Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

viernes, 8 de junio de 2012

Un martes en mi vida ( Del libro "Ahora que estamos solos")




Hoy es un gran día, volvemos a vernos. Quiero estar radiante, sensual, quizá aparentando fría indiferencia... ¡qué difícil! Éste me hace gorda. Pues lo siento, chica –murmura el espejo- yo no hago milagros, tan sólo reflejo lo que en mí se mira. Pues vaya una ayuda, ¡cállate! no sea, que de una patada te rompa en cachitos y ya no haya nadie que pueda arreglarte. Y asustado, calla. Con éste parezco una carmelita, y con éste
una mujer de esas, de la mala vida. ¡Señor! ¿qué me pongo? ¿y si lo echo a suertes como cuando niña? Pito, pito, gorgorito, ¿dónde vas tú tan bonito? a la era verdadera, chim, pom, fuera. Ya está ¡decidido!¡Ay! Se me hace tarde. Con estos zapatos no puedo correr, sólo me faltaba romperme una pierna. ¡Vaya pensamientos! Tú calla y camina. Ya llegué al garito donde hemos quedado, me voy a la mesa del fondo, escondida. ¿Por qué estoy nerviosa? Vamos, tranquilita, que no pasa nada. Pues eso es lo malo, nunca pasa nada. Mi pierna derecha se cruza impaciente sobre su gemela. Y el pie, despistado, sigue el ritmo loco de la melodía que suena en la radio: arriba y abajo, abajo y arriba. Descruzo la pierna, la vuelvo a cruzar. Busco en el teléfono alguna llamada que igual con las prisas, no pude escuchar. Nada, está vacío. Enciendo un cigarro. Entras por la puerta, con paso tranquilo. Ya sé, me dijiste, que el ser puntual no está entre tus vicios. Te acercas, te sientas. Me miras, te miro. Sonríes, sonrío. Y así nos quedamos. Yo miro tus labios. Tus ojos se pierden dentro de mi escote. Fumo sin parar. Y tu te concentras en una pequeña gota de sudor, que desciende lenta hasta el mismo centro del estrecho valle que hay entre mis pechos. Siento que se deben notar mis pezones. Me miras, te miro. Me aguanto las ganas y hablamos del tiempo. ¡Qué calor ha hecho todos estos días! Sí, ¡ojalá lloviese!. Pues puede que sí porque viniendo hacía aquí, he oído algo así
como un trueno. ¡Mal rayo te parta! –esto no lo digo, lo pienso en silencio- pero mi mirada creo que echa fuego. La tuya pasea por todo mi cuerpo, se para en mis ojos, me habla en silencio. Y yo no la entiendo. Pasan los minutos, y llegan las horas. Al fin, no creo que éste sea mi gran día, tan sólo será un martes cualquiera. Tu estás muy tranquilo, tan sólo tus manos veo que se impacientan, los dedos nerviosos, sobre la madera, van marcando el ritmo que mi pie acompaña. Pasará la noche, lo sé, ya lo veo venir: como dos idiotas, nuevamente hoy, perdemos el tiempo.