Patio Casa Lobato

Imagen: Manuel García

viernes, 13 de agosto de 2010

En busca del hombre perdido (Cinco)


– ¡Joder! Mari Puri – consigo decir entre hipidos. Yo no se cómo se te ocurre poner “Los puentes de Madison”. No he llorado tanto desde… desde que murió mi pobre abuela. ¡Maldita sea! ¿Tu crees que fuera de las películas se pueden encontrar hombres así?

– Y yo que sé, Pepita. Si de verdad existen, yo no he visto ninguno. Bueno, a decir verdad quizá me he encontrado con individuos que a simple vista podían parecer así de…especiales, pero casi siempre estaban pillados. Y claro, vete tu a saber cómo son en la intimidad, que esa es otra, que no son pocas las veces que te dan gato por liebre.

– Dímelo a mi. Cuatro amigas tengo divorciadas que ponen a sus ex a parir en cuanto ven la oportunidad, y si no la ven, también ¡anda que no les gusta largar! Cuando me acuerdo de lo pagadas que estaban con ellos cuando eran novios, no me puedo creer que estén hablando de la misma persona. ¡Qué mala es la confianza, Mari Puri!

– Me atiborré de palomitas, y mañana cuando me mire en el espejo voy a tener un sentimiento de culpa que no me dejará levantar cabeza en todo el día. ¡Me cago en la pena negra! Mira que no poder siquiera desahogarse comiendo palomitas.

– Olvídate de las palomitas. Ya quisiera para mi ese cuerpazo de infarto que te gastas. Mari Puri, sinceramente ¿alguna vez habéis emparejado a alguien en la agencia? Porque yo creo que ya perdí las esperanzas.

– Que sí, mujer, claro que sí. Igual es que no eran tan exigentes como tu. Mira, en realidad la gente lo que busca es compañía, cuando van pasando los años les entra el pánico de encontrarse solos en la vejez y se tiran de cabeza a la piscina, aunque esté vacía ¿A ti no te da un poco de pena quedarte sola?

– Pues mira, no. Alguna vez lo he pensado, no te lo voy a negar, pero no es eso lo que más me preocupa. Lo que más me jode, Mari Puri, es no haberme enamorado nunca, no saber lo que es eso. Me ha gustado algún tío, sí, pero no hasta el punto de perder la cabeza por él, de no pensar en nadie más. Igual es que eso de la mariposas en el estómago no es para mí. Y luego dicen que todos tenemos nuestra media naranja…

– Sí, eso dicen, pero ¿cuántas posibilidades hay de que se encuentren las dos mitades? Pueden estar a miles de kilómetros de distancia, igual la tuya es un australiano, o un mulatazo africano, o un chino mandarín… ¡vete tú a saber!

En esas estamos cuando oigo tintinear unas llaves, como si alguien estuviese abriendo la puerta. Y antes de que pueda preguntarle a Mari Puri si comparte el piso con alguien, hace su aparición en el salón un hombre guapísimo. Me quedo muda de la impresión. El hombre andará rondando los cincuenta, es alto, de cabello moreno salpicado estratégicamente de finas canas plateadas, sus ojos, de un castaño casi negro, me miran con cierta sorpresa mientras se acerca hasta el sofá.

– ¡Hola! No sabía que tuvieses compañía – dice dirigiéndose a Mari Puri.

– Pensaba que no vendrías esta noche. Mi amiga Pepita – dice señalándome – mi hermano, Carlitos.

– ¿Tu hermano? Pensaba que vivías sola. Disculpa, encantada de conocerte – le digo mientras me levanto para darle dos besos – ha sido una sorpresa.

– Es un placer. Mi hermanita es algo despistada, pero la verdad es que no vivo aquí, sólo estoy de paso en la ciudad por unos días. Si me disculpáis voy a darme una ducha y a dormir, estoy agotado.

– ¿Cómo no me has dicho que tenías ese bombón en casa? – le digo a Mari Puri en cuanto Carlos desaparece de nuestra vista.

– No te hagas ilusiones, Pepita, frena el carro.

– ¿Qué pasa? ¿está casado?

– No.

– ¿Es homosexual?

– No.

– Ya, es un soltero empedernido… un casanova.

– No.

– ¿Qué problema hay entonces?

– Es sacerdote – dice Mari Puri soltando un suspiro.

– ¡Joder! ¡qué desperdicio!

– ¡Pepita! ¡Por el amor de Díos!

Por eso, por eso precisamente es un desperdicio. Si es que no hay más que verlo, ese hombre está hecho para amar y ser amado. O para follar y ser follado, que lo de amar tampoco es imprescindible. ¿No hay ni la más remota posibilidad?

– No, Pepita, no. Y no digas tonterías, no vayas a recibir un castigo divino. ¿Tan desesperada estás?

– Si no es cuestión de estar desesperada, es que tu hermano está para mojar pan, Mari Puri, que tu no te das cuenta porque sois de la misma sangre pero ese hombre tiene que levantar pasiones a su paso, me apuesto lo que quieras.

