Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

jueves, 30 de septiembre de 2010

Respeto


En el día después, leo y escucho a algunas de las personas que ayer optaron por acudir a la convocatoria de huelga general, pedir respeto a las que, por el contrario, decidieron desempeñar su trabajo como cualquier otro día, haciendo valer ambas su derecho de decisión. Escuchar esto me descoloca. ¿Acaso alguien vio a algún grupo de huelguistas increpado por los compañeros que acudían a su trabajo?

Respeto.

¿Se entiende por respeto siliconar las cerraduras de los establecimientos para impedir su apertura? ¿Pinchar ruedas de coches y camiones para que no salgan a hacer su ruta? ¿Fijar clavos con silicona en los accesos a los polígonos industriales para que los que decidieron libremente trabajar no puedan hacerlo? ¿Insultar, vilipendiar, abuchear, coaccionar, amenazar como energúmenos a los compañeros (palabra habitual usada en la jerga de los sindicalistas) que piensan de forma diferente?

Piquetes informativos.

¿Por qué los piquetes "informativos" dan por supuesto que aquellas personas que deciden trabajar están desinformadas? ¿Por qué ponen siempre como excusa que quien acude a su puesto de trabajo es bajo coacción del empresario? ¿Quizá para hacer bueno el dicho de "piensa el ladrón que todos son de su misma condición"? ¿Tanto les cuesta entender que existen muchos miles de trabajadores que tienen sus buenas razones para no seguir las consignas que dictan los sindicatos?

Razones como que:

  • La tan cacareada huelga general no es más que una pantomima orquestada por los sindicatos para hacerse un lavado de cara que borre las manchas de su ineptitud.
  • Ineptitud para hacer bien su trabajo: sentarse a negociar hasta que se les pele el culo y no levantarse hasta haber llegado a un acuerdo justo y acorde con los tiempos que nos ha tocado vivir.
  • La mejor protesta contra el gobierno se lleva a cabo en las urnas. Si realmente los partidos no están de acuerdo con la política del gobierno actual, sólo tienen que unirse y presentar una moción de censura provocando elecciones anticipadas. Pero claro, está por medio el mercadillo de votos: yo te doy mis votos y tu me dejas hacer en mi comunidad autónoma lo que me sale de los huevos.
  • No estar dispuesto a perder ni un puto duro de su salario, que en muchos casos puede representar la comida de su familia para unos cuantos días, para que los señores sindicalistas vivan como reyes sin pegar palo al agua.
Son sólo algunos ejemplos posibles e imaginarios (seguro que se me quedan muchos en el tintero) que pueden esgrimir aquellos que se pasan la huelga por el forro y deciden libremente trabajar.

Están en su derecho ¿o no? Me pregunto por qué no les dejan ejercerlo esos a los que se les llena la boca hablando de libertad y democracia, y no tengo respuesta.

Unos pisotean los derechos de los otros, el gobierno se rasca el culo y por hacer algo cara a la galería, manda a la vicepresidenta a no decir nada y echarle sonrisitas a D. Cándido en un programa de radio, y la oposición aprovecha para seguir criticando ni hacer nada útil.

Empiezo a avergonzarme de ser española.

Es sólo mi opinión... un respeto.

Pd. Mis disculpas por este inciso en el desarrollo de la historia que estoy escribiendo, pero para mi era del todo necesario.

martes, 28 de septiembre de 2010

Jóvenes e inocentes (Tercera parte)


Durante toda la clase, Laura sigue observando al Chori de soslayo. El movimiento rítmico y continuo de sus pies revela su nerviosismo. Permanece con la mandíbula tensa queriendo parecer interesado por lo que explica la profesora, pero ella sabe bien qué está rumiando, que no puede quitarse de la cabeza la puta nota anónima.

