Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

jueves, 4 de diciembre de 2008

Katie

(Imagen: Chica, mi perra)


Alfred apagó la cocina y colocó, en un plato, el bistec que se había preparado para la cena. Antes de sentarse a la mesa, cogió un recipiente y lo llenó de croquetas para perro de una conocida marca que, según se aseguraba en el paquete, proporcionaban una gran vitalidad al animal.
Salió al garaje. No encendió la luz ya que por la puerta de la cocina se filtraba la claridad suficiente para darle la cena a Katie, su perra desde hacía dos meses.
- Katie –llamó suavemente- ven, bonita, aquí te traigo la cena.
Desde un rincón la vio acercarse, moviendo la cola. Cada vez se la veía más fuerte y recuperada. ¡Pobrecita! Cuando la encontró andaba perdida por el bosque, malherida y muerta de hambre. Desde entonces, él, que nunca antes había tenido perro, le había ido tomando cariño y ahora ya no se encontraba tan solo.
- Ven, toma, aquí tienes tus croquetas – le decía suavemente, mientras acariciaba su lomo, ahora fino y lustroso.
Cuando se levantó para volver a la cocina, percibió, durante una milésima de segundo, un brillo malicioso en los ojos de Katie. En ese momento, unos afilados colmillos se clavaron en su cuello. Quiso gritar, pero su voz se tornó un gorgoteo de sangre caliente que se escapaba por su garganta. Se quedó sentado en el cobertizo, al lado de las croquetas, con una mirada de estupor y sorpresa fija en sus pupilas.
Katie, con la boca ensangrentada, entró en la cocina y devoró el bistec todavía caliente. Aulló levantando su cabeza hacia la luna. Después, con paso cansado y expresión desvalida, se dirigió al bosque. Quien sabe, quizá encontrase a otro humano que se apiadase de una indefensa perra abandonada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y mientras la perrita se aleja, una ola de pensamientos:
se acuerda de todas las tumbas que llenó.

—“¿Por qué? ¿Por qué?”

Y desde el charco rojo,
donde queda el cadáver de su dueño,
algo de ella pugna por salir
a la superficie
y seguirla.
La perra sigue adelante, siempre adelante.

—“¡Pero sí una sola gota de sangre le hacía caer redonda al suelo!”

Eso era antes.
Ahora las tripas le vuelven
a crujir:
es la sed y el ansia,le atraviesan,
chisporroteando como cables eléctricos,
desde la base del rabo hasta el alma.
Entorna los ojos. Sonríe.
Su cuerpo sucio.
La perra se siente la novia
del lodo.
Aunque su alma burbujee
como el alma de un gato hundido.

—“¡No, no, ella ya no rendirá la voz a sentimentalismos! ¡Matar! ¡Tiene que matar! Seguir matando por el resto de sus días amén”

Desde que aquel hombre
de aspecto tan agradable
e inocente,
(era ella ya una perra,
pero aún cachorra)
la violara.

Tania Alegria dijo...

Magnífico relato breve y negro, Des.

Anónimo, te superas!

Os abrazo.

Marién