.jpg)
Túmbate ahí, al lado de la bañera, me dijo cuando entramos en el baño. Me acosté boca abajo pues seguía teniendo las manos atadas a la espalda, no sin cierta molestia debido a la notable erección de mi miembro, pero ella sin siquiera mirarme, se descalzó y pasó sobre mí como si se tratase un escalón que le facilitase su entrada en el agua. Se sumergió en ella y permaneció un rato inmóvil con los ojos cerrados. Deseaba lavar su cuerpo, enjabonarla despacio, rozar con mis dedos aquella suave piel, acariciar la curva de sus caderas, su vientre, la redondez de sus pechos, sus piernas. Ansiaba besar cada uno de sus rincones, los dedos de sus pies, uno por uno… pero ella lo sabía y ese era el juego. Escuché el chapoteo del agua cuando ella se puso en pie y esperé con impaciencia sin saber lo que vendría después. Luego, sus pies mojados, volvieron a posarse sobre mi espalda.
Levántate.
Una vez puesto en pie, me tocó suavemente los hombros para darme la vuelta y desató mis manos. Sécame, y se puso de espaldas. Cogí la toalla y empecé a pasarla por su piel mojada, desde los hombros hasta los pies, recreándome en cada una de sus curvas, demorándome en aquellos lugares de más difícil acceso. Luego me puse frente a ella, nos miramos un instante, en sus ojos se abría paso el deseo, aún cuando intentase parecer fría. Yo sabía que aquello le gustaba, que era presa de la misma excitación incontenible que yo sentía. Bajé la mirada humildemente como lo haría cualquier esclavo ante su ama. Era mi diosa en aquel juego sexual, era la mujer que yo siempre había deseado. Sin levantar los ojos sequé con suavidad sus pechos de pezones enhiestos, me entretuve en su ombligo, y me arrodillé para secar su sexo.
Me quedé así a sus pies esperando sus órdenes.
(continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario