Siento cierto malestar cuando acerca su pene a mi boca. Algo desconcertada sólo acierto a abrir la boca para engullirlo, pero Gonzalo que posa suavemente su mano en mi cabeza, me detiene. Empieza con la lengua, no tengas prisa – susurra dulcemente. Obedezco y rozo, no sin cierta aprensión, la piel tersa y brillante con la punta de la lengua. Poco a poco, me voy acostumbrando a su sabor, al tiempo que noto como mi excitación va en aumento. Él guía mis movimientos ejerciendo una suave presión en mi cabeza, en ocasiones acompañadas por frases cortas que me indican lo que debo hacer: rodéala con los labios, ejerce más presión, lame al mismo tiempo, así, un poco más rápido…Pienso todo el tiempo en que de un momento a otro me llenará la boca, tendré arcadas estoy segura, quizá se sienta molesto ¿si se enfada?. Tira hacia atrás de mi cabeza y siento como el semen caliente choca contra mi pecho y se desliza en grandes goterones.
Lo hacemos siempre que tenemos ocasión, y siento que estoy enganchada a Gonzalo. Cada vez que cierro los ojos revivo las sensaciones que experimento cuando me toca. En clase se queda mirándome fijamente y puedo adivinar lo que está pensando. Su mirada recorre mis pechos y noto como mis pezones se endurecen. A veces acabo con las bragas empapadas, muerta de ganas porque me toque. Hoy, al salir, me ha dicho que está preparando una cita muy especial, no he podido sacarle nada más, es una sorpresa, me ha dicho. Quizá piensa que ya estoy preparada para hacerlo de verdad. Y lo estoy, últimamente no deseo otra cosa, sueño con tenerle dentro. Sentir como su polla se hunde con cada embestida, arañarle la espalda, morderle la boca… no se lo que me pasa. Será el próximo fin de semana.
-----------------------------------------------------------------------------------------------
- ¿Qué haces, reina? Estás muy pensativa.
- ¡Ah! Hola Xuso, estaba ojeando esta revista, en la tele no hacen nada que valga la pena.
- La revista la tienes delante, pero me parece que tu cabeza estaba en otra parte.
- No digas tonterías, anda, he tenido un día agotador.
Se sienta a mi lado y por la expresión seria de su rostro, intuyo que quiere hablar de algo importante.
- Mira, Gloria, se que me he puesto muy pesado con lo de la cena del Instituto, pero lo he estado pensando y… tienes razón, no se nos ha perdido nada allí, así que nos olvidamos del tema ¿vale?.
- No se por qué has cambiado de idea, Xuso.
- Pues porque no tengo ganas de verte así. Me hacía ilusión, no puedo negarlo, pero la verdad es que pensaba que a ti te iba a apetecer encontrarte con algunos buenos amigos a los que hace muchos años que no has visto.
- María, Esther, Luis… ¿te acuerdas del buenazo de Luis? Todos se aprovechaban de él. Sí, Xuso, desde que me marché sólo volví a ver a María. Creo que fue cuando estaba en el segundo año de carrera, aún no me había encontrado contigo aquí en Barcelona. Era verano y la invité a pasar unos días conmigo, estuvimos en la casa que mi padre acababa de comprar en la playa. Al principio mi madre me contaba alguna cosa sobre ellos cuando venía a verme, luego también con ella me fui distanciando, ya sabes que no me cae muy bien Alfonso, su pareja.
- Sí, no se qué te ha hecho el pobre hombre. A mí me pareció amable y simpático la última vez que vinieron a visitarte, pero tu estuviste todo el tiempo con cara de perro.
- Será de perra.
- ¡Qué graciosa!
- Igual tienes razón, pero no se me olvida que fue el tercero en discordia, no le importó meterse por el medio y acabar con un matrimonio.
- No seas infantil, anda, monina, ese matrimonio ya estaba más que roto. Y a ti no te vino mal que tu padre pidiese el traslado a Barcelona, para largarte con él a toda prisa.
- Hubiese venido de todos modos, quería estudiar periodismo y quería hacerlo aquí. Y sí, necesitaba imperiosamente salir de allí, me asfixiaba, y te aseguro que estaba deseando perder de vista a la gran mayoría nuestros queridos compañeros, salvo alguna que otra excepción.
- Pues no se hable más, voy a romper la invitación y nos olvidamos del tema.
- No, espera.
Me mira extrañado.
- No la rompas, aún falta una semana, déjame que aclare un poco mis ideas. Últimamente estoy como aturdida, no consigo pensar con claridad y no se muy bien que es lo que quiero hacer realmente. No me mires así, no estoy loca… o casi.
- Está bien, reina, tu mandas.
- ¿Si?... pues mira, ya que estás tan obediente ¿podrías darme un masajito en las piernas? Se bueno, por favor, me pesan como si fuesen de plomo.
- Está bien – suspira- tienes un amigo que no te lo mereces.
- Lo se, Xuso, lo se, aunque no lo demuestre muy a menudo. Anda, dame un abrazo.
- No eres zalamera tú ni nada, cuando te lo propones.
Su abrazo es cálido y prolongado. Parece que ahí, en el hueco de su pecho, nada puede afectarme. Cuando me suelta tienes los ojos brillantes. Se sienta a mi lado y coloca mis piernas sobre las suyas. Sus manos son como pájaros revoloteando ligeras por mis tobillos.