Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

lunes, 24 de mayo de 2010

Tiempo muerto




¿Qué voy a hacer ahora? Este pensamiento o parecido, debió rondar un breve instante por mi cabeza, pero se quedó escondido en un rincón, acechando el momento oportuno para presentarse. Así que seguí con atención las explicaciones del hombre que por alguna extraña razón me había envuelto desde un principio, en una atmósfera de confianza y tranquilidad, quizá fue su apretón de manos o la forma en que me miró directamente a los ojos.


Fue más tarde conduciendo de camino a casa cuando esa pregunta abrió la caja donde guardo mis miedos y afloró el llanto, ese que siempre viene en mi auxilio cuando la angustia está a punto de ahogarme.


Todo empezó hace algunos meses cuando descubrí que estaba perdiendo pelo. Aunque sentí cierta preocupación porque era la primera vez y me parecía que la cantidad era importante, pensé que podía ser cosa de la estación, o de la menopausia, vete tú a saber. A todo el mundo se le cae el pelo, me dije, y efectivamente cuando lo comenté esa misma fue la respuesta que todos me daban.


Dejé pasar dos o tres semanas y viendo que la cosa continuaba, consulté a mi farmacéutico, que aunque tampoco le dio mucha importancia me recomendó un tratamiento de tres meses a base de pastillas para reforzar el cabello, y que si no funcionaba acudiese a mi médico de cabecera.


El tratamiento no dio resultado y además notaba que no sólo era el cabello que cada vez era menos abundante, si no que también el vello del cuerpo había empezado a disminuir. Pero parecía que nadie más que yo lo veía, y mi familia decía que me estaba obsesionando. Sin embargo cada vez que me miraba al espejo notaba que mis cejas eran más finas, y las pestañas menos espesas. ¿Cuándo me depilé por última vez las piernas? Me pregunté ante la ausencia de vello, apenas cuatro pelos en guerrilla, y me costó recordar cuando había sido. Eso no podía ser normal, no se trataba de un problema capilar, algo no funcionaba bien en mi organismo.


El médico de cabecera solicitó análisis de sangre y orina, tiroides, y alguna clase de hormonas. Esperar quince días más para hacerlo y otra semana para conocer los resultados, fue una tortura. Para entonces me miraba concienzudamente al espejo cada día, varias veces, la raya del pelo era cada vez más grande y el cuero cabelludo más visible. Y no sólo caía al lavarlo o peinarlo, la almohada aparecía por la mañana con una buena cantidad de cabello por encima. Callaba, nadie parecía notar nada extraño y sólo conseguía que me tachasen de obsesiva y maniática.


Los resultados de los análisis eran correctos. Mi médico me dijo que estaba más sana que una manzana y me prescribió un líquido para rociarme la cabeza. Le comenté que tenía menos vello en el cuerpo, pero creo que o no me creyó o pensó que no era importante. A los dos días fui a la peluquería, quizá un buen corte de pelo podría ayudarme. Y esa misma tarde hablando con una buena amiga me recomendó un dermatólogo al que ella acudía desde que el año pasado había tenido un problema parecido.


No era parecido, no. Lo de ella era una alopecia androgenética que se disparó a causa de una situación de estrés por la que estaba pasando. Consiguió frenar la caída y recuperar parte del cabello perdido. Mi diagnóstico fue Alopecia Areata Universal. No voy a aburriros con detalles técnicos y engorrosos. Es una enfermedad auto-inmunológica. Mi sistema inmunológico ataca de forma errónea el pelo pensando que es un agente extraño enfermo y hace que se caiga, sin ocasionar daño alguno al folículo piloso. Vamos, que se cree un D. Quijote atacando molinos de viento como si fuesen gigantes. O sea que estoy completamente sana pero mi sistema inmunológico tiene una chaladura de un par de cojones, le ha dado por mis pelos y va a por ellos con todas las armas de que dispone.



