Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

domingo, 12 de septiembre de 2010

Jóvenes e inocentes (Primera parte)



Malena y El Chori se comen la boca escondidos en la esquina de la pared trasera del instituto. Han buscado un lugar discreto intentando pasar desapercibidos, pero no es una tarea fácil cuando cientos de estudiantes pululan por el patio. Es la hora del recreo.

Malena empieza a notar la dura protuberancia que intenta abrirse paso en la entrepierna del Chori. Es hora de parar esto, piensa, y al tiempo que se desprende de su boca, le aparta con una ligera presión de sus manos apoyadas en el torso masculino. Él, con las suyas firmemente agarradas a su culo, la aprieta un poco más restregándola contra su sexo. La chica le aparta ahora con firmeza. Esa es su gran baza, mantenerle con ganas de follarla, conoce la fama del Chori, al que las chicas le duran apenas dos semanas, el tiempo que necesita para que se le abran de piernas, y fanfarronear luego de sus trofeos. Si fuese un pistolero del Oeste haría una muesca en su revolver por cada una que se pasó por la piedra. Está segura. Pero ella es distinta. El Chori no es el hombre de su vida, ni siquiera le pone, en realidad preferiría estar sentada en un banco en compañía del sabiondo del pupitre del fondo, pero ser la chica del tío más popular y deseado del instituto es un punto. Apenas han pasado cuatro meses desde que llegó allí, después de vagar con su familia por distintos pueblos de España, venidos desde la lejana Venezuela. No quiere acordarse de aquellos primeros días ¡qué vaina! todos terminaban en llantina y la sumían en una rabia profunda hacia sus compañeros, que la trataban con desprecio o lo que es peor, con tal indiferencia que a veces llegaba a creer que era invisible. Pero todo cambió cuando El Chori se fijó en ella, las chicas empezaron a tratarla con respeto y un punto de envidia, y de las miradas que le dirigían los chicos emanaba un deseo a duras penas contenido.

¡Joder! ¡qué dura me la ha puesto! piensa El Chori, mientras se acaricia el paquete. Se muere por follarla, la muy puta le tiene cogido por los huevos. Le calienta con esa lengua voraz que se le cuela hasta la garganta mientras le empitona con las tetas grandes y duras de pezones puntiagudos que amenazan con traspasar la camiseta. Y luego nada, lo más que consiguió fue que se la pelara una noche en el portal de su casa. A punto estuvo hace dos días de mandarla a la mierda, al fin y al cabo hay una docena de tías esperando por él, dispuestas a lamerle la polla con sólo chasquear los dedos, se mueren por su cuerpo. Su trabajo le cuesta, machacándose dos horas cada día en el gimnasio para lucir esos bíceps abultados, unos pectorales perfectos y una espalda que es la envidia del instituto. Malena es tan dulce y melosa cuando quiere. Y está en juego su reputación, si se da por vencido y no acaba metiéndosela, adiós a su fama de machito. No va a convertirse en el hazmerreír de la peña ¡no te jode! Tarde o temprano acabará follándola, sólo tiene que tener un poco de paciencia, mostrarse dulce y comprensivo, eso a las tías les mola y las pone cachondas.

– ¿Has visto a esos cerdos como se morrean?

La voz de Vanesa sorprende a Laura que ensimismada miraba los escarceos de la pareja. Suspira, intentando disimular la sensación de fastidio que le produce la interrupción de su amiga.

– Esa guarra le tiene bien pillado. No se qué ha visto El Chori en ella, tú le das cien mil patadas, a esa puta de mierda.

– Vamos, Vanesa, no exageres. Lo que le ha visto es difícil de esconder, un par de buenos melones, un culo gordo y respingón y un nuevo coño que follar. Todas conocemos al Chori.

– Te veo muy tranquila ¿te da lo mismo? No me digas que no te da por el culo que ese cabrón te haya dejado tirada.

Vanesa no ha podido evitar un ligero tono entre compasivo y ufano, y pretendiendo arreglar su metedura de pata, baja los ojos y se acerca a su amiga pasándole su brazo por el hombro. Pero para Laura no ha pasado desapercibido. No se sorprende, Vanesa, como las demás, siempre sintieron envidia de ella mientras fue la chica del Chori. Las muy hipócritas la adulaban descaradamente, y ahora, abandonada por ese mamonazo, después de follársela hasta que se cansó, había caído estrepitosamente del altar al que la habían elevado. Pero no va a consentir que se den cuenta de lo jodida que está, no necesita su compasión, necesita venganza.

– No, Vanesa, no me da por el culo, en realidad me ha hecho un gran favor. Estaba hasta el coño del Chori, quería romper con él y no sabía como hacerlo, así que el muy gilipollas me lo puso en bandeja.

Vanesa hace una ligera mueca de incredulidad.

– Tía, no me jodas. Si está buenísimo, y debe tener la polla más grande de todo el instituto.

– Pues no, no la tiene grande. Y no aguanta dos asaltos, músculo y fachada, eso es El Chori, ni más ni menos. Cuando quieres empezar a calentarte, el tío ya se corrió y te quedas a dos velas. Así que me alegro que se lo haya llevado esa pobre infeliz… que le sea leve.

Y se da media vuelta mientras le echa un vistazo al reloj. Es la hora de volver a clase. Sonríe pensando en la sorpresa que le espera al Chori en su pupitre.


(Continuará)

1 comentario:

hippie pirata dijo...

¡Qué rematadamente malas son las mujeres!
Por un momento he recordado. Pero no, yo no era el Chori sino el pobre gafitas del fondo.