Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

viernes, 2 de enero de 2009

Ginés, yo y otras circunstancias (Siete)


(Imagen: Ané)

No, mi padre no se había enterado del romance entre la mujer que fue su esposa a lo largo de todos aquellos años, y uno de sus empleados más apreciados. Lo supe el día en que a mis queridos progenitores se les ocurrió la brillante idea de obsequiarme con una visita sorpresa, por separado, claro. Era la víspera de Reyes y fue mamá la que llegó primero, por supuesto acompañada de Ginés. Por pura casualidad esta vez no me sorprendieron con la bata puesta, yo acababa de llegar a casa después de la comida anual de Mujeres Abandonadas Viviendo Tan Ricamente, una asociación sin ánimo de lucro a la que me arrastraron aun en contra de mi voluntad, la traidora amante de mi ex marido y mi ex cuñada también recientemente abandonada. La dichosa comida me había producido un ligero dolor de cabeza, en parte por el vino que había ingerido, y en parte por aguantar durante tres horas las mismas quejas e historias de siempre. Realmente no entendía por qué se empeñaban en recordar una y otra vez la putada perpetrada por sus antiguas parejas en lugar de disfrutar de su nueva situación de independencia.

Llegué a casa dispuesta a relajarme y a pasar la tarde leyendo un interesante libro que tenía a medias, bien acomodada en el sofá, pero aùn no me había quitado los zapatos cuando llamaron a la puerta. No pude reprimir un gesto de fastidio cuando al abrirla me encontré con la pareja. Hija, últimamente parece que estás siempre de mal humor, me dijo mamá al percibirlo, te estás convirtiendo en una solitaria triste y aburrida. Mejor eso que una anciana patética enamorada de un jovencito, pensé con mala baba, y me mordí la lengua para que mis palabras no se escapasen como dardos envenados, era mi madre, al fin y al cabo. Ginés me besó ligeramente en las mejillas y me deseó un feliz año, y los dos tomaron asiento en el sofá sin esperar a que les invitase a hacerlo.

Está bien, me dije, no cuesta nada ser amable, aguántalos un rato e inventa luego cualquier excusa para que se larguen. ¿Os apetece tomar algo? Pregunté con mi mejor sonrisa, y una vez me dijeron lo que querían me marché a la cocina a prepararlo.¿Pensabas salir? Preguntó mamá desde el salón. Me lo puso a huevo, sí mamá, estaba terminando de arreglarme, he quedado con unos amigos para salir a dar una vuelta, luego cenaremos y seguramente iremos al teatro, inventé sobre la marcha.

No acababa de servir las bebidas y sentarme, cuando sonó de nuevo el timbre. ¿Esperas a alguien? Volvió mi madre a preguntar. No, no se quien puede ser, dije mientras me dirigía hacia la puerta. ¡Sorpresa! Gritó papá cuando le abrí. Pero el sorprendido fue él cuando al dirigir la mirada hacia el salón se encontró con mamá allí sentada. Noté como mi padre hinchaba el pecho y metía el estómago, antes de entrar en casa pavoneándose como un perfecto macho.

¡Hombre, Ginés! Esto sí que es una sorpresa, no esperaba encontrarte aquí, en casa de mi hija ¿puedo saber a qué se debe esta agradable coincidencia? Durante unos segundos que a mí me parecieron eternos todos nos quedamos en silencio. Barajé mientras algunas posibilidades: mi padre estaba haciéndose el inocente, o realmente estaba en la inopia. La respuesta de mamá me confirmó que se trataba de lo segundo: Está visto que sigues como siempre, sin enterarte de nada, Ginés es el NOVIO DE TU HIJA ¿no lo sabías? Casí me atragando otra vez con el vino. Instintivamente Ginés y yo nos miramos intentando disimular nuestra sorpresa. A punto estaba de intervenir y echar por tierra la mentira de mamá cuando reparé en la mirada alegre de papá que vino hacía mí y me abrazó con fuerza. Enhorabuena hija mía, decía mientras me estrechaba entre sus brazos, me alegro mucho por ti, te mereces un hombre como Ginés. Yo le aprecio mucho ¿sabes? Y estoy seguro de que sabrá hacerte feliz. Luego, dirigiéndose a mamá y contento como un niño propuso que para celebrarlo nos fuésemos los cuatro a cenar.

La madre que parió a mi madre, en menudo lío nos había metido a todos, pero sobre todo a ella misma que no sabía por dónde salir para rechazar la proposición de papá. Bien, me dije, a ver qué coño te inventas ahora, con lo fácil que hubiese sido decir la verdad. Me parece una idea genial, papá, hace mucho tiempo que no pasamos un rato los tres juntos ¿no te parece mamá? Ginés y yo no teníamos nada previsto para esta noche, dije de forma inocente, regocijándome interiormente al ver los apuros que estaba pasando. Ginés se debatía entre echarle un cable a mamá y la curiosidad por ver cómo terminaba aquello. No se hable más, dijo papá quitándose la chaqueta y sacando del bolsillo su teléfono móvil, voy a llamar al restaurante para reservar una mesa para cuatro ¿me sirves una copa, nena?

Me sorprendió oir a Ginés diciendo que venía a yudarme. No está bien hacerle esto a tu madre, me recriminó en cuanto nos encerramos en la cocina. Ya, respondí, y follar con su hija a sus espaldas, está que te cagas ¿no?. Eso es otra cosa, además eres tú quien me provocas. Serás mamón cabronazo, ya me he dado cuenta que para ti es todo un sacrificio… ¿qué haces ahora manoseándome el culo? Pero me hizo callar metiéndome la lengua hasta la campanilla. A pesar del temblor de piernas que empezaba a sentir, hice acopio de todas mis fuerzas y me lo quité de encima de un empujón, justo cuando mi madre parecía empezar a impacientarse ante nuestra tardanza ¿necesitáis ayuda? le oí preguntar desde el salón y hubiese jurado que su tono de voz estaba cargado de ironía.

La cena no estuvo mal después de todo, parecía que los cuatro nos habíamos identificado con el papel que nos tocaba representar y la pasamos conversando y riendo como cualquier familia en la víspera de Reyes. No era un mal regalo ver a mis padres otra vez juntos, hablando sosegadamente, recordando incluso otros días como aquél y mirándose de vez en cuando con los ojos de antes, de cuando estaban enamorados, de cuando eran un matrimonio feliz, o al menos a mí me lo parecían, a pesar de tía Margarita o de alguna otra conquista de papá. Al salir del restaurante volvimos a mi casa ante la insistencia de Ginés, metido de lleno en su papel de novio de la niña, para tomar la última copa.
(Ya se, ya se que no tengo remedio... las historias se alargan cuando me siento ante el teclado, pero ¿qué puedo hacer? los personajes mandan y juro que me asesinan si no cuento lo que ellos me ordenan... menuda mala leche se gastan)

1 comentario:

Tania Alegria dijo...

Decir que aquí estoy y aquí sigo de cal y piedra.
Aplausos.
Y abrazos.
Marién