Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

jueves, 11 de diciembre de 2008

Ginés, yo, y otras circunstancias



Lo mío con Ginés estaba cantado.

Al menos eso es lo que dice mi psicoanalista, pero la verdad, no se si creerle. Estoy convencida de que sólo pretende sacarme los cuartos, pero es divertido escuchar sus conclusiones y eso de poder confesar tranquilamente aquello que jamás me atreví a contar a nadie.

El hombre sostiene la teoría de que esa relación es el fruto de una serie de circunstancias cuyo principal desencadenante fue el hecho de, siendo yo aún adolescente, sorprender a mi padre follando con la tía Margarita. ¡Hombre de díos! Si de eso hace ya más de treinta años. Que no importa, dice, que fue ahí donde mi vida sexual empezó a descontrolarse. La verdad, no se a qué vida sexual se refiere porque yo, por aquel entonces, aún no había conocido varón y a lo más que había llegado era a algún toqueteo con el ligón de turno del instituto.

La escena de la que fui testigo involuntario no resultó traumática, bochornosa en todo caso, sobre todo porque mi padre, con los pantalones en los tobillos, golpeando rítmicamente las hermosas nalgas de la tía Margarita, se veía patético y un tanto ridículo. Y no porque fuese una posición extraña, si no porque el acto sexual raramente se realiza de ese forma romántica y sensual que la literatura y el cine se empeñan en enseñarnos. Ni hablar. Esas escenas de besos interminables, ligerísimas caricias, pieles tersas y brillantes, con las que nos deleitan en las películas, nada tienen que ver con la realidad. Las más de las veces te medio desnudan deprisa y corriendo, eso si no tienes que hacerlo tú misma, cuatro besos, dos toqueteos y un “mete y saca” rapidito. Como novedad, quizá el cambio de orificio… y poco más.

Aquello, eso sí, precipitó la caída de la venda de la inocencia que tapaba mi mirada todavía infantiloide, y se llevó de pasada la admiración que sentía por las dos personas que, hasta ese momento, habían sido mis mejores modelos en la vida.

Mi padre era admirable, en algunos aspecto sigue siéndolo, pero menos. Llegó a ser un renombrado abogado que, según él mismo proclamaba, se había hecho a sí mismo a fuerza de sacrificio, tesón, honestidad y sinceridad. Y no digo yo que no fuese honesto y sincero en ciertas parcelas de su vida, pero en otras, desde luego que no, que se lo pregunten a mi madre.

La tía Margarita era la hermana pequeña de mamá, y yo quería ser como ella. La pobre no hace mucho que falleció, víctima de un cáncer galopante que en cuatro días la dejó hecha un guiñapo. Era inteligente, divertida, independiente, practicaba deporte, pintaba… siempre aparecía deslumbrante y glamourosa, y en consecuencia tenía revoloteando a su alrededor un variado número de pretendientes. Cuando le instaban a casarse, ella respondía con su divertida sonrisa: para qué tener un solo hombre para el que tienes que cocinar, lavar, planchar… al que tienes que cuidar, aguantar sus momentos malos y un largo etcétera de inconvenientes ¿para qué? Pudiendo tener todos los que quieras, y sólo para pasar buenos ratos. Así que, en realidad, a ella no tenía nada que reprocharle, pero ¡coño! es que el hombre con el que estaba follando era el marido de su hermana.

Ni que decir tiene que guarde el secreto como una tumba, y durante días me dediqué a observarlos disimuladamente. Pero ningún cambio notable en su comportamiento hacía sospechar lo que se traía entre manos aquella pareja. Mi padre seguía ejerciciendo de marido cariñoso, fiel y amantísimo con mi madre. Y mi tía seguía coqueteando con cualquier hombre que le hiciese tilín y cuchicheando y riendo divertida con su hermana, sentadas en el jardín mientras tomaban café al caer la tarde.

Me sentí en la obligación de solidarizarme con mi madre que, al fin y al cabo, era la víctima de aquél engaño y empecé a pasar más tiempo con ella, haciéndole participe de alguna de mis intimidades, quizá inconscientemente buscaba que a su vez compartiese las suyas. Fue así que debido a pequeños indicios que iba recopilando poco a poco, llegué al convencimiento de que mi madre estaba enterada de lo que ocurría entre su marido y su hermana. No puedo explicar exactamente cómo llegué a esa conclusión, pero al cabo de los años pude constatar que no estaba equivocada.

Empecé a preguntarme cómo una mujer como ella podía quedarse tan tranquila ante aquella traición. Cavilé que quizá estaba cansada de sexo, a mi edad creía a pie juntillas que a los treinta y tantos la actividad sexual debía ser casi inexistente. En cierto modo no iba muy errada, salvo en un pequeño detalle: mi madre no estaba cansada del sexo en general, sólo del sexo con mi padre en particular. Así que los escarceos de su marido con mi tía Margarita le proporcionaban cierto grado de libertad y limpiaban su conciencia de culpa. No digo que ella disfrutase de los favores sexuales de otro hombre, de hecho no tuve ninguna constancia de que así fuese, pero por si acaso, se cubría las espaldas.

Quizá por todo lo acontecido en el seno familiar, no me afectó demasiado sorprender a mi exmarido, cuando aún era sólo marido, retozando en pelota picada con una de mis amigas… y en mi cama. No le monté ninguna escena, no, me limité a cerrar la puerta con suavidad (estaban tan ocupados que ni se percataron de mi presencia) y esperar a que terminasen, sentada en el sofá del salón, mientras pensaba en qué abogado tramitaría mi divorcio.
... (mañana sigue)

5 comentarios:

Tania Alegria dijo...

Cumple decir que no salgo de aquí demasiado conformada con lo de "mañana sigue". Quería que hubiese seguido hoy porque estaba interesadísima en conocer el desarollar de esa trama que llevada de tu mano dá para mucho, Des.
Bien, no me diste elección, debo esperar hasta mañana. Pero dejo constancia de mi protesta.
Mientras tanto te abrazo, Escritora.

Marién

Anónimo dijo...

Siempre me quedo con la sensación que mañana podre seguir leyéndote y anoto por todos lados en un papelito tu nombre para que no se me olvide.
Lo leído hasta hace poco, deja la curiosidad y el ansia de llegar hasta ese final que prometes. Prometo por lo tanto, volver mañana para seguir tu relato.
Eres excepcional, me fascina lo que escribes, como lo escribes y como agarras al lector para no dejar de entrar en tu espacio.
Mi abrazo y mis feliciraciones.

Cielo Claro
(Freya)

Des dijo...

Gracias Tania y Freya, sois muy amables con vuestros comentarios. También yo quisiera escribirlo de un tirón, entre otras cosas porque es como suelen salirme las historias, pero las obligaciones y "otras circunstancias" mandan y no tengo más remedio que dejarlo para mañana.
Un abrazo para cada una.
Des.

Tesa dijo...

...Ginés se casó con mi mejor amiga
:)

Des dijo...

Ja,ja... Tesa, ese no sería "mi" Ginés, pero mira igual es una idea...
Des.