Hoy quiero colgar otro de los cuentos escritos a varias manos. En esta ocasión el pistoletazo de salida lo dio KLUZKL que tantas y tantas veces nos retó haciendo que despertásemos de esa especie de letargo en el que parecía encontrarse nuestra imaginación. Él mismo le puso título:
Querido diario
(Imagen: Ana Chavarri)
Kluzkl escribió:
¿Sabes? Ayer debió de llegar alguien a ocupar la parte de arriba del chalet. He visto ropa tendida. No sé, el mes pasado cuando vino el propietario a cobrar no me dijo nada. Pero es una sensación agradable: saber que hay alguien ahí arriba. Esta casa es tan vieja que cruje todo y parece que rondan fantasmas, y está tan apartada… Te tengo a ti pero... aún así ahora me siento menos rara.
Es una señora, una abuelita muy dulce, ayer cuando vi tendidas las enaguas no me lo podía creer ¿Todavía se usan esas cosas? Hoy hemos coincidido en la puerta. Hola joven, me dijo, es usted muy mona, bien, soy su nueva vecina, esto…no será usted de esas que se traen a sus amigos, o a sus novios, y están haciendo ruidos hasta las tantas, es que… ¿sabe, joven? yo me acuesto temprano, nunca más tarde de las ocho, y tengo el sueño ligero, y...La pobre hablaba con tanto desparpajo que no me dejó ni meter baza. Pero es muy simpática, me cae bien.
Problemas: como ya sabes trabajo en un club y mi turno es de diez de la noche a siete de la mañana. Y lo que no me dijo la ancianita es que ella se levanta al amanecer Dios, y lo primero que hace es poner sus vinilos de Antonio Machín, de Manzanero, de Los Panchos… a todo volumen. Y ahí los tiene todo el día, hasta que se va a dormir, que es cuando yo me preparo para salir de casa.
Hoy subí a hablar con ella antes de acostarme y me dijo ¡Ande usted, joven, no sea exagerada, cómo se va escuchar desde su piso mi tocadiscos! pero está bien, para que luego no diga lo pondré más bajito, y me voy para dentro, que se me están haciendo las lentejas, y tengo que vigilarlas, no sea que se me peguen. No pude pegar ojo.
Si la abuela ha bajado el volumen del tocadiscos, habrá sido tan poco que ni se nota.
Hoy volví a subir y le dije que por favor bajara un momento y vería. Me dirigí a ella llamándola abuela y se enfado mucho, me dijo que ella no era tan joven como yo, pero que no por eso tenía que perder el respeto, que muy al contrario. La pedí disculpas, varias veces, hasta que se calmó. Luego insistí que bajara y ella ¡Hala, hala, joven! Que ustedes los jóvenes lo tienen todo solucionado, pero yo tengo muchas cosas que hacer. Y me dio con la puerta en las narices.
Hoy volví a subir y no me abrió, pero la oí murmurar detrás de la puerta, y mirar por la mirilla. Luego la llamé por teléfono, varias veces, y no lo cogió. Y estaba: su tocadiscos.
Hoy la vieja si me descolgó y, sin esperar a que yo dijera nada, me dijo: joven, estoy en mi parte de la casa, y como siga molestándome voy a llamar al propietario, y luego a la policía. Y me colgó.
Como esto siga así, no tendré más remedio, la que ira al propietario seré yo.
El propietario nunca está en su despacho, o está ilocalizable.
La policía me dijo que ellos ahí no tenían nada que hacer, que siguiera insistiendo a la vieja, con buenas palabras, y a ver si la convencía
¿Convencer a ésa? ¿Cómo?
¿Cómo? ¿Cómo?
Tengo que dormir, si sigo así más tiempo mi salud se resentirá, irreversiblemente.
Voy por la calle, en El Metro, en los autobuses, como sonámbula.
Me empiezo a quedar dormida encima de la barra, menos mal a las otra que me tapan, si se enterará el dueño...
Hoy un cliente me invitó y me dormí alternado. Llamó al dueño. Se lo intenté explicar pero me dio un ultimátum: es tu problema, o lo solucionas, o te abres, tú verás.
