Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

lunes, 11 de mayo de 2009

Pecado de juventud (Siete)


(Imagen de la película: La teta asustada)
Aquél viernes Gonzalo estuvo pendiente de mí todo el día…

- ¿De qué hablas, gloria?
- De lo que pasó con Gonzalo, Xuso, de eso hablo.
- Oye, no tienes que contármelo, y si en algún momento ha dado la impresión de que quería que lo hicieras… olvídalo.
- Siéntate y escucha. Tengo que hablar de ello y sólo puedo hacerlo contigo. No me interrumpas, porque ni yo misma tengo una idea clara de todo lo que pasó, los recuerdos aparecen como en ráfagas, imágenes fijas, detalles, no se si podré contarlo de forma coherente… ¿me entiendes?

Mueve la cabeza con un gesto afirmativo.

Aquel viernes Gonzalo estuvo pendiente de mí todo el día. No dejó de dedicarme sonrisas, caricias furtivas, suaves besos entre clase y clase… al día siguiente, sábado, me daría su gran sorpresa. Yo me sentía la heroína de aquella película, la chica de la que se enamora perdidamente el protagonista, no podía darme cuenta de las risitas disimuladas de los cinco o seis de sus vasallos principales, que andaban algo nerviosos y pendientes en todo momento de los deseos de su jefe.

Al terminar la clase de literatura, la voz de Rafael se alzó por encima del barullo que formábamos mientras recogíamos los libros y libretas esparcidos por los pupitres: “Chicos, no os olvidéis de hacer el trabajo que os encargué el martes pasado. Gloria… ¿puedes esperar un momento? me gustaría hablar contigo”. Al instante se me hace un nudo en el estómago y un ligero temblor sube por mis piernas. Instintivamente miro a Gonzalo, su rostro ha sufrido una transformación, mantiene las mandíbulas apretadas y mira fijamente al profesor. “Sí, claro”, respondo con un hilo de voz al tiempo que me acerco hacia su mesa. Él se ha puesto en pie esperando que los demás salgan por la puerta, Gonzalo es el último en hacerlo o eso es al menos lo que imagino, porque por alguna razón no me atrevo a mirarle.

- Gloria, quizá no sea asunto mío, pero… estás saliendo con Gonzalo ¿no?
- Sí, bueno, últimamente nos vemos a menudo ¿por qué me lo preguntas? ¿pasa algo?
- No puedo decirte con quien debes relacionarte, sólo quiero advertirte sobre él, ten cuidado, Gloria, algunas personas no son lo que aparentan, y Gonzalo es una de ellas.
- ¿Qué pasa con él? ¿hay algo que debería saber?
- Sólo ten cuidado, no puedo decirte nada más.
- Está bien, lo tendré.

Gonzalo estaba esperándome en la puerta.

- ¿Qué quería ese? – me pregunta.
- Nada importante – le respondo, mientras echo a andar hacía la salida.

Me coge del brazo para detenerme.

- Me haces daño, suelta.
- ¿Qué te ha dicho?
- Que si necesito documentarme para el trabajo, en la biblioteca hay un libro que puede servirme de ayuda – invento sobre la marcha.
- Pues eso debería haberlo dicho para toda la clase, parece que tiene cierta preferencia por ti ¿no crees? A lo mejor espera alguna clase de favor. Le gustas.
- Vete a la mierda.
- No te enfades, perdona, por favor, no quiero que ese gilipollas estropee nuestra cita de mañana.
- Está bien, pero deja de decir tonterías, a ver ¿me vas a contar algo? ¿qué te traes entre manos?
- Es una sorpresa, ya te lo he dicho. Te acompaño a casa y le pido permiso a tu madre para que te deje venir mañana a pasar el día con mis padres.
- ¿Vamos con tus padres?
- ¡Qué ingenua eres! Es una pequeña mentira para poder estar juntos todo el día sin que nadie nos moleste. Te recogeré sobre las doce… ponte guapa.

Por fin llegó el sábado. Estaba arreglada una hora antes de la convenida, con el corazón brincando y el estómago revuelto. A las doce en punto apareció Gonzalo, se deshizo en halagos hacia mi madre, prometió devolverme sana y salva, y nos fuimos subidos en su moto. Nos dirigimos a las afueras de la ciudad, hacia una zona de chalets y pequeñas casitas desperdigadas. Delante de una de ellas, Gonzalo paró la moto y nos apeamos.

- Este es mi escondite secreto – me dijo, mientras metía la llave en la cerradura y la hacía girar.

Me sujetó del codo y me hizo pasar.

Me encontré en una sala bastante grande que parecía un decorado de cine. En la parte derecha, una sofá esquinero y una mesa pequeña delante adornada con un pequeño jarrón de flores. A la izquierda, arrimada también a la esquina, una gran cama cubierta con un dosel en color melocotón subido de tono. Una puerta comunicaba con la pequeña cocina, y otra permanecía cerrada.

