Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

lunes, 23 de noviembre de 2009

Vidafaro II (AUTOR: ICONOCLASTA)


En Vidafaro

Cuando aterricé en Vidafaro, en una región de lomas bajas y gastadas, recubiertas de pequeños matorrales verdes desleídos, y tonos marrones viejos y secos, un sol tenue de mediodía mataba el poco relieve del terreno. Como uno de esos días antipáticos en La Tierra en lo que todo es tan uniforme que dan ganas de sentarse en el sillón de casa con las persianas bajadas y aislarse de toda esa monotonía.

O sea, más de lo mismo.

No hay alegría tras un viaje de 16 años por el espacio. La frialdad se apodera del corazón y nos convierte en más cínicos y escépticos.

Tras unos análisis preliminares de la atmósfera me deshice del equipo de respiración autónoma y un intenso olor a tierra y clorofila invadió mi pituitaria. El polen durante tanto tiempo olvidado me hizo estornudar y me tragué dos píldoras de antihistamínicos.

Lancé la sonda exploradora y esperé pacientemente tumbado en el polvoriento suelo; era más cómoda la cama de mi camarote pero estaba hasta el asco de ella.

Y me quedé tumbado y sin dormir, absorbiendo el calor de la tierra que mis huesos necesitaban. El sol parecía hacer un recorrido similar al de la Tierra, pero no abrasaba, parecía un poco más lejano y respetar más mis ojos.

Pude observar extraños insectos, no se acercaban a metros de distancia de mí, eran notablemente más grandes que los de La Tierra. Acojonaban aquellos bichos; muchos de ellos estaban recubiertos de piel y pelo. Como horribles mutaciones.

Una mariposa pasó a unos metros de mí para ir a posarse sobre un espinoso arbusto. Oí un crujido continuo y extraño, me acerqué reptando poco a poco hacia ella. La mariposa se estaba alimentando de las espinas, una boca de colosales dientes para su pequeña medida rompía las espinas y de ella caían finos hilillos de saliva.

Por un momento, nuestras miradas se cruzaron y sus pupilas, idénticas en forma a las mías se abrieron desmesuradamente, como las mías. La oruga era rosada, con una piel semejante a la humana.

Y cuando acerqué la mano para atraparla y examinarla lanzó un agudo grito femenino y escapó volando torpemente.

Se me erizaron los vellos con aquel grito, con aquellos ojos tan humanos...

Me entraron ganas de meterme en la nave y cerrar la compuerta. Pero no sentí nada hostil a mi alrededor. Y esperé fumando. Me abrí la parte superior del traje y dejé que cayera para dejar el torso al aire. Tenía calor.

La sonda regresó y los análisis biológicos de la atmósfera dieron negativo en agentes patógenos. Por eso me quité el equipo de respiración autónoma, porque lo supe por instinto, lo juro.

A unos 16 Km, en dirección sur, se hallaba una ciudad cuyos edificios eran las propias montañas o los edificios construidos a imagen y semejanza de ellas; una autopista la cruzaba.

La forma física de los habitantes era antropomórfica y se cubrían el cuerpo con ropa.

Aparte de extraños vehículos y algún detalle de flora y fauna, no había nada más revelador como armamentos o fuerzas armadas patrullando . Las fotos no eran de gran calidad, supongo que las condiciones de luz engañaron a los sensores de la cámara de la sonda y las imágenes no se reprodujeron lo nítidas que prometía el manual.

Cosa que tampoco era demasiado rara. Es la historia de siempre, te lo venden diciendo que es la hostia puta en definición y luego no aprecias un pijo si está más allá de 25 Km.

Una foto captó una aglomeración de 16 individuos ante unas puertas abiertas, formando cola. Tampoco es que fuera demasiado sugerente la vida en este lejano planeta.

Accioné el mando a distancia de la nave y la compuerta de la bodega bajó formando una rampa, ascendí por ella y me metí en el vehículo ultraterreno bautizado como Serpiente Verde, era articulado por el centro, disponía de 8 ruedas motrices y en los terrenos difíciles parecía reptar como una serpiente. Era de color verde.

En su interior disponía de toda clase de instrumentos y armas, había además, una pequeña cama; si era necesario podría pasar encerrado en él, si la situación lo precisaba, 1 año.

Tras todos esos años de viaje que pasé (o lo que le parecía a mi mente y a mi cuerpo engañado por ella), me encontraba excesivamente tranquilo y sereno. Tenía la certeza total de que en este lugar no había peligro alguno. Aunque no se si era el producto de mis deseos de ver a alguien, de sentir otra voz o de mirar ojos que no fueran los míos.

El motor nuclear comenzó a silbar en cuanto tecleé la contraseña en el ordenador y los 1200 CV de potencia comenzaron a repartirse entre las ruedas.

Bajé el vehículo a tierra, cerré los accesos a la nave y accioné el escudo energético que protegería la nave de agresiones y robos. Y me dirigí rumbo sur con una tranquila sensación de optimismo e ilusión. Pero sólo una engañosa sensación, yo no sentía una mierda de emoción.

Las ruedas trituraban las piedras más grandes y unas líneas paralelas comenzaron a formarse con el avance del vehículo.

Unos microaspiradores recogían muestras de polvo y rocas para su análisis en continuo en el espectómetro de masas. Con ello se descubriría oro o materiales preciosos.