Podría buscar una segunda opinión como algunos me recomiendan, pero no voy a hacerlo. Confío en el diagnóstico del dermatólogo. Todo lo que he leído coincide con lo que me está pasando, incluso esta mañana me he dado cuenta de otro síntoma en las uñas de los pies que me había pasado desapercibido. Así que no voy a perder el tiempo de consulta en consulta. No, mi tiempo es más precioso que todo eso.


Los tratamientos para corregir esta disfunción son agresivos. De momento empiezo con un mes de cortisona para intentar frenar la vitalidad del sistema inmunológico. El resultado es una incógnita. Después de empaparme de información, he llegado a la conclusión de que es algo así como una lotería. Hay enfermos de todas las edades, y se da bastante en niños, y cada uno reacciona de una forma a la medicación, desde los que recuperan el cabello y cuando la suspenden les vuelve a caer, los que pasan temporadas con pelo y sin él, los que les vuelve a salir por zonas, y los que no lo recuperan nunca.


De momento, he decidido seguir el mes de tratamiento, ya que no es un periodo prolongado en el que no son notables los efectos secundarios de la cortisona. Después dependerá del resultado y del consejo de mi dermatólogo. Pero no voy a jugar con mi salud por una razón estética. Si la cosa se pone rebelde apechugaré con mi calvicie, no me queda otra. Aún puedo sentirme afortunada, sí, afortunada. No tengo que enfrentarme a ninguna otra enfermedad grave a consecuencia de la cual podría verme en igual situación, y a mi edad tampoco tiene el mismo efecto psicológico que podría tener si me sucede cuando era una niña, o una quinceañera.


Tiempo muerto.


Es lo que necesito. No puedo seguir inventando una historia ficticia, cuando mi cabeza está siempre dándole vueltas a esta nueva situación. De momento, no puedo. Siento dejaros a medias. Quizá en unos días la retome como un revulsivo, una forma de distraer mi mente. O no.


Gracias por leerme.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Deduzco que la historia, esta vez, no es ficción. En fín: sé, por experiencia, que cuando se tiene algo así en la cabeza es dificil, muy dificil, poder pensar en otra cosa; pero conviene intentarlo.
Mi experiencia me dice que en estas situaciones uno está solo, más solo que la una; quiero decir que las palabras de los demás de poco o de nada sirven.
Aunque si quieres hablar sabes la dirección de mi correo

Anónimo dijo...

Se me olvidó firmar.
Kluzl

Des dijo...

Deduces bien, querido amigo.
Esto no supone el cierre del blog, ni por supuesto que yo vaya a dejar de escribir, es sólo que creo que los que seguís la historia os merecéis una explicación. Y que necesito un poco de tiempo para asimilar todo esto, se que es peor la espera de este mes siguiendo el tratamiento que si tuviese una certeza definitiva. Luego sólo es cuestión de acostumbrarme a mi nueva imagen y a las miradas y preguntas de los demás.
Se que estás ahí y te lo agradezco. Mi mayor fortuna es contar con buenos amigos como tú.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Mucho ánimo

Des dijo...

Muchas gracias. No me queda otra, es lo que hay. Me acojo a ese proverbio chino (los buenos proverbios siempre son chinos) que dice: "Si tu problema tiene solución ¿por qué te preocupas? y si no la tiene ¿por qué te preocupas?. Siempre me han gustado los cambios de imagen, y oyes, incluso hasta me sienta bien
Un abrazo y gracias otra vez.

Anónimo dijo...

Mucho ánimo y confía, que a lo mejor de esta gran sacudida sacas un gran aprendizaje, son los misterios de este camino que es la vida, (además seguro estás muy interesante con el nuevo look)tu cabeza no necesita más adorno que toda su belleza interior, por eso esperaremos que pase esta mala racha para que nos la sigas regalando, a través de tus escritos.
un abrazo.

Des dijo...

Gracias.
Un abrazo también para ti.