- ¿Es tuya?
- Creo que era de mi abuela, o de algún pariente lejano. Mis padres no la utilizan y yo la decoré a mi manera.
- ¿Un picadero? ¿Aquí es donde traes a tus amigas?
- Hum…. Tú estás celosa.
- Eso quisieras.
- Sólo traigo aquí a quien de verdad lo merece.
- Y ¿se puede saber qué he hecho yo para merecer tanto honor?
- Tranquila, cada cosa a su tiempo, ya lo descubrirás por ti misma. Siéntate y ponte cómoda. Voy a preparar algo para picar y tomamos una copa. Tienes que comer y coger fuerzas, vamos a pasarlo muy bien, te lo aseguro.

Se ha ido acercando a mí, me besa el cuello, las orejas, mientras sus manos acarician mis pechos por encima de la blusa y me aprietan contra su cuerpo. No puedo evitar sentirme excitada ante la perspectiva de imaginados placeres.
(Mañana por la noche, si nada lo impide, intentaré colgar el último capítulo. Tengo un mes bastante ocupado, pero eso es otra historia que ya contaré en próximos post. A los que seguís ésta, gracias por vuestra paciencia).

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Por qué algunas mujeres nos enamoramos de los más hijos de puta, o sea, de los que nos pueden a hacer sufrir, aún sabiendo que ellos no están enamorados de nosotras, y, encima, que en cualquier momento nos la pueden pegar, porque son ese tipo de hombre que no se conforman con estar con una sola mujer. A lo mejor por confianza en nuestras propias posibilidades. Un reto: enamorarle, hacerle caer a él también en nuestras femeninas redes. A algunas mujeres la aventura nos excita. Tal vez porque algunos tipos, buenos, nobles, de los que una se puede fiar, son aburridos por lo previsibles. Por lo general los tipos sin escrúpulos son tipos que triunfan en la sociedad, llaman la atención, son criticados pero a ellos les da lo mismo lo que piensen de ellos los demás y, por eso, en cierta forma, son envidiados. Aparentemente esos tipos se mantienen seguros, inquebrantables, por encima de todo y de todos ¡Qué morbo! A algunas mujeres nos excita el morbo. Las otras mujeres al verte del brazo de fulanito pensaran, comentaran entre ellas: mira fulanita, no sabe dónde se mete. ¡Fulanito, vaya fama tiene, vaya tipo! Y tú verás ahí envidia. O a lo mejor lo que algunas mujeres nos va es sentirnos el objetivo de todas las miradas? Bueno ¿y las prioridades? Para algunas la aventura de vivir es nuestra prioridad. La valentía de vivir. Aunque para ello haya que aceptar el riesgo, experiencias que, a lo mejor, pueden hacernos llorar, pero que de momento, aunque no se sepa realmente por qué, nos hacen sentirnos vivas. Tremendamente vivas. Memoria de vida. Es nuestra piel, nuestras tetas, nuestro clítoris, nuestro corazón, la vida, los que se arrugan, los que pasan. El tiempo es como uno de esos hombres, siempre está ahí al acecho, impertérrito, mirándonos, invitándonos a la aventura. ¿Ser valientes, vivir? Cualquier día, de repente, miramos hacia atrás, y sólo vemos miedo. Ánimo, Gloria.

K.

Des dijo...

K.
Permíteme que te responda mañana, más despacio, hoy se me hizo demasiado tarde para acabar la historia.
Gracias por tu comentario.

Des dijo...

Lo prometido es deuda y no podía dejar de responder a tu reflexión. Esa misma pregunta me la he hecho muchas veces, y llegué a la conclusión de que no es amor en realidad, es algo así como una "atracción fatal", su carisma, las miradas que atrae su persona, el deseo, todo eso revierte en la mujer elegida y la convierte en la más envidiada, en la heroína que quizá consiga retenerle para siempre. Pero no es algo exclusivo de las mujeres ¿no conoces a ningún hombre bueno enamorado de una mala pécora? los hay a montones. Son como el soldadito marinero de la canción de Fitipaldi "escogiste a las más guapa, y a la menos buena, hay que ver que puntería no te arrimas a una buena"
Y luego está la conquista, es realmente excitante, a veces deseamos tanto a una persona, tanto, tanto, que se convierte en nuestro principal objetivo. Si conseguimos al fin conquistarle, no es raro que acabemos decepcionadas y nos lancemos de cabeza a una nueva conquista. Es el síndrome de D. Juan, que aunque se encarna en un hombre, también lo practicamos las mujeres.
Y en último lugar, tengo que estar de acuerdo contigo, casi siempre esa búsqueda incansable de aventura, esa locura de sentirnos vivas no es más que un intento vano de exprimir cada hora al máximo, de poder seguir sintiéndonos jóvenes y deseadas.
Es tan corta la vida.
Todo un placer hablar contigo.
Besos.