Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

lunes, 29 de junio de 2009

Etapa 6: Hospital de la Cruz-Melide


(Imagen: Sendero)

Domingo, 14 de junio de 2009

Hoy emprendemos antes el camino, queremos llegar a Melide así que la etapa es algo más larga. Aún está un poco oscuro por lo que nos colgamos las linternas del cuello más que nada por prevención en algún tramo en que vamos por carretera. Y además no hay desayuno, el estreñido del único restaurante cercano al albergue no abre hasta las ocho y media de la mañana, cosa poco habitual por aquí pues los dueños de los bares saben que los peregrinos solemos desayunar temprano, antes de emprender la marcha.

Pronto nos disgregamos: Eva y Tere que suelen llevar un ritmo más rápido van delante, detrás Nuria, Mariví y yo, y luego viene Alberto. De vez en cuando Nuria, que es la monda, grita:

- Marichalar ¿cómo va eso? Ánimo que ya queda poco – es como un grito de apoyo pues sabemos que la rodilla le molesta bastante, sobre todo en las bajadas.

Paramos a desayunar en Eirexe-Ligonde. Como siempre, las primeras que llegan van esperando al resto. El paisaje, aunque nos vamos acercando a Santiago, sigue siendo impresionante: bosques de eucaliptos, castaños, senderos que parecen sacados de un cuento de duendes y brujas, pequeñas y encantadoras aldeas, riachuelos. Casi toda la etapa es una sucesión de cuestas arriba y abajo no demasiado pronunciadas.

Descansamos unas cuantas veces y aprovechamos para descalzarnos y mimar un poco los pies, Mariví lleva alguna que otra ampolla. Tere que desde el principio del camino se quejaba de la espalda, descubre que llevaba la mochila mal acoplada, gracias a que Eva y Nuria se la colocan en su sitio ya no siente molestias. Acuñamos la frase: “es lo que hay”, que es lo que siempre le dice Tere a Mariví cuando se queja por las cuestas. Da gusto oírselo decir, ayudándose de unos ademanes muy característicos: “Mariví, esto es el Camino, y es lo que hay… es… lo que hay”.

En Palas del Rei nos hacemos unas cuantas fotos y visitamos su Iglesia hasta la siguiente parada que es en Coto, en los dos alemanes, donde ocupamos una mesa en la calle, delante del bar. Allí se despide Enriqueta que quiere adelantar Camino. Se empeña en invitarnos a una ronda y nos intercambiamos las direcciones de correo electrónico. Nos da pena tener que decirle adiós, nos abrazamos y la vemos marchar a buen paso mientras nos dice adiós con la mano y nos deseamos mutuamente “Buen camino”.

Llegamos a Melide sobre las dos de la tarde, Toni y Pepe ya hace un buen rato que llegaron, tanto que les ha dado tiempo a comer su primera ración de pulpo, acompañándose de un buen vinito. En el albergue nos recibe María José, otra hospitalera simpática y amable. La convencemos para que abra una habitación en el piso más alto para nosotros y así poder estar juntos, el único inconveniente es que tenemos que bajar a los servicios de cualquiera de los otros pisos. Le prometemos que si no llena las otras habitaciones nos cambiaremos de sitio y además cogemos bolsas para ir recogiendo la basura que algunos irrespetuosos van tirando por el camino.

Al poco rato llega a nuestra habitación una mujer chiquitina, parece un pequeño duende, poco educado eso sí, porque entra y no nos dirige la palabra. Creo yo que un “hola” “buenos días” “buenas tardes” “buen camino” en cualquier idioma no hace daño a nadie. Llegué a pensar si sería muda porque no la oí hablar en ningún momento.

Nos toca la parte de la ventana y cada uno elige litera. Después de darnos una ducha, salimos a dar una vuelta por Melide y a tomar algo. Aprovechamos para llenar el botiquín en una farmacia cercana, el ibuprofeno va que vuela y Alberto compra una buena crema para después del sol, lleva las pantorillas rojas como gambas, parece el pupas.

Melide está en fiestas, y ante la iglesia del convento de Santi Spiritus han hecho una especie de alfombra de flores, hay gaiteros esperando para acompañar la procesión. Esperamos un rato para escucharlos pero se está haciendo tarde para cenar, así que nos vamos hacia el restaurante. Mariví dice que se queda, que vayamos pidiendo por ella.

Cenamos juntos: Toni, Pepe, la pareja de novios (no recuerdo su nombre), Tere, Mariví, Nuria, Eva, Alberto y yo. Pedimos, como no, pulpo con cachelos, pimientos del padrón y vino del país, que entra casi sin que te enteres. A última hora se nos une una pareja de argentinos que conocen Toni y Pepe, y con ellos se quedan cuando nosotros nos vamos al albergue.

Antes de ir a dormir, tomamos unos chupitos de orujo en un bar que hay en la misma calle. En la habitación a Tere y Alberto les entra la risa floja. Me preocupa molestar a la mujer-duende, que está metida en el saco y tapada hasta la cabeza, pero a aquellos dos no hay quien los pare. Por fin, Mariví se pone seria y les hace callar.

Entonces a Nuria le vibra el teléfono:

- Nuria, soy Pepe.

- ¿Qué pasa?

- Que no puedo con Toni.

- ¿Dónde estáis?

- En la cocina, estamos entrando por la ventana.

Imposible imaginar cómo pueden entrar por una ventana dos hombretones de alrededor de 100 kilos de peso y grandes como armarios… son como niños.

Antes de quedarme dormida pienso que mañana hace ya una semana que salí de mi casa y el tiempo se me pasó casi sin darme cuenta. Siento que tengo ganas de llegar y al mismo tiempo una enorme tristeza porque esto se acaba. Una frase me viene a la cabeza: “es lo que hay… es… lo que hay”.

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