Hoy alguien me decía en un correo que aún seguía la Duras encabezando las entradas del blog... mal asunto. Y no se equivocaba, ha sido un semana algo dura.
El lunes, a las 8 de la mañana, estaba en el Hospital de Día para una analítica. Después cita con el oncólogo de quimioterapía que todavía no me había visitado, de ahí el retraso en llamarme para dar comienzo al tratamiento. Una vez que el doctor recibió los resultados me enviaron de nuevo al Hospital de Día para el primer chute de quimio.
Se trataba de un gotero de 1 hora más o menos de duración, pero antes y después de administrarlo, debían ponerme algunos más de líquido para proteger los riñones, así que desde las 10 de la mañana hasta las 5 y media de la tarde las pasé sentada en un sillón dejando que litros y litros de líquido inundasen mi organismo. Y meando, claro, con perdón, porque cada media hora tenía que irme de paseo con el gotero hasta el cuarto de baño.
Gotero tras gotero parecía que me hinchaba como un globo: manos, pies, piernas, cara... tenía la impresión que iba a explotar de un momento a otro. Sobre las 2 de la tarde me trajeron la comida, y maldita la hora, porque la bandeja consistía en un trozo de lasaña, con su carne picada, tomate, etc., otro de tortilla, un poco de ensalada y un flan. No debí haberme comido la lasaña porque me sentó como un tiro, y ya antes de terminar con los goteros tuve que pedirle una manzanilla a la enfermera porque el ardor que me subía desde el estómago me quemaba el pecho.
Cuando terminé con la quimio me tocaba primera sesión de radioterapia.
Iba un poco acojonada ¿para qué negarlo? La primera vez vas a ciegas, porque por mucho que te hayan explicado antes no acabas de entender lo que te van a hacer. Y cuando me pusieron la máscara, me acojoné todavía más.
Agobia sentirse aprisionada, sin poder moverte ni un milímetro, con aquello apretando la nariz, la boca. Y empiezas a pensar que te van a dejar allí sola, y que qué pasa si te entra la tos, o taquicardia, o que se yo. Eché mano entonces de llevar mi pensamiento hasta un lugar tranquilo, evocar situaciones agradables, pensar en las personas que quiero y, cuando quise darme cuenta, habían pasado los veinte minutos y allí estaba la enfermera quitándome la máscara.
El martes fue un mal día. La quimio me removió por dentro y pasé la noche del lunes y todo el martes (hasta la hora de volver a la sesión de radio) metida en el cama, semi incorporada, porque acostarme completamente me producía unas nauseas y un malestar insoportables. Así que me quedé allí, quietecita, sin comer, porque hasta el olor de comida me asqueaba, esperando pacientemente a que aquello pasase. Tenía que pasar, tarde o temprano.
A partir del miércoles la cosa ya fue mejorando. De momento las cinco sesiones de radio que me han puesto no me han afectado demasiado, noto ciertos cambios en el sabor de algunos alimentos, sobre todo la fruta, un ligero (muy ligero) malestar el tragar, pero nada que me impida (de momento) comer con normalidad.
La próxima sesión de quimio será el día 29, hasta entonces acudo cada día por la tarde a ponerme mi máscara y dejar que la maquinita me mande sus rayos sanadores.
Tengo mucho que agradecer, pero eso se merece un post especial, será para la próxima.
Ya ha empezado mi Camino y pienso llegar hasta el final... pasito a pasito.