Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

martes, 12 de julio de 2011

Cosas de la vida



Hace algunos años, en el 2005, escribí este texto:

Hoy hablo de la vida, pero no de la mía, no, de la vida en general. Esa vieja casquivana que nos lleva y nos trae a su antojo. En ocasiones, se presenta como una madre amantísima, que nos cuida, nos regala alegrías, nos presenta al amor, nos trae fortuna. Entonces la amamos y los ojos nos hacen “chiribitas”. Florecen los campos de nuestro corazón, revolotean las mariposas, los pajarillos cantan y las nubes se levantan. Todo así de bonito y romántico.

Pero ella, la vida, es muy puta. Y un día se levanta con ganas de follar. Y nos jode. Pobre del que se cruce en el camino de su mirada, pobre del que ella elija para dar rienda suelta a su pasión malsana, pobre del que, la puta vida, quiera convertir en el amante que la lleve a un orgasmo aterrador... pobre.

Tiene varios métodos para hundirnos en la miseria. Y depende del humor en que se encuentre utiliza uno u otro.

A veces, empieza poco a poco. El individuo elegido se da cuenta que algunas pequeñas cosas empiezan a salirle mal. Sufre molestias de cualquier tipo: de salud, mal de amores, económicos. Todo empieza a enredarse. Las flores se marchitan, los pajarillos se mueren o emigran, las mariposas pierden sus colores. Parece como si un pintor maligno le hubiese dado por usar sólo el gris para realizar su obra. Y todo se oscurece. 
Otras veces, el cambio sobreviene de forma repentina. ¡Zas! Y de pronto  cae sobre ti la maldición como si una bruja furiosa se hubiese cruzado en tu camino. Empiezas a recibir tortazos por todas partes, sin saber de dónde vienen.

En sus dos modalidades el resultado es el mismo: la victima empieza a odiar la vida, y eso a ella le pone, y mucho. Cuando más se excita, más crueldad muestra en sus acciones. El pobre elegido se angustia más y más, con cada nuevo día. Y ella le estruja, sin compasión, le humilla, le convierte en una mierda, una piltrafa humana... hasta que, hundido en la más absoluta miseria, desea la muerte.

La vida que ya siente el sexo palpitante y húmedo, se para a pensar un momento. O lo echa a suertes: ¿dejo que este imbécil me abandone y se eche en brazos de la muerte? ¿le doy una esperanza?. Y tira los dados. Si gana el imbécil, le pone cerca una pistola, una cuerda, unas pastillas, una cuchilla o una azotea de un octavo piso. Y ella se corre. Si pierde el imbécil afloja un poco la soga de su cuello, le da un respiro. Y el pobre tonto se cree a salvo, claro, después de tanto dolor, la simple ausencia de él, ya le hace ser feliz. Y da gracias a la vida por una segunda oportunidad. Y ella se corre.
La conozco, la conozco muy bien.

Por eso, atesoro los momentos mágicos que le robo y los recreo, una y mil veces, para que no se me olviden. Los tengo bien guardados, esa vieja zorra no me los robará jamás. Cuando ella está ocupada en otros menesteres o intenta que la odie, yo los saco uno a uno, cierro los ojos, y vuelvo a aquel momento:

Al hermoso sueño que tuve una noche hace ya mucho tiempo.
A la tarde que pasé con mi padre, planeando las vacaciones, sin saber que eran las últimas horas que pasaría con él.
A las vacaciones con mi abuela.
Al día que mi madre salió de una delicada operación.
Al día que nacieron mis hijos.
A la mirada de amor  adolescente recién estrenado.
Al primer beso que me dio mi marido.
A mi primer orgasmo.
A la última vez que reí a carcajadas.
Al primer encuentro con mis dos amigas más queridas.
Al momento en que escuché por primera vez una voz largamente soñada.
A una tarde que empezó a llover mientras me despedía de una persona amada que casi acababa de conocer.
Al momento en que leí un hermoso texto que un ser querido y admirado me dedicó por sorpresa.
Al día que escribí mi primer relato.
A la canción que me hace llorar.

Podría seguir y seguir enumerando momentos que ella, casi sin darse cuenta, me regaló. Algún día se levantará con ganas de joderme viva, y lo hará, seguro. A lo mejor sobrevivo, o no. Ella se correrá de todas formas. Pero se dará cuenta que la tengo calada y que a mí no me engaña con sus carantoñas.

Eres muy puta, vida, que lo sepas.
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No se que fue lo que me inspiró en ese momento, ni si estaba pasando por un ligero bache emocional, sinceramente no me acuerdo, por lo que supongo que en el caso de que así fuese no debió resultar trágico en exceso o lo recordaría, pero en estos últimos días este texto volvió a mi memoria.

He meditado mucho antes de escribir aquí algo tan personal como lo que me propongo contar, no es mi intención crear morbo o inspirar compasión, no, gracias, no necesito ninguna de las dos cosas, sin embargo pienso que quizá pueda servir de ayuda a alguien que pueda encontrarse en mi misma situación y que como hice yo misma acuda en busca de información (es inevitable), cuando un día cualquiera en una exploración que parecía rutinaria le diagnostiquen un cáncer de cavum.

¿Qué coño es el cavum? es lo primero que se piensa ¿por dónde para eso? Si habéis pinchado en el enlace ya podréis contestar esas preguntas, si por el contrario no os apetece hacerlo, os lo cuento de una forma sencilla. Es la parte más alta de la faringe, justo por delante de la columna cervical y en él desembocan las fosas nasales y las trompas de Eustaquio. No suele estar relacionado con el consumo de tabaco o alcohol, sin embargo es frecuente encontrar en las células tumorales restos del Virus de Ebstein-Barr que produce una enfermedad llamada mononucleosis infecciosa o enfermedad del beso. Sólo un pequeño porcentaje de individuos que hayan padecido esta enfermedad desarrollan este tumor. Y yo soy una de ellas. 

Pero lo mejor es empezar desde el principio, y si me lo permitís lo haré mañana mismo, hoy llevo un día un poco ajetreado.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo siento mucho, amiga. Sí, la vida es como es y así hay que usarla. En fin, ¿qué más decirte? Espero y deseo que todo se te solucione satisfactoriamente.
Si quieres hablar ya sabes mi correo. Saludos.

K (Santos)

Des dijo...

Muchas gracias, querido amigo, no te preocupes, estoy bien, pero te agradezco enormemente el ofrecimiento, siempre supone una enorme satisfacción saber que las personas a las que aprecias están ahí, apoyando.
Un abrazo.
Dune.