A pesar de tomar estimulantes empiezo a no poder con los párpados.
Hoy hubo un momento que las luces de la barra me daban vueltas, tiré la bandeja encima de unos. No sabía dónde estaba.
Me cuesta escribir.
Me cuesta razonar.
El dueño me ha dado un par de semanas de vacaciones y me ha dicho que cuando vuelva si sigo igual a la calle.
Durante estas dos semanas voy a poner a las ocho todo lo que tengo y a todo lo que mi equipo de música de. Se va a enterar la puta vieja esa.
¿Sabes? Ayer debió de llegar alguien a ocupar la parte de arriba del chalet. He visto ropa tendida. No sé, el mes pasado cuando vino el propietario a cobrar no me dijo nada. Pero es una sensación agradable: saber que hay alguien ahí arriba. Esta casa es tan vieja que cruje todo y parece que rondan fantasmas, y está tan apartada… Te tengo a ti pero... aún así ahora me siento menos rara.
Es una señora, una abuelita muy dulce, ayer cuando vi tendidas las enaguas no me lo podía creer ¿Todavía se usan esas cosas? Hoy hemos coincidido en la puerta. Hola joven, me dijo, es usted muy mona, bien, soy su nueva vecina, esto…no será usted de esas que se traen a sus amigos, o a sus novios, y están haciendo ruidos hasta las tantas, es que… ¿sabe, joven? yo me acuesto temprano, nunca más tarde de las ocho, y tengo el sueño ligero, y...La pobre hablaba con tanto desparpajo que no me dejó ni meter baza. Pero es muy simpática, me cae bien.
Problemas: como ya sabes trabajo en un club y mi turno es de diez de la noche a siete de la mañana. Y lo que no me dijo la ancianita es que ella se levanta al amanecer Dios, y lo primero que hace es poner sus vinilos de Antonio Machín, de Manzanero, de Los Panchos… a todo volumen. Y ahí los tiene todo el día, hasta que se va a dormir, que es cuando yo me preparo para salir de casa.
Hoy subí a hablar con ella antes de acostarme y me dijo ¡Ande usted, joven, no sea exagerada, cómo se va escuchar desde su piso mi tocadiscos! pero está bien, para que luego no diga lo pondré más bajito, y me voy para dentro, que se me están haciendo las lentejas, y tengo que vigilarlas, no sea que se me peguen. No pude pegar ojo.
Si la abuela ha bajado el volumen del tocadiscos, habrá sido tan poco que ni se nota.
Hoy volví a subir y le dije que por favor bajara un momento y vería. Me dirigí a ella llamándola abuela y se enfado mucho, me dijo que ella no era tan joven como yo, pero que no por eso tenía que perder el respeto, que muy al contrario. La pedí disculpas, varias veces, hasta que se calmó. Luego insistí que bajara y ella ¡Hala, hala, joven! Que ustedes los jóvenes lo tienen todo solucionado, pero yo tengo muchas cosas que hacer. Y me dio con la puerta en las narices.
Hoy volví a subir y no me abrió, pero la oí murmurar detrás de la puerta, y mirar por la mirilla. Luego la llamé por teléfono, varias veces, y no lo cogió. Y estaba: su tocadiscos.
Hoy la vieja si me descolgó y, sin esperar a que yo dijera nada, me dijo: joven, estoy en mi parte de la casa, y como siga molestándome voy a llamar al propietario, y luego a la policía. Y me colgó.
Como esto siga así, no tendré más remedio, la que ira al propietario seré yo.
El propietario nunca está en su despacho, o está ilocalizable.
La policía me dijo que ellos ahí no tenían nada que hacer, que siguiera insistiendo a la vieja, con buenas palabras, y a ver si la convencía
¿Convencer a ésa? ¿Cómo?
¿Cómo? ¿Cómo?
Tengo que dormir, si sigo así más tiempo mi salud se resentirá, irreversiblemente.
Voy por la calle, en El Metro, en los autobuses, como sonámbula.
Me empiezo a quedar dormida encima de la barra, menos mal a las otra que me tapan, si se enterará el dueño...