Cuando finaliza la clase sale disparado al pasillo, camina arriba y abajo ante la puerta del aula donde está Malena, que permanece cerrada. Es tan despistado que no recuerda que ese día tienen al mismo profesor durante dos horas seguidas. Laura se acerca a él y le lleva discretamente hacía una de las ventanas al final del pasillo, alguien comenta que tienen libre la última hora porque al parecer el Pelao, que es como llaman al de Literatura, está enfermo.

– Te invito a un cigarrito en el patio ¿hace? No me mires así, Malena no va a salir, repiten clase con el Plasta.

El Chori asiente mientras se dirigen a las escaleras.

Se sientan en el suelo, en un rincón del patio.

¿Vas a decirme qué coño te pasó? ¿A qué venía montar tanta bulla?

Sin decir nada, el Chori saca del bolsillo una hoja de papel arrugada y se la tiende a Laura, que finge no saber lo que pone en ella.

– ¿Esto es todo? No me jodas, tío, pensé que eras un poco más listo. Esta mierda es obra de cualquiera.

– No soy gilipollas, Laura, conozco la fama de los cubanos, y Malena vive en ese barrio. Además ¿quién puede ser tan cabrón para tomarse tantas molestias?

– No se qué tiene que ver que Malena viva en ese barrio, tu sabrás lo que tienes en la cabeza. Y eso puede haberlo escrito cualquiera, un tío envidioso porque Malena es tu chica, o una tía de tantas a las que dejaste plantada y ha querido darte a probar tu misma medicina. A más de una la has jodido bien poniéndole los cuernos.

– Sí, ya lo se. A ti no te los puse, antes te conté que me gustaba Malena.

– Seguramente tuvo mucho que ver aquello que te dije de que si se te ocurría pegármela con otra , te cortaba los huevos.

Por primera vez, el Chori sonríe.

– Y te creí, cabrona, tu hubieras sido muy capaz.

Lo que no te dije – piensa Laura – es que si me dejabas por otra, te los cortaría igualmente.

– Tía, he metido la pata ¿verdad?

– Hasta el fondo. Si yo fuese Malena, después del pollo que le has montado delante de todos, no te volvía a mirar a la cara. Pero, tienes suerte, ella es de otra pasta.

– ¿Qué hago? Ayúdame, Laurita.

– Si me vuelves a llamar Laurita, acabaré cortándote los huevos.

– ¡Qué bruta eres! – dice el Chori, riendo.

– A ver, Malena tiene clase por la tarde ¿no?

– Sí, y después se queda una hora más por lo del repaso de castellano. Yo no tengo clase, las dos de hoy las tengo aprobadas… es lo que tiene ser repetidor ¿Tu también vuelves esta tarde?

Laura ya sabe todo eso, pero disimula.

– Sí, yo también, y ya debería estar en casa preparándome la comida en lugar de estar perdiendo el tiempo aquí contigo. A ver, puedes esperar a que termine y luego la invitas a comer en un burguer o algo así, te disculpas, y esta noche cuando termines de machacarte, correr y todas esas cosas raras que haces, vas a verla y la sorprendes con algún detallito.

– Había pensado dejar hoy el gimnasio y comprar entradas para ver una peli.

– ¡Joder! sí que te dio fuerte. Tampoco te pases o pensará que eres un calzonazos que puede manejar a su antojo. Los hombres sabéis muy poco de psicología femenina.

– Está bien, te haré caso. Voy adentro no sea que salgan antes de tiempo. Gracias, tía, eres cojonuda.

– De nada, mamón, y no la pifies, haz exactamente lo que te he dicho.

La tarde transcurre tranquila. Por la expresión de Malena, Laura sabe que el Chori siguió al pie de la letra su consejo. Ahora viene lo más difícil.

