Imagen: Valery Velikof
Cabalgo sobre sus rodillas,
pelvis contra pelvis,
enlazadas las manos.
Enroscada en su sexo
empiezo el balanceo,
adelante, atrás,
adelante, atrás…
su voz llega lejana,
perdida entre las brumas del deseo…
“Aserrín, aserrán,
los maderos de San Juan,
los del Rey sierran bien,
los de la Reina también…”
Otra vez, otra vez…
y repite el estribillo sin descanso,
mientras arqueo la espalda
y rozo con la cabeza el suelo.
“Aserrín, aserrán…”
y sigue el juego…
“los del Rey sierran bien,
los de la Reina también”.
Y es la última tilde
un acento en mi sexo.
pelvis contra pelvis,
enlazadas las manos.
Enroscada en su sexo
empiezo el balanceo,
adelante, atrás,
adelante, atrás…
su voz llega lejana,
perdida entre las brumas del deseo…
“Aserrín, aserrán,
los maderos de San Juan,
los del Rey sierran bien,
los de la Reina también…”
Otra vez, otra vez…
y repite el estribillo sin descanso,
mientras arqueo la espalda
y rozo con la cabeza el suelo.
“Aserrín, aserrán…”
y sigue el juego…
“los del Rey sierran bien,
los de la Reina también”.
Y es la última tilde
un acento en mi sexo.
(Junio 2007)
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