Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

viernes, 17 de julio de 2009

De nuevo, la vida (Ocho)



Lunes, 10 de Abril de 2006

El viaje ha sido algo cansado pero encantador. Enrique estaba empeñado en que viniésemos en avión, pero a Mari Cruz le gusta conducir y yo me he sentido muy bien sentada a su lado, disfrutando de hermosos paisajes primaverales. Salimos muy temprano de Madrid y emprendimos el camino sin prisas, parando allá donde nos apetecía.

El hotel es una preciosidad, pequeño y familiar, muy acogedor. Está ubicado en una antigua casona del siglo XVI que ha sido restaurada, pero conservando las características de su primitiva construcción: paredes de piedra, suelos de madera, tejados con tejas planas. Las habitaciones también están decoradas en consonancia con la época, grandes camas con cabeceros tallados en madera, antiguas bañeras con patas, grandes ventanales también de madera, por los que se pueden admirar preciosas vistas. Todo ello dotado, al mismo tiempo, de las comodidades propias de estos tiempos. Después de darnos una ducha y colocar nuestras pertenencias en los armarios, nos sentamos en una pequeña terraza, cerca del acantilado, y Madame Clarisse, la dueña del hotel, nos ha servido unas pastas y un café.

Nos dedicamos durante unas horas a repasar todos los datos que hemos podido reunir sobre nuestro pintor, que no ha sido el único que eligió esta localidad para pasar parte de su vida, pues por su especial encanto, es lugar favorito de pintores y escritores. Sabemos que Paul se casó con Dolores a los treinta y cuatro años, cuando ella estaba a punto de cumplir los veintitrés. Desde entonces han pasado quince años, por lo que muy pronto llegará a la cincuentena. Al parecer, y según las noticias de la época se conocieron en un viaje que Paul realizó a España con motivo de una exposición conjunta con otros pintores franceses. Ella tocaba el violín en una famosa orquesta que daba un recital en la misma ciudad. Se encontraron en una fiesta y el pintor se enamoró de aquella atractiva joven, de cabello negro, que empezaba a cosechar éxitos en su carrera artística.

Durante un tiempo se reunían de forma esporádica cuando sus compromisos profesionales se lo permitían, pero pronto se cansaron de esa situación y decidieron contraer matrimonio, eligiendo Saint-Cirq-Lapopie como lugar de residencia. En cuanto a su vida privada poco más hemos podido recopilar, al parecer su existencia transcurría apaciblemente en este idílico lugar, y sólo contadas ocasiones se les pudo ver en algún acto público relacionado con la carrera profesional del pintor. Dolores, por su parte, abandonó la música, lo que algunos críticos tacharon de “un verdadera pena desperdiciar su talento”.

La trayectoria profesional de Paul parece haber sufrido altibajos, debido sobre todo a diferentes cambios muy notorios en su estilo pictórico. El primero se produjo por las fechas en que Dolores entró a formar parte de su vida y se mantuvo durante algunos años, una década aproximadamente. A partir de entonces dio un giro radical y empezó una época en la que sus cuadros fueron muy admirados y su cotización se elevó considerablemente. Según las últimas noticias, está preparando una nueva exposición que tiene en vilo a expertos y profesionales de la pintura.

No hemos podido encontrar por ninguna parte referencia alguna al “hombre hermoso”, y eso no deja de extrañarme. Si aparece en mis sueños es que algo tiene o ha tenido que ver con Dolores. No es un extraño, pero no logro adivinar quien puede ser y qué tiene que ver con lo ocurrido.

Mientras Mari Cruz va a dar un paseo, opto por quedarme un rato más sentada en la terraza. Hace un rato que Madame Clarisse pasa por nuestro lado disimulando, y no deja de observar nuestros portátiles y los papeles que tenemos esparcidos sobre la mesa. Creo que siente curiosidad por el motivo que nos ha traído aquí, y seguramente se muere de ganas por averiguarlo. Me interesa hablar con ella, quizá pueda aportarme algunos datos sobre Paul y su relación con los vecinos de Saint-Cirq.

Cuando se acerca para servirme el café que acabo de pedirle, le pregunto si tiene un momento para sentarse conmigo.

- Oui, Madame, encantada ¿qué se le ofrece?

- Verá, soy periodista y mi amiga, fotógrafa. Estoy convaleciente de una operación y aprovechando mi estancia aquí para recuperarme, voy a hacer un reportaje a un vecino ilustre, el pintor Paul Montcour, supongo que le conoce.

- ¡Mon Dieu! Claro que le conozco, lleva aquí viviendo muchos años. Pobre, ha sido una gran desgracia la muerte de su esposa.

- ¿Le conocía?

- Oui, era una mujer preciosa, siempre alegre, le gustaba pasear por el pueblo y comprar en el mercado, aunque algo le pasaba últimamente, ya no se le veía tanto por aquí, decían que estaba enferma.

- ¿Vivían solos?

- Sí, pero durante el día Madame Eloïse se ocupaba de la casa. Es una mujer algo mayor, vive aquí cerca.

- ¿No había nadie más en la casa? ¿Está segura?

Se queda un rato pensativa mirándome fijamente.

- ¡Ah! Usted se referirá a Igor.

- ¿Igor?

- Sí, un muchacho que apareció un día con el señor Paul, después de un viaje que hizo a Rusia. Yo sólo le vi una vez, no salía de la casa, sólo Madame Eloïse le conoce un poco más, pero ella es de pocas palabras y guarda absoluto secreto sobre sus señores.

- ¿Sabe si sigue viviendo allí?

- No, Madame, lo siento pero no lo se, aunque ¿dónde podría ir el muchacho?. Madame ¿irá a visitar a Monsieur Paul?

- Sí, mañana a las diez tenemos una cita con él ¿cree que me recibirá bien?

- ¡Oh! es un hombre encantador, aunque no le gusta mucho que se metan en su vida privada, y últimamente ha sufrido un duro golpe.

- Gracias, Madame Clarisse, me ha servido de mucha ayuda. Ya le contaré cómo nos ha ido.

Cuando aparece Mari Cruz, Madame Clarisse se retira a la cocina para preparar la cena y mientras esperamos le cuento lo que he averiguado. Después de dar buena cuenta de las sabrosas viandas que nos han servido, nos vamos a descansar. Mañana nos espera un interesante día de trabajo. Los nervios no me dejan dormir, pero al fin me dejo acunar por el murmullo del agua del río hasta que me vence el sueño.

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