Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

viernes, 22 de mayo de 2009

Teatro: EL SOMRIURE DE M. O'HARA




El somriure de M. O'Hara de Pasqual Alapont
Compañía: La Dependent.
Dirección: Gemma Miralles
Actores: Joan Gadea, Pepa Miralles, Amparo Oltra, Pep Sellés y Abel Zamora.

La realidad nos ahoga, el día a día es rutinario, la certeza de nuestro final nos agobia. Si no fuera por la sonrisa de aquella adolescente que un día nos enamoró, hace veinte, treinta o quien sabe cuantos años, no podríamos seguir adelante.
En lo más hondo de la memoria, todo el mundo tiene una historia que contar, una historia interesante y única. El problema es que todos queremos contarla, y nos importa un rábano la historia de los otros. Queremos contar la nuestra, recordarla, adornarla, deformarla, aunque sea una ficción, una historia de amor con la protagonista de una película que nunca sucedió. O quizá sí, porque como decía aquel filósofo irlandés, no somos más que lo que recordamos, lo que queremos recordar, aunque sea mentira.
Es la paradoja del mundo comteporáneo, incomunicados en la era de la comunicación, y en cambio, como nos sorprenderíamos si, simplemente, fuéramos capaces de poner la oreja y escuchar.

Estupenda interpretación del elenco de actores. A mucho de ellos ya les había visto actuar en otras obras de teatro o en televisión valenciana. Especial mención a Joan Gadea (famoso por su papel en la serie L'Alquería Blanca con gran éxito de audiencia) por su fabulosa interpretación del abuelito al que ya se le va la cabeza, que muchos hemos vivido en el seno de nuestras familias, y que me sorprendió por su buen manejo de los patines en un momento en que asume el papel de Díos en un sueño de su hijo... ¡genial! Y cómo no al joven Abel Zamora, que bordó su papel de joven tímido, nervioso y sensible que ejerce su profesión de cocinero con especial dedicación. 
La obra, que comienza con visos de comedia, repleta de momentos divertidos, se convierte al final en un tragedia producida por la falta de comunicación y la soledad en que viven cada uno de sus protagonistas.
Os la recomiendo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El anciano siente la ansiedad como una jauría de ratas que le roe los intestinos. Isabel mete un cd con sonidos del bosque y con una voz tan afectuosa como las caricias de un agua termal le dice que se tumbe en el sillón, que cierre los ojos, que visualice un camino de tierra en medio de un bosque, uno de los árboles a los lados y se le acerque y sienta como sus ramas verdes le abrazan. ¿Ramas verdes? Pero si el árbol está seco. El anciano siente las ramas en las clavículas, hincándosele como cuchillos. Isabel insiste que se relaje, que se relaje, y al él le pica la nariz, la oreja, la entrepierna, un ojo… las ratas no paran de roerle y se esfuerza por no rascarse, por no cagarse en todas las vírgenes, por no levantarse y salir de allí. ¡Aquello es una estupidez! Dinero inútil. Además, él ya no quiere que nadie le abrace. Él sólo quiere una pistola. Uno dos y… y luego, cuando él ya no esté ¡Qué importa! Que las ratas y todos los árboles sigan con su trabajo. Ahora el árbol se ha convertido en una persona que le abraza, dice suavemente Isabel y pregunta: ¿quién le gustaría que ahora le abrazase, su mujer? ¡Si está muerta! ¿Su mamá? ¡Y dale! ¿Sus hijos? ¡Joder! El anciano se desespera ¡Qué yo no quiero que nadie…! Entreabre los ojos y ve a Isabel desabrochándole la bragueta, desnuda ¡Cómo se la saca, cómo juega con ella, con sus grandes pechos, con la lengua, con los labios, cómo se la mete hasta el fondo de la boca! El anciano siente como aquel paladar le roza en la punta del glande, está a punto. Se corre. ¿Cuánto hacía que no…? Y ahora, cuando yo cuente tres, dice Isabel con voz pausada, poco a poco, va a empezar a mover sus piernas, sus brazos, sus dedos, va a abrir los ojos y va a volver a la realidad, el camino, el árbol, las ramas, tienen su significado, pero eso se lo explicaré la próxima semana, ahora hay alguien esperando. El anciano paga a la secretaria en recepción, elige con ella el día y la hora de su próxima cita. Isabel aguarda en la puerta y con una tierna sonrisa, le dice, hasta el martes, y usted no se desespere, verá cómo con nosotros logra al fin esa paz interior y esa felicidad que tanto tiempo ha esperado, que tanto anhela, y se despide de él con un beso maternal en la mejilla. El anciano baja las escaleras ensimismado en lo sucedido, se oye una puerta grande, de madera maciza, cerrarse a sus espaldas.

Des dijo...

¡Vaya! tus comentarios no son comentarios, son historias, buenísimas historias. Y ésta tiene mucho de desasosiego, de intriga... me gusta. Y ya sabes que no voy a dejarla aquí ¿verdad? Dame un poco de tiempo para buscar alguna imagen que me guste.
Es lo bueno de tener lectores que escriben como los ángeles ¿o será como demonios?
Felices sueños.

Anónimo dijo...

Estoy seguro de que si algo tienen de buenos mis escritos en su mayor parte lo ponen tus ojos, tus hermosos ojos; gracias.
Dune, no te escribo estas historias con la intención de que luego las saques del panel de las respuestas. Bueno, es una forma modesta de intentar devolverte algo de todo lo que tú nos das.
Pero gracias por la deferencia, inmerecida deferencia. Besos.

K

abel dijo...

muchas gracias por esas palabras tan bonitas!!!:-)