
Vengo a matarte.
Tardé en decidirme los dos siglos
que pasé recitando un soliloquio
ante el espejo.
Tengo sienes de cal de tanto odiarte.
Se me escurrió la piel sin credo que la asiese.
Descarnada por dentro, abyecta, despojada,
la lengua en hiel diluida, disuelta en improperios,
con la boca plagada de blasfemias,
vengo a matarte
aferrando con mano de homicida
este puñal de versos.
1 comentario:
Muchas gracias, hermosa Des, por publicar mi poema en tu espacio. Estar en tu página es un honor para mis letras y una alegría para mi corazón.
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