Hoy un cliente me invitó y me dormí alternado. Llamó al dueño. Se lo intenté explicar pero me dio un ultimátum: es tu problema, o lo solucionas, o te abres, tú verás.
A pesar de tomar estimulantes empiezo a no poder con los párpados.
Hoy hubo un momento que las luces de la barra me daban vueltas, tiré la bandeja encima de unos. No sabía dónde estaba.
Me cuesta escribir.
Me cuesta razonar.
El dueño me ha dado un par de semanas de vacaciones y me ha dicho que cuando vuelva si sigo igual a la calle.
Durante estas dos semanas voy a poner a las ocho todo lo que tengo y a todo lo que mi equipo de música de. Se va a enterar la puta vieja esa.
Después escribió:
Dejé todas las persianas bajadas y cerré todas las ventanas cuando llegué a casa hace dos horas. Sabía que no sería suficiente. Hace un momento empezó ha sonar otra vez. Como todos los días. Mi pesadilla se repite y no tengo dónde esconderme. Necesito dormir, voy a volverme loca.
Dejé todas las persianas bajadas y cerré todas las ventanas cuando llegué a casa hace dos horas. Sabía que no sería suficiente. Hace un momento empezó ha sonar otra vez. Como todos los días. Mi pesadilla se repite y no tengo dónde esconderme. Necesito dormir, voy a volverme loca.
Los pasos de unos zuecos con suela de madera recorren el techo entre acordes de guitarra a todo volumen. Dicen Los Panchos, atronadores, que lo dudan. Yo lo tengo muy claro, no puedo seguir así.
Tumbada en la cama miro al techo, es demasiado fino. Harían falta muchas capas de bovedillas rellenas de fibra para evitar que esa horrible música se colase en mi habitación.
¡Dios mío, necesito dormir! Tengo que volver a subir y pedirle a esa vieja que baje el volumen. Sé que hará como las otras veces, dirá que soy una quejica, que no es para tanto, como ella está sorda no se da cuenta de la que tiene liada. ¿Quién puede ayudarme? Aquel policía creía que yo estaba drogada al ver mis ojeras, que era de día y había más ruido por todas partes, dijo. Subieron a hablar con ella y bajaron comiendo sus galletas.
Tengo que acabar con esto. Pero antes va a saber lo que es bueno, voy a pagarle con la misma moneda. Voy a trepar por la celosía, en cuanto anochezca, seguramente la lejía no le gustará a sus geranios, eso, seguro que aparecerán mustios mañana. Y el periquito… ese puto periquito. Las jaulas se caen por accidente, puede soltarse la alcayata por el peso, incluso se abren cuando llegan al suelo y si hay supervivientes… si hay supervivientes, se escapan y no vuelven. Sí. Y la ropa. La ropa recién tendida se mancha de polvo si el viento sopla con fuerza. Quizá esta tarde empiece a soplar el viento. Quizá yo ayude un poco a ese polvo, si no hay viento, a pegarse en esas blancas sábanas. Tengo que concentrarme y pensar. Malditos Panchos y su bandurria y ese Si tú me dices ven. Tengo que acabar con ella.
...Tengo que pensar la manera de sacarla de aquí de una vez por todas.
Desordenada escribió:
Al fin he podido dormir, y pensar, sobre todo pensar en lo que voy a hacer con la puta vieja. Esta mañana recorrí la ciudad hasta que encontré lo que buscaba, me ha costado lo mío, ya lo creo. Me hice con unos cascos de esos que utilizan en las cabinas de tiro y nada más llegar a casa los probé, me los puse y me tumbe en el sofá. De pronto, desaparecieron los Pachos, Machín y su puta madre, el único problema es que tengo que dormir tendida de espaldas, pero no importa, es sólo temporal hasta que me deshaga de ella. Me he despertado mucho más despejada y así he podido razonar con calma.
Mi madre siempre me decía que para dominar a alguien lo mejor es obtener antes toda su confianza, conocer sus secretos, sus circunstancias, ese es el verdadero poder, la única forma posible de vencer al enemigo. Y ella era una experta… algún día te lo contaré, querido diario.