No se equivocó al elegir ese día precisamente para llevar a cabo su plan. Pasará la noche sola, ya que a su madre le toca guardia en el hospital por lo que no volverá hasta las ocho de la mañana. Ha salido del instituto una hora antes de lo que lo hará Malena, tiene el tiempo justo para prepararse. Merienda un poco y se cambia de ropa. Se pone unos pantalones de chándal y una sudadera con capucha, guantes y el casco de la moto. Cogerá la de su hermano que está guardada en el garaje mientras él sigue el curso en el seminario. Mete algunas cosas en la mochila y llama a su madre por teléfono. Le cuenta que tiene que estudiar para el examen de matemáticas del día siguiente y que se acostará temprano. Antes de salir de casa, le escribe un e-mail a Vanesa contándole cuatro tonterías, y lo programa para que se envíe en hora y media. Repasa mentalmente su plan para asegurarse que no deja ningún cabo suelto. Es la hora. Tiene que atravesar toda la ciudad y no quiere llegar tarde a su cita.

martes, 14 de septiembre de 2010

Jóvenes e inocentes (Segunda parte)


Remolonea un poco esperando a que Malena y El Chori, que se acercan cogidos de la mano, le adelanten. Cuando están a su altura se entretiene jugueteando con el móvil.

– ¡Ey! Laura ¿cómo te va? – le dice El Chori, alegremente.

– Bien, muy bien ¿y a ti?

– De puta madre, tía.

Ella le responde sonriente levantando el pulgar mientras les ve alejarse por el pasillo.

Al Chori le gusta como se ha tomado Laura su ruptura. Es la primera tía que no se pasa semanas petándole el puto móvil con mensajitos lloriqueantes o colgando frases ridículas en el Face. Estuvo bien mientras duró, fue lo único que dijo. Hace días que la ve charlando con el pijo del barrio de las Luces, otro que tal, hijo único del dueño de la cervecera, y elige el Cervantes para estudiar ¡manda cojones! El Chori piensa que hacen buena pareja, porque Laura tampoco es como ellos, está un escalón por encima de la mayoría de jóvenes con los que se relaciona. Llegó a la ciudad, con su madre divorciada y su hermano, allá por el mes de Julio. Estaba jodida. Su padre es pediatra y su madre, enfermera jefe en el Hospital General, y vivían tan ricamente, hasta que el muy cabronazo le hizo un bombo a la colombiana que les limpiaba la casa dos veces por semana. Su mujer le echó de casa, pero no pudo soportar la presión de verle cada día en el trabajo, así que decidió empezar de nuevo en otra ciudad. Le sacó una buena pensión y se largó. Para Laura fue duro tener que dejar a sus amigos de siempre. La conoció patinando, una de esas tardes que la peña se aburría y decidieron darle a los patines. La tía hacía unas piruetas de acojone y él se quedó prendado de su agilidad y sus rítmicos movimientos. El sexo con ella no fue como con las otras, no tuvo que engañarla con triquiñuelas o jurarle amor eterno, lo hicieron porque a los dos les apetecía. Una tía valiente y legal, la Laura.

Ella está a punto de entrar en clase cuando siente que la sujetan del brazo. Es Estefanía, otra de sus amigas, seguro que ha estado hablando con Vanesa y viene a comerle la oreja.

– Espera chica que vengo corriendo detrás de ti todo el pasillo.

– Pues no se porqué ¿has olvidado que nos sentamos una al lado de la otra?

– Ya, pero es que quería preguntarte algo y no quiero que nos oigan.

– A ver, dispara.

– Oye, no creo que te vayas a cruzar de brazos después de la putada que te ha hecho ese cabrón. A mi me lo puedes contar, no soy una cotilla como Vanesa ¿qué piensas hacer con él?

– Eliminarle de mi Facebook.

Y entra en clase antes de que su amiga reaccione.