– Olvídate de él, además sólo estará aquí unos días. Ha venido a una convención de misioneros, se pasa la vida por ahí, en África, en la India, en Sudamérica, en cualquier sitio del mundo donde pueda echar una mano. Es un santo, hija, cualquier día veré levitar sobre su cabeza una de esas coronitas brillantes de las estampas.

– ¡Ay! ¿Y si me apunto a una ONG de esas y me voy con él?

– Yo creo que del shock se te ha ido la olla. Hablemos de otra cosa, anda, y déjate de decir gilipolleces. No te habrás enamorado ¿verdad? Sólo faltaba que después de toda una vida sin conocer el amor, viniese Cupido a joder ahora la marrana.

– No, enamorarme no, sólo he perdido un poco la chaveta. Es sexo, sólo sexo, Mari Puri, que tu hermanito levanta pasiones, te lo digo yo. ¡Señor! ¿tú para qué lo quieres? – digo mirando al cielo con cara de mártir.

– Cuando yo digo que estás como una cabra. Oye, quería preguntarte una cosa ¿tu tienes vacaciones?

– Claro, el mes que viene empiezo a disfrutarlas, aunque no se si “disfrutarlas” es la palabra. Mi madre está emperrada en que vaya al pueblo con ellos, que necesito reposo y tranquilidad, dice. Y el plan no acaba de convencerme.

– ¿Por qué no hacemos un viajecito tu y yo? Hace tiempo que no salgo de la ciudad y después de dos años sin vacaciones, me apetece tirar la casa por la ventana y largarme al Caribe o a cualquier lado donde haya hombres guapos y disponibles. Nada de compromisos ni tonterías, aventuras, aventuras y más aventuras ¿qué me dices?

– Hummmmmm… me tienta la idea, igual me estoy obsesionando con esto de encontrar pareja, y donde esté un buen polvo y si te he visto no me acuerdo, que se quite todo lo demás. Si de todas formas, cuando seamos viejas iremos a parar a una residencia, como todo el mundo, sólo que nosotras iremos solas y otras en pareja, que no se yo que es peor. Los hijos ya no quieren cuidar de sus padres ancianos, no son más que una carga. Después de pasar toda una vida ocupándote de ellos, cuando más falta te hacen, te abandonan y se quedan tan panchos, sin pizca de remordimientos.

– ¡Qué razón tienes! Oye, cuando te conocí no pensé que nos íbamos a entender tan bien, eres tan pejiguera, y mandona, nunca nos pegó nadie broncas tan descomunales. La señorita Rotenmeyer te llama mi jefe.

– ¡Será cabrón! Incompetente, eso es lo que es ese enano que tienes por jefe, un incompetente.

– No te enfades, Pepita, es que hay que ver cómo te las gastas.

– Tengo que confesarte una cosa, yo también te había puesto un mote…

– ¿Qué? Encima de aguantar tus gritos y tener más paciencia que santo Job, vas tu y me colocas un mote… lo que hay que oír.

– ¿Ves como a ti tampoco te sienta bien?

– Y ¿se puede saber como me llamabas?

– Barbie… Barbie pechugona.

Los ojos de Mari Puri echan chispas y a punto estoy de salir corriendo. Esta mujer da miedo cuando se enfada. Hasta que de pronto explota en carcajadas. Ríe y ríe sin parar, y acaba contagiándome. Entre risas no paramos de repetir “señorita Rotenmeyer” “Barbie pechugona” mientras nos señalamos una a otra con el dedo.

Poco a poco, cesan nuestras risas. Estamos las dos enroscadas en el sofá cogiéndonos la barriga que nos duele de tanta carcajada.

– ¡Ay! ¡Díos mío! hacía tiempo que no me reía tanto – dice Mari Puri cuando recobra el aliento. Entonces ¿nos vamos juntas de vacaciones?

– Nos vamos juntas de vacaciones.

– Mañana mismo le digo a mi jefe que el mes que viene me largo de viaje y no admito réplica. Ve pensando qué destino elegir.

– Bien, haremos una cosa. Yo presento mis opciones y tu las tuyas, y mañana… no, mañana no, que tengo dentista, pasado mañana nos vemos en el Café San Antonio y decidimos ¿qué te parece?

– Que está muy bien pensado. ¿Quedamos a las seis? Luego podemos ir a la agencia a mirar fechas y precios.

– A las seis en el San Antonio, y ahora me voy a mi casa a meterme en la cama. Entre el llanto, las risas y el colapso que estuve a punto de sufrir al ver al buenorro de tu hermano, estoy rendida.

– Anda, anda, que ya se yo con quien vas a soñar esta noche, depravada, que eres una depravada. Qué descanses, Pepi – dice mientras me acompaña hasta la puerta.

– Buenas noches, Mari Puri, que sueñes con los angelitos, si puede ser que midan metro ochenta y estén bien dotados, mejor.

Oigo sus risas mientras cierra la puerta. Se acabaron las citas, me voy al Caribe a echar una cana al aire, o dos, o tres…


(Continuará)


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