Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

lunes, 23 de noviembre de 2009

Vidafaro (AUTOR: ICONOCLASTA)

Le he pedido permiso a mi querido amigo Iconoclasta para colgar aquí, en El Patio, esa preciosa historia de la que es autor y que lleva por título "Vidafaro".
He hablado aquí alguna vez de Iconoclasta, al que quiero como persona y admiro y respeto como escritor. "Vidafaro" es, entre las cosas que escribe, una de las que más me ha gustado, seguramente porque tiene todos los ingredientes que precisa una buena historia.
Aquí, Iconoclasta, transmite todas las cualidades que posee
como escritor: sentido del humor, ironía, ternura, pasión y una pizca de desvergüenza... la mejor receta para enganchar al lector.
Por su extensión la dividiré en cuatro o cinco capítulos.

Disfrutadla, merece la pena.

VIDAFARO I (El viaje)




Durante 16 años y 29 semanas estuve viajando por el hiperespacio hacia un planeta que en la Tierra bautizaron como Vidafaro, brillaba ténuemente en una galaxia lejana y oscura; el único brillo de aquella galaxia.

Por ello los astrónomos lo bautizaron así. A veces los científicos van de sensibles.

El ordenador me acompañó en ese solitario viaje; me transmitían noticias monótonas y aburridas. Al cabo de un breve tiempo ya había cerrado ese tipo de transmisión que no me importaba en absoluto y me dediqué a leer y pensar. Comer y dormir.

Me masturbaba cuando me apetecía gracias a Verónica, mi amante virtual formada por precisos isótopos de radio inerte. De una solidez táctil pero indisimuladamente artificial. La verdad, sin ella me hubiera hecho las mismas pajas.

Practicaba ejercicios físicos rutinariamente y cuando era necesario dejaba brotar unas lágrimas de rabia; a veces uno se ha de poder desahogar sin que ningún psicólogo te examine.

Ese terciopelo negro festoneado de tachuelas es inmenso. Promete soledad y aislamiento de una magnitud colosal, cósmica, valga la redundancia.

También la música me acompañaba en mi camino a la muerte.

A los 6 años bauticé a la nave como Féretro Eterno y me meé por todas los rincones de la nave, cosa de la que me arrepentí en cuanto se calmó esa crisis de histeria.

Porque me encontré sin esperanza alguna de salir vivo de la nave. Llegué a temer que Vidafaro no existiera. Y antes que pasarme otros 16 años en la puta nave, me achicharro los sesos con mi electroplasma de cañón reducido.

Uno no cierra los ojos y se ve en el planeta de destino, la cosa no funciona así en el hiperespacio; una hora se convierte en una semana, la siguiente en meses, la siguiente en años y así en progresión geométrica hasta que llegas al punto de destino.

La mente sigue sujeta a la Tierra y no acepta la aberración temporal que es el hiperespacio, el atajo del tiempo.

El viaje por el hiperespacio es una atrocidad para la mente.

A uno se le pasan las ganas de ser Dios en el oscuro e inlocalizable universo. Allí nadie te quiere ni te odia.

Es asepsia emocional.

Halcón XV, un telescopio-sonda de navegación intergaláctica, descubrió un planeta que podría contener vida. Los análisis espectrocromáticos de sus ondas electromagnéticas dieron un 89,95 % de probabilidades de vida orgánica; carbono y oxígeno como en la Tierra. Me ordenaron ir a Vidafaro, en Casiopea.

Salí de Barcelonamarenostrum Confederada a las 23:03 del 20/05/2625.

Por caprichos del tiempo y la mierda esa del infinito, la relatividad del tiempo y el hiperespacio; para mi mente los 16 años y pico fueron un cuarto de vida tirada a la basura; para mi cuerpo (físicamente) y para los habitantes de la Tierra, pasaron apenas 15 días desde mi salida a mi llegada a Vidafaro.

(Continuará)



2 comentarios:

Iconoclasta dijo...

Eres un encanto, Des.
Muchas gracias por el lujo de tenerme aquí.
Mil besos.
Buen sexo.

Des dijo...

El lujo es colgar esta historia, corazón.
Te quiero un montón, que lo sepas.
Buen sexo.