El Chori está sentado dos filas por delante, tres pupitres hacia la izquierda. Desde allí puede observar su rostro de perfil. Todavía no abrió el libro de Química. En ese momento llega el profesor y Laura no puede evitar cierta inquietud. Ahora. Le mira de reojo aguantando la respiración cuando él despliega la hoja doblada que acaba de encontrar dentro del libro. Percibe su rabia mientras lee el mensaje, formado pulcramente por letras recortadas de revistas : “Tu amiga es una puta que te pone los cuernos con un cubano del Padre Ferri” Hay tantos cubanos en el instituto del Padre Ferri que a nadie puede comprometer esa nota, pero cumple el objetivo. Y ella tuvo buen cuidado de ponerse guantes para no tocarla en ningún momento con la smanos. Conoce bien al Chori, sabe de sus celos, de su orgullo de macho. Sabe que en ese momento está bullendo de ira y sabe con seguridad lo que vendrá después.

Durante toda la clase, El Chori se muestra nervioso y distraído. El profesor le llama dos veces la atención por mandar mensajes con el móvil. Y Laura se imagina a quien van dirigidos. Cuando al finalizar la clase suena el timbre, él se levanta de un salto de la silla y corre hacia el pasillo. En dos zancadas se planta ante la puerta de la clase contigua, a la que acude Malena. En cuanto la ve, se la lleva hacia la otra pared, junto a una ventana. Se forman corrillos de estudiantes que esperan la llegada del profesor que impartirá la siguiente clase. Entre el murmullo son perfectamente audibles los gritos del Chori que zarandea a una Malena asustada e ignorante de lo que ocurre, mientras él agita la nota anónima ante sus ojos. La gente empieza a mirarles y poco a poco se va haciendo el silencio, sólo se escucha la voz brusca y amenazante del Chori.

Laura decide que es el momento de actuar, todos los presente son testigos de la terrible discusión. Se acerca a la pareja y agarra al Chori por el brazo.

– ¿Qué coño te pasa?

– No te metas en esto, no es cosa tuya – grita soltándose de un tirón.

– Está bien, si quieres puedes seguir montando el espectáculo y que todos piensen que eres un cabrón hablándole así a tu chica.

Se da cuenta entonces de las miradas que se clavan en él y se vuelve con rabia.

– ¿Qué cojones miráis?

Mientras, Laura se acerca a Malena que ya no puede reprimir las lágrimas y la aparta de allí.

– ¿Qué está pasando? Todos a clase… ¡inmediatamente!

Antes de que los chavales empiecen a desfilar y se dirijan a clase, se oye al Chori diciéndole a Malena:

– Tu y yo hablaremos esta noche.

Laura respira satisfecha, el plan salió perfecto y no duda que pasará lo mismo con lo que tiene planeado.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Jóvenes e inocentes (Primera parte)



Malena y El Chori se comen la boca escondidos en la esquina de la pared trasera del instituto. Han buscado un lugar discreto intentando pasar desapercibidos, pero no es una tarea fácil cuando cientos de estudiantes pululan por el patio. Es la hora del recreo.

Malena empieza a notar la dura protuberancia que intenta abrirse paso en la entrepierna del Chori. Es hora de parar esto, piensa, y al tiempo que se desprende de su boca, le aparta con una ligera presión de sus manos apoyadas en el torso masculino. Él, con las suyas firmemente agarradas a su culo, la aprieta un poco más restregándola contra su sexo. La chica le aparta ahora con firmeza. Esa es su gran baza, mantenerle con ganas de follarla, conoce la fama del Chori, al que las chicas le duran apenas dos semanas, el tiempo que necesita para que se le abran de piernas, y fanfarronear luego de sus trofeos. Si fuese un pistolero del Oeste haría una muesca en su revolver por cada una que se pasó por la piedra. Está segura. Pero ella es distinta. El Chori no es el hombre de su vida, ni siquiera le pone, en realidad preferiría estar sentada en un banco en compañía del sabiondo del pupitre del fondo, pero ser la chica del tío más popular y deseado del instituto es un punto. Apenas han pasado cuatro meses desde que llegó allí, después de vagar con su familia por distintos pueblos de España, venidos desde la lejana Venezuela. No quiere acordarse de aquellos primeros días ¡qué vaina! todos terminaban en llantina y la sumían en una rabia profunda hacia sus compañeros, que la trataban con desprecio o lo que es peor, con tal indiferencia que a veces llegaba a creer que era invisible. Pero todo cambió cuando El Chori se fijó en ella, las chicas empezaron a tratarla con respeto y un punto de envidia, y de las miradas que le dirigían los chicos emanaba un deseo a duras penas contenido.

