Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

viernes, 17 de abril de 2009

Pecado de juventud (Cinco)


No es como los otros chicos con los que he estado, ellos se conformaban con manosearme un poco las tetas, meter la mano bajo la falda o acariciarme el sexo por encima de los pantalones. Cuatro restregones y se corren solos. Gonzalo me besa el cuello y con dedos hábiles me desabrocha el sujetador. Cuando acerca los labios a mis pezones, éstos parecen que se estiran deseando el contacto con su boca.

Mi cuerpo se deja llevar por el deseo que él me provoca, sin embargo, no logro hacer que desaparezca una idea que permanece fija en mi cabeza: no quiero follar con él. Ni yo misma entiendo el por qué, pero se que no voy a hacerlo. Por un momento me paraliza el miedo de que vaya a obligarme, mi cuerpo se tensa y Gonzalo se da cuenta.

- ¿Qué te pasa? – me dice apartándose un poco para poder mirarme.
- Yo…yo… -tartamudeo- no, no quiero hacerlo.
- No quieres hacer ¿qué?... ¿no quieres que te la meta?
- No.
- Bueno, pues no te preocupes, no lo haré… hay formas de pasarlo bien. Dime ¿te gusta esto? – y desliza un dedo por debajo de mis bragas que hace que me retuerza de placer. Relájate, Gloria, te voy a enseñar a disfrutar, tonta, confía en mi, me vuelves loco mi vida, me vuelve loco este coñito caliente, hazme caso, haz lo que yo te diga y lo pasaremos bien… lo pasaremos muy bien.

Sus dedos penetran mi sexo rítmicamente y yo sólo deseo que lo hagan más y más dentro. Ahora podría follarme si quisiera y no encontraría ninguna resistencia por mi parte, pero no lo hace. Confío en él. De pronto me siento vacía y detengo el vaivén de mis caderas. ¿Qué hace? Me pregunto cuando se mueve bajando hacia mis pies, al tiempo que desliza mis bragas por las piernas. Una ligera presión de sus manos entre los muslos y las abro. Nerviosa. No acabo de creer lo que imagino que se dispone a hacer.

Pero allí está, el contacto de su lengua en mi sexo, la punzada de placer, mi clítoris latiendo. Abro las piernas todo lo que puedo. Nadie había metido ahí la boca, nadie. ¿A quién le gusta hacer eso? Pienso. Si al menos acabase de ducharme. Estoy mojada y mi sexo desprende un fuerte olor a excitación que hasta yo puedo percibir, pero a él parece no importarle. Juguetea con su lengua en busca de caminos escondidos, hendiduras, rendijas, recovecos. Con los labios chupetea el clítoris, succiona… se detiene. Me incorporo aturdida y le encuentro sonriente mirándome.

- ¿Te gusta? – me pregunta, con sonrisa maliciosa.
- ¡Ufff! – no tengo fuerza para contestar nada más coherente.
- Pues pídeme que siga.
- ¿Qué?
- Que me lo pidas, pídemelo. Pídeme que te coma el coño, hazlo… ahora.
- Cómeme el coño – digo con un hilo de voz.
- Más fuerte, dilo más fuerte.
- ¡Cómeme el coño!
- Más fuerte.
- ¡Cómeme el coño! ¡Cabrón!

Se mete con furia entre mis piernas. Unos ligeros toques son suficientes para hacerme estallar. Me estiro. Me doblo. Grito. Y poco a poco mis músculos se relajan, tiemblan ligeramente, me siento fláccida, sin fuerzas. Es la primera vez que otra persona me provoca un orgasmo y no es lo mismo que hacértelo tu misma, no, no es lo mismo.

Me besa. Sabe a sexo, mi sexo.

- Es tu turno – dice mientras empieza a desabrocharse la bragueta.

Imagino lo que quiere, y siento una mezcla de deseo, repulsión y miedo. También cierta vergüenza, no se cómo hacerlo. Parece adivinar mis pensamientos.

- Yo te enseño, sólo tienes que hacer lo que te diga.

Asiento ligeramente y no acabo de entender tanta experiencia en un chico de su edad.
...

2 comentarios:

ray y rosa dijo...

Un gustazo leer algo tan bellamente escrito.

Rosa

Des dijo...

Gracias, Rosa.Para mi es un verdadero placer tu (vuestra) visita.
Des.