Pues sí, a la pobre Barbie la puse como hoja de perejil. Tanto, que me dio hasta un poco de pena, porque la pobre no abría la boca mientras yo no paraba de “despotricar” sobre la poca eficacia de las mal llamadas “agencias matrimoniales” y sobre todo de ésta en la que ella era la cabeza visible. Si al final tendré que ir a parar a las nuevas tecnologías, a meterme en un chat de esos, o a un buscador de parejas, que te mandan los avisos a tu correo electrónico y eliges desde casa. En fin, que la vi tan apenada que decidí darle alguna oportunidad más.
La última fue con un “yogurin” que podía ser mi hijo. Dale tiempo, Pepita, me dije, hay jovencitos que son muy maduros, y además ahora muchas famosas se enrollan con hombres más jóvenes que ellas y no pasa nada. La verdad es que a mí no me ponía nada, porque aparte de verle como a un niño, no era mi tipo. El chaval era así como muy “pijo”, arregladito, repeinado. No, definitivamente, no me gustaba nada, pero decidí pasar un rato con él de charla, pensando que igual es que le daba morbo eso de tener una cita con una mujer madura. He oído decir que eso pasa, aunque si soy sincera, a mí no me ha pasado nunca.
El chico tenía una conversación fluida, eso es cierto, y parecía muy interesado en mí, en mis sentimientos, en mis motivos para buscar pareja. Preguntaba y preguntaba, y a mí eso, empezaba a mosquearme. Y me mosqueé del todo cuando sacó una pequeña libretita y empezó a tomar notas. En definitiva, resultó que estaba haciendo un estudio sobre las mujeres solteras y maduras, que van camino de la menopausia. Lo mandé a hacerle el estudio a su señora madre.
Y no sé por qué hoy acudo a otra cita. Dudo entre si me he vuelto idiota, tengo más moral que el alcoyano, o mi desesperación es mayor de lo que imaginaba. Mira, como he salido con tiempo voy a entrar a tomarme un copa de algo fuerte, a ver si así veo las cosas de otra color. ¡Coño! Pues ¿no es aquella la Barbie? ¡madre mía! que mala cara tiene. Voy a sentarme con ella, a ver si me entero de lo que le pasa.
- Caray, hija, no te asustes que no voy a pegarte.
- Perdona, Pepita, pero es que últimamente con el genio ese que te gastas, no me fío mucho, y ... hoy tenías otra cita ¿verdad? ¿ya has ido?.
- Pues no, monina, iba de camino, pero he decido entrar a darme ánimos con un lingotazo.
- Menos mal, iba a llamarte ahora por teléfono. El tipo con el que has quedado, que nos ha tomado el pelo. Es un médico, guapísimo, educado, inteligente, deportista...
- ¿Y? ¿qué problema hay? Ese es el hombre que me interesa.
- Que es gay, Pepita, homosexual. Que le ha entrado el remordimiento y me ha llamado para contármelo. Quería encontrar una novia para hacer feliz a su querida mamá, pero en el último momento ha decidido salir del armario.
- O sea, que me quería para hacer el paripé delante de la familia ¿no?.
- Si, hija, sí, y con ese hasta yo me había hecho ilusiones.
- ¿Tu?... por cierto, ¿cómo te llamas?
- Mari Puri.
- ¡Jajajajajajaja! ¡ay! perdona, perdona, Mari Puri, pero es que no te va nada el nombre. Con esas tetas, ese culo, esos morros... nadie se imagina que te llames Mari Puri.
- Pues imagínate si digo Purificación.
- Que decía yo... que tu no puedes tener esos problemas con los hombres, con el cuerpazo que tienes.
- Si yo te contara, Pepita. Si es que ya no quedan hombres de los de verdad, hija, ahora solo quieren un buen polvo, una aventurilla de vez en cuando, y nada de compromisos, ni pareja estables, ni ná de ná. Ya ves con la de hombres que pasan por la agencia, y no hay manera de encontrar algo que valga la pena.
- Pues sí que me estás dando ánimos. Casi va a tener razón mi madre y mejor me quedo como estoy, y me dejo de tonterías. ¡Vaya par de dos que nos hemos juntado!
- Oye... ¿tienes algo que hacer?
- Pues no, Pepita, después del recadito que me has dado, estoy intentando decidirme si me tiro al río, me emborracho, o me voy a Cuenca a visitar las casas colgantes... yo que sé.
- Te invito a mi casa a cenar y ver una película ¿hace?
- Hummmmmm... es otra opción, a esta copa te invito yo.
Después de todo, parece que la Mari Puri me está empezando a caer bien. Yo que pensaba que era de plástico o algo así, y resulta que no, mira por donde, si es que no se puede juzgar por las apariencias, pero siempre caemos en el mismo error. Menos mal que se me ha ocurrido entrar aquí, porque el móvil me lo había dejado en casa y Mari Puri no hubiese podido darme el recado. Y lo que me faltaba era que me hubiesen dado plantón, entonces sí que mi moral andaría arrastrándose por el suelo como los gusanos. ¡Ay, Mari Puri! Es que no puedo evitar reírme cada vez que me acuerdo del nombrecito. Que no, que no es que piense que es un nombre feo, pues como Pepita más o menos, pero es que a esta mujer no le pega ni con cola. Esto de los nombres también es complicado, se hacen verdaderos crímenes con los chiquillos, porque claro cuando nacemos todos somos iguales o muy parecidos al menos, pero luego crecemos y ahí es cuando deberíamos poder elegir como queremos que nos llamen. Ya, ya sé que ahora se puede cambiar, pero cuando todo el mundo te conoce por Pepita, vas tú y dices que quieres que te llamen... Salomé, pongamos por caso. Y no te hace nadie ni puto caso. Ya se me ha ido otra vez la olla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario