Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Ginés, yo y otras circunstancias (Tres)



Claro que en un primer momento no supe que se trataba de Ginés, de aquél Ginés compañero de instituto, retraído, tímido, solitario, poco agraciado fisicamente, y que parecía vestir con la ropa heredada de su padre, las camisas abrochadas hasta el último botón del cuello, aquellas horribles chaquetas de punto confeccionadas en casa… Ginés era el compañero que todo elegíamos cuando se trataba de hacer un trabajo en grupo, y al que jamás invitábamos a nuestras fiestas. No fue nunca el blanco de nuestras burlas, quizá porque admirábamos su inteligencia y también porque su aspecto era tan lastimoso que hubiese resultado demasiado fácil y cruel herirle. Le ignorábamos, sencillamente.

Pero el Ginés que mamá lucía orgullosa a su lado era un hombre atractivo, delgado y bien vestido, con un perfecto corte de pelo y una encantadora sonrisa.

“Hija, estás horrible” fue el saludo de esa nueva madre de aspecto espectacular mientras me estampaba dos besos, uno por mejilla como la canción de Sabina. Te dije que no estaba para visitas, fue mi agria respuesta. Ella ni me escuchó, en realidad se moría de ganas de presentarme a su novio. Y lo hizo, sin dejar de mirarle con ojos almibarados: “Te presento a Ginés, un amigo muy especial”. Encantada Ginés, le dije mientras le tendía la mano, y ahora mamá, si no te importa quisiera estar sola, si quieres quedamos cualquier otro día para comer. Fue entonces cuando él habló por primera vez: ¿no te acuerdas de mí? Creo que se me puso cara de idiota, que era lo que le faltaba a mi maravilloso aspecto. Y empezó a explicarme quien era mientras yo iba quedándome más y más alucinada.

Al fín me deshice de ellos casi a empujones, aunque no pude quitarme la sensación de que de alguna manera seguían allí, en mi cabeza que no dejaba de dar vueltas y más vueltas a aquella insólita relación. Nunca hubiese imaginado a mi madre con otro hombre, y menos aún con alguien de mi edad, alguien que podía ser su hijo. No es que tuviese nada en contra de las parejas entre las que existía una gran diferencia de años, pero claro, esta vez se trataba de mi madre con un antiguo compañero de clase. Y más tarde me enteré que él individuo trabajaba en el despacho de abogados de papá, y que fue allí precisamente donde se conocieron.

Mamá tuvo que llamarme insistentemente hasta que de puro aburrimiento y con ganas de acabar de una vez con esa situación, acepté su invitación para comer con ellos. Era un viernes y nos citamos en su restaurante favorito, aquél al que iba cada aniversario a cenar con papá, o a comer con toda la familia, incluida tía Margarita, en días especiales. No se si se había vuelto loca, pero desde luego había perdido cualquier atisbo de sensatez y buen gusto.

Cuando llegué ya estaban sentados a la mesa, mientras los camareros se deshacían en halagos y sonrisas no exentas de cierta ironía. Me senté de mala gana saludando con un frío y seco “hola ¿qué tal?” y fingí no reparar en el gesto de mamá que iba a levantarse para darme un beso.

Durante toda la comida me dediqué a picotear un poco mientras el murmullo de la voz de mamá era como música de fondo que se repetía una y otra vez, los tópicos que rodean las nuevas relaciones, estaba feliz e ilusionada, hablaba de lo bien que se sentía con Ginés, que la había hecho rejuvenecer, que estaban hechos el uno para el otro, que ojalá se hubiesen conocido antes… enumeraba la cantidad de proyectos de futuro, ese concepto tan de moda, que tenían juntos.

Nena, me gustaría que os lleváseis bien, que fuéseis amigos, me dijo con su voz más dulce. Y mientras Ginés me miraba con gesto bondadoso, sentí su mano posarse en mi rodilla y escalar hacia arriba, segura del camino que debía seguir...

2 comentarios:

Tania Alegria dijo...

Des, no te dije bien eso de ser seguidora: no recibo el aviso en mi correo sino en el escritorio de mi blog. Pero igual funciona bien, me da el enlace directamente para la nueva entrada que publicaste.

Así que vine rauda a acompañar la historia que lamentablemente fue interrumpida dejándome sin saber adónde iría a parar la mano... Me quedaré con esa duda cruel hasta el próximo capítulo.

Abrazos.

Des dijo...

Me alegra verte ahí... de seguidora, jaja, me suena a eso de los fans. La verdad es que si no me lo dices ni me había enterado de que existía esa opción, ya sabes lo despistada que soy para estas cosas.
Besos, morena.
Des.