Hace apenas dos años que cambié de trabajo. Esperaba ascender en el escalafón del organigrama de la nueva empresa, una sociedad con vocación de multinacional que poco a poco va haciéndose más importante en su sector.
Más o menos sigo desempeñando una labor parecida a la anterior, pero mi sueldo ha engordado un poco y mi nuevo jefe es un tío cañón, que siempre alegra la vista y hace que la jornada laboral sea más llevadera.
El tipo es un bombón al que le andan detrás la mitad de la plantilla femenina, y creo que me quedo corta. Pero él parece hacer caso omiso del acoso y la provocación a que se ve sometido diariamente y mantiene siempre una distancia prudencial con sus empleadas, al tiempo que se muestra frío, hierático y majestuoso. Lo que no hace más que avivar pasiones incontroladas.
Yo me mantengo al margen de todo eso, sobre todo porque me parece que es un hueso duro de roer y porque estoy escamada y bastante harta del genero masculino en general y de algunos hombres en particular.
Ayer por la tarde terminé un poco antes mi jornada laboral a causa de algunas gestiones personales que debía solucionar. Al llegar a casa, casi entrada la noche, fui a comprobar si tenía algún correo de la oficina, pues esperaba unos datos que debía haber recibido esa mañana.
No había ni rastro del mail esperado, pero sin embargo en mi bandeja de entrada aparecía uno de mi jefe. Pensé que seguramente sería una de esas comunicaciones interiores que últimamente mandan por correo electrónico. En el asunto figuraba la palabra “Importante”.
Lo abrí y cual no sería mi sorpresa al leer su contenido:
Te quiero
¿Qué? Mi “¿qué?” fue tan exagerado y en un tono tan elevado que hasta mi vieja tortuga que estaba dormitando en su rincón preferido, sacó la cabeza del caparazón y abrió los ojos desmesuradamente (todo lo desmesuradamente que puede abrir los ojos una tortuga). Cuando conseguí salir de la estupefacción que me habían producido aquellas dos palabras, fui a comprobar si de verdad el remitente era mi jefe. Sí, así era, Eduardo Peralta i Castellnono, nombre completo y dos apellidos. Y era el tipo de letra que él solía utilizar.
¿Esperaba que le respondiese? Sí, claro, de otro modo no me lo hubiese enviado ¿no? ¿y qué le digo? Empecé a pasear por la habitación, arriba y abajo, abajo y arriba, hasta que en un arrebato me senté frente al ordenador y escribí:
Opción A: Te has equivocado de destinataria.
Opción B: Esto es un virus malicioso que destruirá mi disco duro (como el “I love you” pero en cristiano)
Opción C: Te has puesto ciego de whisky.
Opción D: Condimentaste el pescado de la cena con maría creyendo que era perejil.
Opción E: Pretendías hacer un chiste para hacerme reír… lo has conseguido.
Opción F: Eres de la estirpe de los románticos y piensas que esas dos palabras son la llave maestra para conseguir un buen polvo. Y a lo mejor tienes razón y acepto, aunque con pedirme una cita hubiese bastado.
Sin pensarlo dos veces, hice clik en el botón de enviar.
Esperé nerviosa, fumando un cigarro tras otro, sin apartar mis ojos de la pantalla. Mi vejiga pedía alivio a gritos, y tenía la garganta reseca como papel de lija, pero no me atrevía a moverme de allí. Por fin, apareció el cartelito avisándome de la llegada de un nuevo correo que decía:
Opción G: Un fallo en el sistema envió el correo sin terminar, cuyo texto era el siguiente:
“Te quiero aquí mañana a las 8 en punto, con el expediente que te encargué ayer, terminado, para poder llevar a cabo la reunión que quedó pendiente el pasado lunes. No admito excusas. Mañana sin falta.”
Pd: Terminada la reunión hablaremos despacio sobre tu opción F que a primera vista no me desagrada.
¡Trágame tierra! Exclamé, y mi vieja tortuga volvió a mirarme con ojos desorbitados. Eso me pasa por bocazas, que soy una bocazas. Y menos mal que el dichoso expediente está terminado que ante todo soy una profesional competente. Y ahora ¿cómo me presento mañana delante de este hombre?...
Sexy, con la ropa más sexy que tenga en el armario.
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Buen fin de semana.
El próximo lunes otro nuevo capítulo de "El último refugio".
2 comentarios:
Venía, como de hábito, a leer el último capítulo publicado de "El último refugio y me encuentro con esa auténtica joya, esa maravilla de relato que es Opciones. Humor en la dosis precisa con una elegancia muy por encima de la media.
Siempre deslumbrada por tu creatividad y tu don de pluma, te abrazo, morena.
Marién
Gracias, morena, por tu comentario del todo inmerecido. Este pequeño texto es una de esas cosas tontas que a veces se me ocurren, y que por suerte encuentran personas como tú que los convierten en algo importante.
¡Que guapa estás en la foto, leñe!
Que te quiero... ya lo sabes, pero además me gusta decírtelo.
Des.
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