Anoche puse en marcha mi plan. Subí y llamé a su puerta, la muy puta no quería abrirme, pensaba que iba otra vez a montarle la bronca, pero le dije muy suavemente a través de la puerta que necesitaba un poco de sal, es un recurso muy socorrido. Abrió de mala gana. Señora, le dije, en realidad venía a pedirle disculpas, me he portado muy mal, estaba nerviosa y, compréndame, hace mucho tiempo que vivo sola… perdóneme, por favor, dos vecinas que somos no vamos a estar mátame y te mataré… Yo, mientras, lucía mi más dulce sonrisa, ésa que utilizo para camelar a los clientes del club, la vieja se ablandó y me hizo pasar mientras ella iba a buscar la sal. Estuve dando un vistazo al salón, está todo lleno de fotografías de cuando era joven, ataqué por ahí, me deshice en elogios a su belleza, y mostré una sana curiosidad por la cantidad de cachivaches que tenía desperdigados por todos los muebles. Le tiré bien de la lengua. A lo que se ve, fue vedette de una pequeña compañía, de las del montón porque no consiguió triunfar, pero debía ser algo ligera de cascos porque tuvo unos cuantos amantes a los que les sacó los cuartos, aunque no consiguió que ninguno de ellos la llevase al altar. Está sola. Me ofrecí para cualquier cosa que necesitase, son malos tiempos para las mujeres que vivimos solas, le dije, y siempre viene bien tener cerca de alguien de confianza.
Me he pasado todo el día vigilando sus movimientos, es muy importante conocer sus costumbres. A los viejos les gusta la rutina diaria. Se levanta muy temprano y abre todas las ventanas, la manía de airear la casa... y la música a toda caña. Estuve haciendo tiempo, como una hora, y subí a llevarle un trozo de bizcocho. Se quedó muy sorprendida. Estaba limpiando la jaula del pajarraco y poniéndole la comida, me dijo que después de limpiar un poco la casa, esa era su primera ocupación. Sobre las diez de la mañana salió a comprar, volvió a las doce. Come temprano y se pasa la tarde en casa.
Hoy, cuando la oí salir, la espié por la ventana hasta que desapareció al doblar la esquina, luego subí la escalera y abrí su puerta. Un cliente del club me enseñó a hacerlo con una tarjeta de crédito. Me fui directamente a la jaula del periquito. Ha venido a llamarme, estaba histérica, que si yo había oído algún ruido, que seguro había entrado alguien en casa, que su Fermín había desaparecido. Subí con ella mostrándome preocupada. La puerta de la jaula estaba abierta, encima de la mesa: el paquete de comida, el comedero y el bebedero. Le insinué muy suavemente que a lo mejor se le olvidó terminar de limpiar la jaula y el pobre animal se había escapado. Al principio se puso hecha un basilisco, pero conseguí que empezase a dudar. Es fácil que eso ocurra, le dije, tenemos tantas cosas en la cabeza…
Estoy ganando la batalla y tengo que confesarlo, cada vez me gusta más este juego. La vieja está empezando a parecer una loca o una enferma. Ayer le puse un puchero de agua al fuego y cuando llegó casi le da un ataque pensando en lo que podía haber pasado, le cambio las cosas de sitio, meto en su nevera carne o pescado podrido, tiro a la basura sus medicinas… Se ha puesto tan pesada llamando a la policía para denunciar que entran en su casa, que ya no se molestan en venir a ver qué ocurre. Ya me he encargado yo, cuando me preguntan, de insinuar que la pobre está perdiendo la cabeza.
