dolía su pena. Yo los consolaba sin sentir gran cosa por aquellos humanos que se deshacían entre gritos y gestos de dolor.

A los cuatro días se liberaron las bacterias neutralizadoras en África y en Bolcar se empezaron a emitir las imágenes de gobernantes y manifestaciones terráqueas que dejaban ver un clima de horror y crispación. Los terráqueos achacaron el holocausto africano a la contaminación que llevaba consigo mi nave espacial, la cual quedó desintegrada con el choque en una pequeña localidad del valle del Rif.

Se anularon las exploraciones planetarias. Fueron cesados gobernantes y funcionarios de sus cargos. Toda la responsabilidad recayó en Barcelonamarenostrum Confederada. El departamento de Demoliciones y Prospecciones Planetarias se disolvió y su director Josep Aguilator fue condenado a muerte en nombre de los 950 millones de muertos. Fue decapitado en el Parque Güell ante el alborozo y festividad de los asistentes al acto.

Y me encontré admirando a Euni y a Jormen con un tranquilo amor; cada día, con deseo sereno. Amaba a Euni por encima de mí. Con Jormen aprendí a ser padre.

(Mañana... el desenlace)