Si el resultado fuera positivo, el equipo informático lanzaría un mensaje a la Tierra para proceder a la invasión y colonización de Vidafaro y explotar después todos los recursos metalíferos del planeta.

Pertenezco al departamento Demoliciones y Prospecciones Planetarias.

Si en el tiempo que me lleve llegar a la ciudad, el espectómetro lanzara el mensaje de aviso de metales preciosos encontrados, cuando llegue allá, detonaré 8 cargas nucleares de hidrógeno para crear la destrucción, la muerte y el caos. No importa demasiado el orden porque todo va demasiado comprimido.

Mi vehículo me dará cobijo y durante 3 días veré morir seres desde el interior, tranquilo y seguro.

Al cuarto día detonaré una carga de helio ultralicuado que congelará los movimientos orbitales de los isótopos radiactivos. Y por último, durante dos horas, los cañones del Serpiente Verde lanzarán bombas de explosivo convencional que romperán todos esos isótopos congelados. Según los cálculos de la sonda, los 658679 habitantes de esta ciudad perecerán; las tres cuartas partes durante la explosión de las 8 bombas nucleares. El resto irá pereciendo, ardiendo en combustión espontánea debido a las altas dosis de rayos gamma que se producirá en su entorno.

Y sin duda alguna, sus muertes serán conocidas por sus congéneres evitando así una guerra lenta y cara entre los dos planetas.

Barcelonamarenostrum Confederada duda mucho de que un planeta inexplorado y que no ha hecho toma de contacto con La Tierra pueda considerarse tecnológicamente adelantado a nosotros. Es por ello que dan por supuesto que someterán a los seres que pueblen el planeta.

A mí me da igual, tan solo quiero acabar mi trabajo e irme.

Mi trabajo no me acaba de gustar ni de desagradar; lo hago porque me enseñaron, sin ilusiones ni odio. Hubo un tiempo en que había muy poca gente como yo. Habían gentes que no podían dañar sin un buen motivo o sin estar psicóticos perdidos pero; sobre el año 2100, la encima transgénica de un nuevo tipo de tomate fue mutando parte del cerebro y se anularon ciertas capacidades emotivas como la compasión hacia el prójimo y el remordimiento. Los hay que aún conservan su cerebro ileso, o mejor dicho, que no han sufrido ningún tipo de mutación. La verdad, yo no creo tener compasión y remordimientos porque a veces (demasiadas) desearía arrancar la cabeza de algunos de mis congéneres.

En las escuelas se encargan de ejercitar nuestras mentes para sacar el máximo provecho de esta ausencia de escrúpulos.

Casi sin darme cuenta entré en la ciudad, me costaba distinguir esas construcciones integradas en el paisaje, una avenida ancha, demasiado ancha para el tráfico que allí había se extendía hasta el horizonte quebrado por impresionantes montañas pobladas de árboles altos y frondosos.

Un letrero indicaba algo en una grafía formada por rayas curvas y quebradas.

Varios automóviles me sobrepasaron y las manos de los conductores me saludaban.

Las gentes se paraban en las aceras curiosas y asombradas pero; no como yo imaginaba. Estaban gratamente sorprendidas algunas. Otros sonreían espontáneamente al observar el Serpiente Verde.

El espectómetro no había encontrado metales preciosos aún.

En la pistolera de mi pantalón coloqué un mini cañón de Constantin. Lanza miniobuses que al entrar en el organismo, explotan 3 veces a tal velocidad que parece una sola detonación.

Hace tiempo practiqué en una granja de cerdos que se criaban para pruebas balísticas. Del cerdo no se pudo aprovechar nada. Nunca causa heridos, tácticamente es un error pero; como autodefensa cuando te encuentras solo es infalible.

Aquellos seres me miraban con sus extraños ojos curiosos, sin miedo. Algunos sonreían, como si vieran en mí a un turista, como si estuvieran de vuelta o acostumbrados a encontrar seres ajenos a su planeta.

Me acerqué a la acera, o al menos a la zona lisa donde la carretera cambiaba de color negro a gris y me apeé del coche. La clorofila invadía el aire con su olor.

Los vehículos no dejaban ningún tipo de olor en el aire.

Ellos eran del mismo rango de estatura que nosotros; su tono de piel era amarillento, sus cuerpos sin importante masa muscular, los habían gordos y flacos. Vestían simples pantalones cortos que subían cinco dedos por encima de lo que nosotros tenemos el ombligo. Sus pies macizos no tenían dedos; auque por la forma, en otro tiempo los tuvieron. Ahora era un solo bloque de carne.

Alguna sonrisa de aquellos seres me dejó entrever unos dientes de color verde. De un intenso verde esmeralda.

Sus cabezas eran lisas y sin pelo; como en sus cuerpos, en el que no había rastro alguno de vello.

Si esos dientes eran piedras preciosas, no imagino la forma en que los de Barcelonamarenostrum Confederada intentará hacerse con ellos. Aunque sí lo imagino: sus dientes serán arrancados de sus cadáveres calcinados. Calcinados en vida si es preciso.

Ojalá no supiera de estas cosas y alegar ignorancia cuando todos mueran. Aunque tampoco me preocupa mucho, es sólo una pequeña huella de cargo de conciencia heredada de viejos cerebros no mutados, una sombra de sentimiento.

Las mujeres eran obvias por sus pechos ostentosamente enhiestos. Sus pezones eran desproporcionadamente grandes y de un rojo intenso.



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