Kluzkl escribió:
No puedo dormir. Tiene su gracia: ahora no duermo por no dejar de pensar en la vieja. Creo que se me fue la mano. Pobre vieja. Ahora siempre hablando sola, por el día. La oigo por la noche cuando me despierto ¡Eh! Llora. Y no para de llorar. Lleva varios días sin poner el tocadiscos, sin salir a la calle ¿Comerá algo? Mira que si por mi culpa... aunque si ella no hubiera sido tan cabezona... Pero es vieja. Y los viejos se vuelven raros. Muy raros. ¿Quién sabe lo que nos volveremos los demás? Lo mismo... ¡Eh! ¡Es la vieja! Cómo llora esta noche. Ahora preferiría Los Panchos y a Machín que a sus lloros. Sí. Se me ha ido la mano con la vieja ¡Pobre! Es vieja. Y con tan mala leche como mamá cuando joven. Qué carácter tenía mamá de joven. Lo mal que nos llevamos cuando yo era chica... nos pasábamos las temporadas muertas sin hablarnos. Cuántas veces deseé su muerte. Aunque no tantas como deseé la mía propia. Morir. ¿Cuándo empecé a verlo como una salida? No sé, pero sería muy chica. El sol salía, sí, digo yo que saldría, pero... ¿Y la lluvia, y los colores, y los trasluces, cuántos soles me perdí? ¿Cuántos años caminé como por dentro de un asqueroso desagüe? Pobre mamá. En cierto modo ella forjó mi carácter, mis... Ella me hizo así. Sé que sin darse cuenta. Pero me enseñó a desconfiar de todo y de todos. A odiar la vida a través del desprecio que me hizo sentir por mi misma. Sí, mamá, sin querer. Sé que lo hiciste sin querer, pero ahora a ver quién me arregla. Sí, mamá, nunca te lo dije pero sin querer fuiste una hija de puta. Sí. Una hija de puta. Hija de puta… la vida. La puta vida. Mamá ¿Por qué tuvo que venirte el parkinson, la artrosis, el relajo...? Tu risa floja. Al final te reías de todo y todo lo que yo te decía te parecía fantástico. Hijita. Hijita. Con qué cariño al final me decías hijita, y no dejabas de abrazarme, ni de besarme ¿Por qué no lo hiciste cuando yo era una niña? Te necesitaba. Entonces necesitaba tu cariño igual que una bocanada de aire ¿Por qué tuvo que venirte toda esa mierda de la vejez para que me enseñaras a amarte? A amar. A amar… cuando yo ya no podía amar. ¿O fue tu fuerza de voluntad, ver el amor con que cuidabas a papá: él ya casi no se movía, y tú le llevabas de la cama a su sillón y del sillón...? Con qué parsimonia le quitabas la caca, le lavabas, le curabas las pupas, le cubrías luego de agua de colonia. Y por la noche siempre pendiente de si él se despertaba, por si quería orinar, o se cagaba o algo. Siempre pendiente de que a papá no le faltara nada, ése era tu afán. Y no parar de moverte a pesar de tu artrosis, de la perdida de vista... Tú no te preocupes por nosotros, hijita, yo me ocuparé de papá, tu tranquila, tú vete por ahí, disfruta de tu mes de vacaciones, o vete con el novio — ¡Uy, yo novio, acabáramos!— Hijita, vete dónde te tengas que ir, que nosotros estamos bien, vete, yo me encargo de papá ¿Por qué tuvo que venir...? ¡Eh! Y la de arriba no para de llorar. Como siga así va a caer enferma de verdad. Hoy la subiré un caldito. Ayer volví a subir a su casa y aquello empieza a oler a cochiquera y, lo que más me asusta, a ataúd ¡Eh! No para de llorar. Vaya nochecita… la vieja empeora por momentos ¡Eh! Parece la puerta de su terraza. Sí, está en la terraza. Con el frío que hace ¿A dónde ira ahora? Va a coger un enfriamiento. Me voy a levantar. Calentaré un poco de leche y se lo subiré ahora mismo. A ver si la tranquilizo ¡Eh! Y ese golpe. Ha sonado como si algo hubiera caído a la calle, justo delante de la terraza ¡No! ¡Por favor! ¡Por favor, por...! Una maceta. Es sólo la maceta de sus geranios secos. Menos mal. Menos mal. La leche. La le... unas galletas. Sí, sí, unas galletas. Y... ¿Qué más, qué más? ¡Ah sí! ropita limpia para su cama. Jabón. Colonia. No para de llorar. Y sigue en la terraza. Tengo que subir, tengo... Llora. Llora. Perdón, perdón. Pobre vieja. A partir de hoy voy a cuidarla. La cuidaré cómo... va a ser como si aún viviera mi mamá.
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