Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

jueves, 31 de mayo de 2012

El legado


(Lujuria- Fernando Botero)

Baja las escaleras con sigilo aunque sabe que sólo ella escuchará sus pasos. Su mujer, desde que toma esas pastillas relajantes, cae como un tronco nada más poner la cabeza en la almohada, y su hijo pasa la noche en casa de un amigo.

Cuando abre la puerta de la pequeña habitación junto a la cocina, ella está arrodillada frente a esa especie de  altar que tiene montado con velas y una docena de santos. Se pone de pie al tiempo que se vuelve hacia él desabrochándose la bata con la que va vestida. Antonia, la criada boliviana, se quita la prenda dejando al descubierto sus grandes tetas colgantes. La tripa fofa cae sobre un monte de Venus negro y peludo donde él ha posado los ojos.

Cada noche se promete que será la última, que echará de su casa a esa zorra de manos ásperas y coño maloliente, pero acaba bajando las escaleras para follarla. Hoy está decidido, lleva en el bolsillo del pantalón un fajo de billetes para ella, quiere que se vaya para siempre. La mujer le pone las tetas en la cara, huelen a jabón barato y a lejía, él le muerde con rabia un pezón.

Ocurrió por casualidad, una tarde en que él llamó a su puerta, ya no recuerda el motivo. No obtuvo respuesta y la abrió justo en el momento en que ella luchaba por sacarse una camiseta demasiado estrecha. La visión de su cuerpo semidesnudo le trajo a la memoria a la vieja Hortensia.

“¿Qué tiene aquí mi niño? Esto ya está grande. Ven, ven con tu Hortensia, verás cómo te crece” Y le metía la mano por la bragueta, se la meneaba hasta que él no podía aguantar más. No era tan vieja la Hortensia, andaría por los cincuenta, pero para un niño de catorce años, era casi una anciana. Se la chupaba con su boca grande “dame la leche, niño, dámela toda, mira como la trago”. “Métela aquí, por el culo, que te dará más gusto. Después le comerás el coño a tu Hortensia” Le gustó como su polla se acoplaba en aquél agujero prieto, lo único prieto que tenía la vieja. Sintió nauseas cuando ella le obligó a meter la cabeza entre sus piernas restregándole el coño por la cara.

Desapareció un buen día de su vida. Su padre dijo que se había marchado, que alguien le ofreció un trabajo mejor. Y él empezó a frecuentar a las putas más viejas que encontraba, aunque para casarse eligió a una mujer aséptica y delgada, con el coño oliendo a jazmín y rasurado.

Ya ha vaciado su urgencia. Mete la mano en el bolsillo del pantalón y le tira sobre la tripa el fajo de billetes sujetos con una goma. Ella no dice nada, le mira sonriente mientras hace la acción de meterse el pequeño paquete por el coño.

Vete de mi casa, le dice mientras hace girar el pomo de la puerta.

Saliendo de la habitación oye la voz de Antonia: “Tu hijo es un machote, folla como su padre”. Y se ríe recostada en la pequeña cama. Y sus risas hacen temblar sus carnes.


1 comentario:

Anónimo dijo...

La historia se repite.

Te felicito, amiga, veo que sigues siendo una expléndida narradora y que tu pluma no ha perdido ni ápice su fragancia ni su frescura.

Percibo, al leerte, que te vas encontrando mejor. Me alegro.

Saludos.