¡Joder! ¡qué dura me la ha puesto! piensa El Chori, mientras se acaricia el paquete. Se muere por follarla, la muy puta le tiene cogido por los huevos. Le calienta con esa lengua voraz que se le cuela hasta la garganta mientras le empitona con las tetas grandes y duras de pezones puntiagudos que amenazan con traspasar la camiseta. Y luego nada, lo más que consiguió fue que se la pelara una noche en el portal de su casa. A punto estuvo hace dos días de mandarla a la mierda, al fin y al cabo hay una docena de tías esperando por él, dispuestas a lamerle la polla con sólo chasquear los dedos, se mueren por su cuerpo. Su trabajo le cuesta, machacándose dos horas cada día en el gimnasio para lucir esos bíceps abultados, unos pectorales perfectos y una espalda que es la envidia del instituto. Malena es tan dulce y melosa cuando quiere. Y está en juego su reputación, si se da por vencido y no acaba metiéndosela, adiós a su fama de machito. No va a convertirse en el hazmerreír de la peña ¡no te jode! Tarde o temprano acabará follándola, sólo tiene que tener un poco de paciencia, mostrarse dulce y comprensivo, eso a las tías les mola y las pone cachondas.

– ¿Has visto a esos cerdos como se morrean?

La voz de Vanesa sorprende a Laura que ensimismada miraba los escarceos de la pareja. Suspira, intentando disimular la sensación de fastidio que le produce la interrupción de su amiga.

– Esa guarra le tiene bien pillado. No se qué ha visto El Chori en ella, tú le das cien mil patadas, a esa puta de mierda.

– Vamos, Vanesa, no exageres. Lo que le ha visto es difícil de esconder, un par de buenos melones, un culo gordo y respingón y un nuevo coño que follar. Todas conocemos al Chori.

– Te veo muy tranquila ¿te da lo mismo? No me digas que no te da por el culo que ese cabrón te haya dejado tirada.

Vanesa no ha podido evitar un ligero tono entre compasivo y ufano, y pretendiendo arreglar su metedura de pata, baja los ojos y se acerca a su amiga pasándole su brazo por el hombro. Pero para Laura no ha pasado desapercibido. No se sorprende, Vanesa, como las demás, siempre sintieron envidia de ella mientras fue la chica del Chori. Las muy hipócritas la adulaban descaradamente, y ahora, abandonada por ese mamonazo, después de follársela hasta que se cansó, había caído estrepitosamente del altar al que la habían elevado. Pero no va a consentir que se den cuenta de lo jodida que está, no necesita su compasión, necesita venganza.

– No, Vanesa, no me da por el culo, en realidad me ha hecho un gran favor. Estaba hasta el coño del Chori, quería romper con él y no sabía como hacerlo, así que el muy gilipollas me lo puso en bandeja.

Vanesa hace una ligera mueca de incredulidad.

– Tía, no me jodas. Si está buenísimo, y debe tener la polla más grande de todo el instituto.

– Pues no, no la tiene grande. Y no aguanta dos asaltos, músculo y fachada, eso es El Chori, ni más ni menos. Cuando quieres empezar a calentarte, el tío ya se corrió y te quedas a dos velas. Así que me alegro que se lo haya llevado esa pobre infeliz… que le sea leve.

Y se da media vuelta mientras le echa un vistazo al reloj. Es la hora de volver a clase. Sonríe pensando en la sorpresa que le espera al Chori en su pupitre.


(Continuará)