Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

miércoles, 15 de julio de 2009

De nuevo, la vida (Siete)


(Imagen: Saint-Cirq-Lapopie)

Sábado, 8 de abril de 2006

He hablado con él. He hablado por teléfono con Paul, el pintor. Todavía estoy temblando. No puedo explicar la multitud de sensaciones que he sentido al escuchar su voz. Me defiendo bastante bien en francés, pero no podía evitar tartamudear debido al estado de nervios en que me encontraba. Hubo un momento, cuando respondió, que mi mente se quedó totalmente en blanco. Aunque creo que él también se puso algo nervioso. No sé, Enrique dice que ha cambiado mi forma de hablar, quizá le he recordado a Dolores.

Al decirle que era española ha empezado a hablar en un castellano fluido y parece que he podido relajarme un poco. Todo ha sido idea de Mari Cruz, no sé qué haría yo sin ella. Yo deseaba conocer al pintor, pero no se me ocurría de qué forma podía abordarle, entonces a ella ha pensado que podíamos hacer un reportaje para el suplemento dominical del periódico, sobre arte. Hacemos la pareja perfecta, ella la fotógrafa y yo la periodista. A Enrique no le hacía ni pizca de gracia, pero al final ha claudicado. No sé qué pretendo, sólo quiero ir allí, a su casa. Quiero dejar de tener sueños en los que aparece Dolores. A veces tengo la impresión de que ella me necesita para alguna cosa, que me tiene alguna misión encomendada.

Al principio, Paul se mostraba algo reticente, pero he desplegado todo mi encanto y al final conseguí convencerle. Ha dado su consentimiento.

Salimos el lunes. Mari Cruz ya ha reservado habitación en un pequeño hotel de la zona. Vamos sin prisas, sin planificar fecha de regreso. Yo, en el periódico aun sigo con mi recuperación, y ella ha solicitado unos días de vacaciones, aunque ha explicado la idea del reportaje y les ha parecido bien.

No paro de darle vueltas a la cabeza, pensar y pensar. Tengo miedo de hacer o decir algo que descubra mis intenciones. No, no temo hacerlo yo. Temo que sea ella la que intente alguna cosa utilizándome a mí. No, creo que no. En el fondo casi estoy segura de que ella no quiere hacer ningún daño al pintor, pero no puedo dejar de sentir algún atisbo de duda.

Últimamente también aparece en mis sueños el “hombre hermoso”. Me he acostumbrado a llamarle así. Le veo triste, muy triste, pero con una serenidad que me impresiona. Cuando sueño con él, no dejo de pensarle en todo el día. Me inspira tanta ternura. Algo así como lo que se siente cuando ves a un niño abandonado.

Enrique está preocupado, lo sé. Por más que intento convencerle de que para mí serán como unas pequeñas vacaciones, que me conviene alejarme unos días de aquí, respirar otros aires, distraerme… sé que él lo pasará mal los días que esté fuera. Pero no puede venir con nosotras, no quiero que venga. Tengo suerte, él lo comprende y siempre respeta mis decisiones. Creo que ese respeto mutuo hacia la intimidad del otro es lo que ha hecho que nuestro matrimonio funcione.

Dos días, sólo quedan dos días para llegar a Saint Cirque…

No hay comentarios: